Mientras veía a Horacio anoche apelar a la visualización de nuevos escenarios e invitar a subir a los rezagados, me acordé de este pasaje del libro de Daniel Míguez, "Kirchner íntimo".
"Desde la Corte Suprema de Justicia designada por Carlos Menem le habían hecho llegar a Kirchner la advertencia de que el Tribunal podía fallar contra la pesificación, lo que, de concretarse, terminaría de desintegrar un país que ya estaba destruido. Fue entonces que decidió acelerar una desición que ya tenía tomada: impulsar el juicio politico a algunos de sus miembros, empezando por el presidente del tribunal, el riojano Julio Nazareno.
El 4 de junio, en su décimo día como presidente, Kirchner me contó que iba a usar por primera vez la cadena nacional de radio y televisión para pedirle al Congreso que iniciara un juicio político para destituir a Nazareno, y a la tarde me invitó a ver en su despacho el mensaje que iba a grabar un rato antes de su emisión.
Obviamente también se lo había informado a algunos de sus ministros. Cuando se lo contó al del Interior, Aníbal Fernández, notó en su cara un gesto de extrañeza, de duda o de asombro, que eran las expresiones que normalmente recibía Kirchner de sus interlocutores cuando anunciaba una medida audaz, al menos al comienzo de su gestión, antes de que se fueran acostumbrando a su estilo. En mi vio más de una vez esa misma cara y más de una vez respondió: "Lo que pasa es que vos sos muy conservador".
Ese día, al percibir un gesto callado de Aníbal Fernández, Kirchner lo inquirió:
-¿Qué? ¿Tenés miedo?
-No, no tengo miedo -respondió el ministro.
-Aníbal -continuó Kirchner como si no le hubiera creído-, si no tomamos medidas de fondo, ¿para qué sirve el poder? ¿Qué es el poder? ¿Que te saluden los granaderos? ¿El helicóptero? ¿La quinta de Olivos?".
(Míguez, Daniel. Kirchner íntimo. Editorial Planeta. Buenos Aires. 2011. pp 82-83).
sábado, 29 de octubre de 2011
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