Mientras TN y Canal 13 se congracian con el arrasador triunfo de CFK, uno vuelve de votar (tarde), en un domingo tranquilo, con la gente segura y no apurada, para nada asustada con que se viene una dictadura feroz (ni el temor de que nunca se acabe este período de crecimiento, como expresaba hoy Kirschbaum: "Aún una abultada mayoría no le da al Gobierno a priori carta blanca para tomar decisiones que estén en contra de las disposiciones constitucionales") ni preocupada por los nubarrones que van der Kooy ("Cuando pasen la victoria y el drama reaparecerá el país cotidiano. Aquel que se asoma a un horizonte poblado de interrogantes") desea en el futuo para que merme el presente nivel de apoyo popular. Y menos que menos, aún anoche, en medio de inesperados amigos y conocidos conversos al más excelso binnerismo (¡tengo mayoría de amigos socialistas! Y no lo sabía...), una Cristina eterna (a lo Julio Grondona, con anillo y todo, ¿no, Blanck?) que vaya rumbo a un estadio monárquico.
No, nada que ver. El clima casi frío imponía un andar indubitable, cumpliendo con la labor enaltecedora de elegir por seguir apoyando lo que a todas luces es un conjunto de políticas que redunda en mejoras para la vida de los reales y un cambio cultural que puede oficiar como cobijo y anclaje de aquéllas.Nada que ver con esta impostura formal de los grandes medios, ahora súbitamente titulando de forma grandilocuente todo aquello que hasta ayer se encargaron de invisibilizar como apuesta por que el resultado de hoy no se concretara. Si ya no dolía leer a la Viau hoy a la mañana con una fábula llena de sangre y venganza donde resaltaba un redundante "¿a qué se debe tanta intolerancia? La contestación, en cualquier caso, es inquietante: o el “cristinismo” se cura en salud o no puede poner freno a su naturaleza. Hay quienes temen que estos episodios sean la versión atemperada de viejas experiencias, el prólogo a etapas confusas".
Nada que ver, como quieren presentar varios de ellos para deslegitimar una movilización social en apoyo ya no de un gobierno circunstancial, sino más bien a grandes lineamientos que hoy acomodará a sus verdaderos defensores o, por lo menos, dispuestos a discutirlos y perfeccionarlos. El resto ya sabe que apenas si les quedará lugar para seguir siendo panelista de los programas de las empresas y los sectores concentrados que sienten que les queda poco margen para continuar con sus injusticias y abusos.
El enamorado de Irlanda -que nos invitaba a imitarla mientras acá se llevaban políticas diametralmente opuestas- ahora nos avisa que por este camino no vamos bien: "Los tiempos que se avecinan difieren de los que hemos gozado en los últimos años". Y ya no usa el grotesco "viento de cola" sino directamente un resignado "lotería". Su partido hoy no llegará ni al 15% de los votos. Nada que ver. Absolutamente. Cada vez más gente ya lo sabe.
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