Uno llega del colegio, luego de una larga jornada de alegrías y sinsabores, pero decidido a encontrarle la vuelta a aquello que no funciona de la forma en que cree que sería mejor. Prevé que esto lo va a atormentar durante horas, ante la repetida sensación de que es incapaz de solucionarlas, de tender puentes con los chicos para que el beneficio sea muto, en términos de recompensa espiritual. Uno anda atariado de tantas cosas que ha emprendido pero cree que podrá llegar a cumplir con tanta gente y tantas obligaciones. Uno disfruta de la familia atendiendo también las circunstancias no deseadas que hay que afrontar diariamente.
Y prende la tv y lo atropella un sinfín de cuadros por segundo de muerte, violencia, sangre, salvajismo, repetidos hasta el dolor, todo adornado con letras alarmantes y colores saltones, con la voz de un locutor que lee lo que le escribieron y repite que una persona murió, mientras es despedazada en público, siempre grabada por un celular libertario de tanta dictadura antes protegida.
Ese volcán en ebullición de fotogramas que no paran con su violación visual e intelectual es sólo predecesor de una impotencia ante tanto atentado legitimado, tanto asesinato disfrazado de "muerte" o de un lacónico "está muerto", del salvajismo de unos pocos por robarle a la Humanidad recursos y vidas, sobrepasando cualquier ley mínima de convivencia en sociedad, de muestreo prepotente e impune de cómo violar todos los organismos y las leyes internacionales sin recibir ningún castigo a cambio.
Y luego de la bronca viene la urgencia de pararlos; detener a estos grupos mínimos de poderosos grandes que asesinan a la gente pequeña rompiendo con la tradición legalista que tanto dicen defender; la necesidad de contener esa ola de muertes ante los ojos de la Humanidad, una tras otra, con bombas aún inteligentes y aviones fantasmas que ahora podrían pasar por nuestras cabezas y exterminarnos. La indignación de miles de ciudadanos del mundo está siendo aplastada a bombazo limpio, quebrando todo marco legal y soberano y saqueando los recursos de países enteros. Si hasta tuvieron el tupé de pedirle islas a uno, para que les pague las "deudas" que les "debía" después de haber sido endeudado a la fuerza por los mismos que ahora vienen a "salvarlo".
Y miro a mis hijas y a mi esposa y quiero escribir el más bello reclamo de apurarnos; ya tiene que ser. Apenas si se me ocurren estas pocas líneas, más lindantes con el enojo que con la predisposición a buscarle una salida a una encerrona mortal que puede terminar con nosotros ahora. Quiero escaparle a los desinformados y timoratos de siempre que vendrán a justificar el nuevo latigazo y a gozarlo como buenos subyugados. Ya no es tiempo de sugerirles. Ellos también son fuente de indignación a estas alturas. Ya no alcanza con hacerse el distraido para salvarse de la condena. Es ya.
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