La crisis que no estalló todos estos años (a pesar del poder agrario y del financiero internacional del 2008/09) ahora estallará en el futuro. Algún día. Entonces, es menester preparar el campo simbólico para recibirla con pasión cual sadomasoquista aguarda -pre-excitado- el latigazo: estamos igualito a 1995, cuando nos creíamos del primer mundo y después miren cómo terminó todo en 2001.
Roa incursiona por el post 23O (ya entregado) y, como agorero impaciente, se regodea con que los festejos de ese día sean predecesores de todos los males: "El kirchnerismo proyecta, pasadas las presidenciales, un programa de ajustes tarifarios escalonados. En cambio, sobrevivirían casi por completo los subsidios a colectivos, trenes y subtes, aunque se trate también de un modelo caro y discrecional que alimenta las mismas sospechas que el energético. Se llevan gastados unos $ 14.000 millones y serán muchos más al cabo del año.
Obvio, una cosa es enseñar la mejor cara ante las elecciones y otra, barrer bajo la alfombra los problemas: a la larga, el costo será mucho mayor".
Mientras, los empresarios -formateados en la matriz chicaguense- no se resginan a tomar esos modelos de análisis anacrónicos y desentenderse de los nuevos lineamientos que han evitado en el presente las verdaderas crisis que nos han sucedido: "Desde Mar del Plata, la mayoría de los empresarios que asistieron al 47º Coloquio de Instituto para el Desarrollo Empresarial (IDEA) cree que el próximo gobierno impulsará en 2012 una devaluación como política para solucionar los problemas de competitividad actuales, y que ésta será mayor que la esperada para este año. El dato surge de una encuesta realizada por PERFIL durante el encuentro empresario, que terminó el viernes en Mar del Plata.
Los ejecutivos esperan para el año que viene que la depreciación del peso se dé acompañada de otras medidas como la desaceleración del gasto público para sostener el superávit fiscal y la salida a los mercados golbales de deuda. Respecto de la puja salarial, se mostraron en la misma sintonía que el Gobierno, al considerar que habrá aumentos de entre 19% y 22%, lejos del 27% de promedio de este año. Además, descuentan un triunfo de Cristina Kirchner el domingo".
Y van der Kooy le da vuelta al argumento falaz del aislamiento del mundo. Artilugio discursivo para despestrigiar al país durante tantos de estos últimos años, cuando una crisis global se avecina es reemplazado por la idea de que es imposible que ese descalabro no afecte a la Argentina. Ahora, la pareja de Blanck pega otro salto y ve que es la gente que votó por CFK la que quiere aislarse del mundo: "El relato K posee, pese a todo, buena penetración. Un trabajo de la consultora Poliarquía demuestra que entre el 50% y el 55% de la sociedad confía en que la crisis mundial no golpeará sus bolsillos. Casi, con exactitud, el volumen de votos que recogió en agosto y volverá a recoger Cristina. Amén de la fidelidad, esa percepción popular podría trasuntar otra cosa: que un importante segmento de la sociedad acepta con conformidad el perfil de una Nación distante del resto del planeta".
En La Nación, Oviedo tira por enésima vez la chance de devaluar: "¿Puede Cristina devaluar? La mayoría de los economistas dice que no, porque aceleraría la inflación en un contexto de alta demanda, producción al tope y una tasa de aumento del costo de vida que ya es bastante alto.
Claro que esa situación está a punto de cambiar. A varios sectores les empieza a sobrar producción y es cuestión de que pasen las elecciones para que lleguen las suspensiones, dicen varios empresarios.
En todo caso, en medio de una recesión que reduzca la demanda y baje la inflación por las malas razones y no por una buena política, sería posible una corrección del tipo de cambio, como ocurrió en 2008, dice Lucas Llach".
Como cierra su "columna" de "opinión" Oviedo es la forma en la que estas plumas errantes tratan de mitigar su futuro cercano. Ya que la yegua va a golear, que no tenga nada que festejar: "El tiempo apremia y las señales de la economía en baja crecen día tras día. Muchos empresarios han estado disimulando. No piden la devaluación, pero la quieren. No suspendieron personal, pero lo harán pronto. Cristina Kirchner tendrá poco tiempo para festejar".
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