Mientras Romero sigue gorileando a full (a tal punto de borrar de su recorrido cronológico sobre el peronismo la proscripción a la cual fue obligado para desperonizar el país por parte de los monkies de antaño) y considera al peronismo como autoritario y dictatorial aunque democrátio (sic enorme) y que vive del asistencialismo ("Encontró la forma eficaz de adecuar su estructura política al mundo de la pobreza y convertirlo en un ámbito privilegiado para la producción del sufragio. En esto, los peronistas demostraron más talento, flexibilidad y creatividad que cualquier otra fuerza política"), la editorial del diario (¿la escribe Bartolomeo?) se despacha contra la ley de identidad de género (¿le queda algo a La Nación para oponerse?): "Lo que preocupa es que puede llegar a bastar la mera declaración de la persona o de los padres para sus hijos menores. Cabe preguntarse si los matrimonios homosexuales que tengan hijos a través de los distintos mecanismos actuales no tomarán esta decisión con relación a sus niños, a los que perciben como iguales a ellos.
Como los padres, médicos y parteras no pueden percibir otra cosa que el aspecto morfológico genital de un bebe, lo inscribirán como masculino o femenino, según el caso, y transcurrirá con dicho sexo hasta la mayoría de edad. Después, según sea su inclinación sexual, verá cuál es su derrotero, si con mutilación o intervención quirúrgica o no, pero todo hace pensar que en asuntos que hacen al estado de las personas debe haber algún elemento más objetivo que la autopercepción invocada".
Como si aquella pregunta de Mirtha a Piazza le hubiera quedado rebotando en su cabeza, la empresa paraperiodística que vive sus úlimos meses con el negocio de Papel Prensa en sus manos embiste contra todo aquello que no se acomode a su rancia doctrina. Aunque sea el mundo.
Se fuerza la máquina: Del negro Rada a José Larralde
Hace 14 minutos
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