El Premio Nobel en Economía denunció estos días que, por efecto de las tergiversaciones y malas conceptualizaciones de los medios de comunicación principales del país (especialmente en la sección Economía), la Argentina no es bien considerada en el mundo, cuando en verdad tiene una mejor performance que Brasil, niño mimado de los ámbitos económico-mediáticos.
A partir de esta tésis, se supone que la cobertura que los medios argentinos hacen sobre los principales fenómenos socioeconómicos argentinos son retomados por otras esferas globales para construir una imagen negativa de Argentina cuando en verdad sus indicadores son mejores aún que los del país vecino.
Apliquemos entonces la lupa krugmaniana a los espacios de opinión de este domingo del diario La Nación, uno de los centros de consulta de esos actores planetarios.
La Editorial I adscribe a otras formas contables para presentar que el Estado tiene déficit financiero y lo complementa con el estado desequilibrado de sus cuentas. Esto lleva a La Nación a sostener que la situación del sector público es tan mala como en la época de la hiperinflación de Alfonsín. Afirma que el gobierno argentino ha perdido acceso al crédito (internacional) sin relacionar este hecho (que no es de hoy) con el default del 2001 y menos con la decisión política de la administración kirchnerista de no tomar créditos internacionales. Reitera que lo de YPF fue una confiscación, no una expropiación, y repite una vez más su pedido de que suban las tarifas, cosa prometida por La Nación hace meses atrás a pesar de los anuncios en contrario del gobierno, que es el que decide.
La Editorial II busca deslegitimar el programa estatal Conectar Igualdad al sostener que las netbooks entregadas no son usadas para nada en las escuelas. Aprovecha la ocasión para recordar que a la Argentina le va mal en los tests internacionales sobre educación, sin explicar en qué consisten los mismos y/o su reputación/utilidad.
Fernández Díaz habla de nacionalismo para deslegitimar que el Estado vuelva a decidir sobre la política hidrocarburífera desde su principal empresa energética. Cuando el país logra poder de decisión, este columnista de La Nación alerta sobre los peligros del nacionalismo infantil.
Crettaz pone la lupa en los medios que tienen una visión diferente a la presentada como independientes y abiertamente opositores al gobierno, sin que esto suponga, para el columnista, una pérdida de la objetividad declamada. A esos otros medios los presenta como cooptados por el gobierno, a partir de la pauta oficial y de estar en manos de empresarios cercanos. No aclara que aquéllos también reciben pauta oficial (son los que más, por sus altas mediciones de rating o tirada). No dice nada acerca de la legitimidad de ambas miradas (relatos).
Sirvén aprovecha un comentario donde elogia una iniciativa cultural del gobierno porteño para no dejar de mencionar los conceptos de nacionalismo estentóreo y consignas patrioteras del gobierno nacional. Afirma que los argentinos sólo ven el mundo con la "brocha gorda chauvinista" y presenta el espectáculo del circo ("mental") en contraposición con el circo "real" K.
A la mejora en indicadores sociales Scibona
la caracteriza como una fiesta de consumo irresponsable y desmedida, causa
ahora de una desaceleración económica que es, en verdad,
estancamiento, para borrar los índices aún de crecimiento del país, no
de no-crecimiento. Elimina totalmente el contexto de crisis aguda de los
principales centros económicos y financieros del mundo, por lo que
crecer entre el 2 y 4% -en vez del 8% (promedio de los últimos años)- es presentado como un efecto solamente local.
Dinatale escribe sobre el viaje próximo de la Presidenta a Angola y utiliza el adjetivo "extravagante" para referirse a las tratativas comerciales lideradas por Moreno. La crónica abunda en descripciones neutras (informativas), aunque cuando habla del secretario de Comercio lo relaciona con un show y con que promete o promociona más de lo que realmente concreta (idea del relato o simulacro K).
Caligaris también utiliza el show para calificar la acción de la embajadora Castro contra el canciller inglés Hague. Arriesga que la misma logrará que nunca nos devuelvan las islas, cosa que beneficiaría al gobierno ya que no se tendría que hacer cargo de su administración. A cambio, los K prefieren el impacto internacional, afirma. Con sucesivos ejemplos irónicos, el columnista busca banalizar y ridiculizar el rol de la diplomacia y sus formas en el seno de un reclamo por soberanía argentina de décadas.
Morales Solá reitera lo de la fiesta (directamente habla de resaca), describe la medida tomada en YPF como algo que compromete al gobierno ante el resto del mundo, irritación (europea) que cedería si los capitales norteamericanos (los más experimentados, que hacen su tarea teniéndose que bancar a los iraníes y a Chávez, como antes a Khadafy y Saddam, exculpa) son los que se hicieran cargo de las inversiones supuestamente necesarias para explotar los pozos petroleros argentinos. Remite a una psicosis colectiva el método de expropiación, lo que le permite volver sobre la vieja pesadilla joaquiana: las cajas de seguridad. Reitera la desconfianza del capital y de los consumidores por la falta de solidez de la economía argentina. Vuelve sobre el precepto de que un opositor debe oponerse a todo lo que venga del gobierno. Si un partido opositor decide acompañar una medida del Ejecutivo, deja huérfano a sus votantes, de los cuales no se puede pensar que también puedan apoyar una medida del gobierno K. Joaquín es el único columnista de los analizados que elogiará algo del gobierno: la designación de Galuccio, aunque luego rodee la medida con el resto de negatividades marcadas.
Olivera circunscribe el suceso histórico de la renacionalización de YPF a una simple maniobra para tapar lo de Ciccone, mejorar la imagen de la Presidenta y estar pendiente de cuántas tapas se llevaría el tema, pocas, por lo que seguramente el gobierno tendrá que aventurarse a nuevas gestas (relato), con "profundización del populismo" incluido.
Grondona transforma el amplio apoyo popular de las últimas elecciones en un elemento desmedido que acerca a la Argentina a la Venezuela de Chávez, como si esto fuera algo malo al extremo, y cae nuevamente en ese concepto satanizado de populismo. En contraposición, califica a Brasil de moderado y responsable. Va más allá y considera que CFK estaría haciendo todo lo que hace para reemplazar a Chávez -cuando éste muera- al frente de la línea bolivariana continental. Deslegitima medidas que hacen a una adquisición de mayores márgenes de toma de decisión autónoma de los países latinoamericanos a través de la utilización de adjetivos demonizadores: nacionalismo, dinastía, antiimperialismo, populismo, ultrapopulismo, radicalización otra vez, dando por sentado de antemano que son negativos per se, sin necesidad de explicarlo. Aunque Grondona aclara: si la Presidenta optara por permitir el ingreso de capitales norteamericanos en YPF, se convertiría mágicamente en moderada.
Pinti hace
hincapié en lo cambiante de las relaciones entre los gobernantes y
políticos en general: realizan alianzas según conveniencias, sin pensar en
el ciudadano común. Recae en la apatía por lo político por parte de la
sociedad.
Valiente Noailles, finalmente, sostiene que lo de YPF y Malvinas (pasado) es porque no tenemos destino (futuro) y compara ambos actos con los aplausos a Rodríguez Saá (default) y Galtieri (guerra de Malvinas). Vivimos en un país desequilibrado, gatopardista, corrupto e impune. Presenta al kirchnerismo como una célula que quiere devorarse todo el cuerpo, y éste sin anticuerpos que lo defiendan de aquélla (aquél).
domingo, 6 de mayo de 2012
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