La Nación ha comenzado una campaña para defender a su amado Julio Argentino Roca. El domingo, Mariano Grondona justificaba al conquistador del desierto aseverando que "los mapuches a los que derrotó Roca no eran "pueblos originarios" de la Patagonía sino pueblos "invasores", ya que eran araucanos que provenían de Chile". Inclusive, en dicha columna, Grondona citaba, para semejante anima(la)da, al historiador Luis Alberto Romero, que va de Clarín a La Nación y no da a basto para defenestrar el relato "totalitario, faccioso, mesiánico y sincrético" del kirchnerismo.
Pero Romero no se expone a semejante fatochada (más allá de acudir a idénticos argumentos con tal de salvar al general: beatifiación de NK, no extrapolar los valores de hoy al pasado) y prefiere encarar la cosa por el lado de que por aquel entonces no se consideraba como algo malo asesinar a otra persona. Estamos hablando de fines del siglo XIX. No, no. Era lo más normal del mundo y se aceptaba socialmente. Uno podía andar por la calle matando, que hasta si lo hacía lindo, alguno se paraba a aplaudir.
"Es importante recuperar la perspectiva histórica, evitar los anacronismos y recordar uno de los principios básicos del oficio de historiador: los hombres y las instituciones deben ser comprendidas en el contexto de su época, sus prácticas y sus valores. No sólo ayuda a hacer buena historia, sino a tomar las lecciones correctas del pasado.
Roca fue un militar profesional que guerreó para construir el Estado nacional. Peleó en la Guerra del Paraguay, combatió a los poderes provinciales que cuestionaban la autoridad nacional, derrotó a los imperios aborígenes del Sur y definió las fronteras argentinas, ocupando un territorio que por entonces también pretendían los chilenos. No hay nada de excepcional en esta historia, similar a la de cualquier otro Estado nacional construido con los métodos que por entonces eran considerados normales. Los nacionalistas integrales, quienes consideran esencialmente "argentino" cada fragmento del territorio -no es mi caso-, deben admitir que Roca contribuyó a una soberanía que creen legítima. En cuanto a los pueblos originarios, ciertamente hoy no aprobaríamos la manera como los trató Roca, y la conducta del gobernador Insfrán nos parece detestable. Pero si se trata de leer el pasado desde el presente, deberíamos condenar también la manera en que, a lo largo de siglos, algunos "pueblos originarios" -por ejemplo, los aztecas o los incas- trataron a otros. Al menos, Roca no hacía sacrificios rituales con los prisioneros", acusa Romero.
Por supuesto que ambas plumas conservadoras (¡qué generoso, ¿no?!) adjudican este "ataque" a Roca solamente al kirchnerismo y su manía de construir un relato que resignifica el pasado a su conveniencia. Así, prefieren soslayar que estas relecturas legítimas del pasado, más bien, el desembarazarnos de relatos construidos por las elites liberales y neoliberales del país en su propio beneficio y no de la sociedad en su conjunto ya es un patrimonio social, antes que exclusivo de un partido de gobierno. Y eso es lo que más les duele, y creen que con agitar el fantasma de un kirchnerismo demonizado podrán convencer al resto (no kirchenrista) de parar la desacralización y puesta en contexto real de figuras como las del GENOCIDA Roca.
Cuando el kirchnerismo pase, Roca seguirá siendo GENOCIDA.
miércoles, 5 de octubre de 2011
¡Salven a Roca de estos kirchneristas demonizadores de patriotas que nos dieron el país que tenemos!
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