Hay tanto para decir y recordar (el licencidado Baleno nos trae una saga imperdibe), pero recorriendo los portales a esta hora de la mañana (11,30), luego de recorrer la ciudad de trámite en trámite y observando lo apacible del devenir diario, uno identifica en diferentes noticias esos lugares comunes, esos pensamientos pensados por otros y repetidos como loros por tanta gente, sin hacerlos propios, sin ponerlos bajo cuestionamiento, a puro sentido común que les estruja la oportunidad de hacerse protagonistas de la Historia a partir de una interpelación de esos discursos fabricados por usinas muy lejanas del propio bienestar de esos repitentes.
¿Durante cuánto tiempo la consigna fue que estábamos aislados del mundo como forma de deslegitimar las políticas no ortodoxas que se instrumentaban y que terminaron dando tantos frutos que ahora las plumas que escribían aquello le piden a su Oposición que se avive y reconozca lo mismo que la gente le adjudicó como grandes logros al gobierno ayer?
¿Duante cuánto tiempo la idea de que vivimos en una dictadura llena de totalitarismo que recorta la libertad de expresión fue la imperante en conversaciones ocasionales, sin darse cuenta mínimamente que precisamente lo estaban expresando? Inclusive, esas falacias eran propagadas por muchos medios que acusaban al gobierno de recortar su libertad de expresarse y ahora la retransforman en la noción de Hegemonía y Partido Único, despotricando contra el veredicto popular de las urnas (dos veces en dos meses).
Todo para crear un clima de crispación que nos repetían era impropio de un país serio, como esos que comandan a bomba limpia Cameron y Sarko. Anoche recordaba Raúl Rizzo aquellas épocas de tractores y camionetas que rodeaban teatros donde actuaba y le colgaban el cartelito de Función Suspendida, los mismos actores principales de estos discursos que pudieron ser desactivados a partir de una mayor democratización de la información, efectiva desde la misma sociedad (redes sociales, por ejemplo) y luego respaldada por medios y espacios que no pudieron ya sostener ese accionar históricamente faccioso.
Esas mismas personas ahoran se refugian en un reconocimiento que les durará lo que el sentido común desprevenido les marque como forma de quejarse por la queja misma y la facilidad de entablar diálogos llenos de slogans e ideas preconcebidas por otros, esos que ahora se hacen los distraidos para poder tener una segunda (tercera, cuarta...) chance de seguir esmerilando a favor de su intereses particulares, siempre incompatbiles con el avance de una sociedad cada vez más igualitaria y justa.
lunes, 24 de octubre de 2011
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