Desde hace una semana, el dueño de la editorial Perfil juega con conceder lo peor a cambio de un pero deslegitimador de lo que se reconoce. La figura discursiva busca mitigar lo grave en pos de ir a una realidad que el que enuncia la admisión se vea beneficiado. Lo raro (¿sí?) es que Fonte evidencia una no pretensión de usufructo directamente propio sino que habla en nombre de Clarín o de los devaluacionistas (¿o son lo mismo?).
Hoy: "Es cierto que Clarín como empresa utilizó el instinto de objetivad y significación lograda que anida como ideal en el alma de todo buen periodista para construir mecanismos de defensa de sus intereses patrimoniales que consolidaran las ventajas comerciales resultantes de los abusos de posición dominante. Y que el diario La Nación no tuvo la fortaleza moral para exponerlo públicamente y prefirió gozar de los beneficios de asociarse en los presentes que Clarín le permitía compartir sin prestar atención a aquellos versos de Virgilio en boca de un troyano: “Tengo miedo de los griegos aunque nos traigan regalos”. Pero los errores de Clarín como empresa no pueden trasladarse a una denegación de todo periodismo profesional, puro y sin aditamentos".
Ayer: "Todos los días, de camino a PERFIL, escucho el programa La mañana de Télam en Radio Cooperativa (AM 770) y los argumentos que difunde la agencia oficial de noticias siguen la lógica discursiva paranoica del Gobierno: “Los medios hegemónicos dramatizan los problemas porque en realidad quieren que la economía estalle para que el kirchnerismo pierda apoyo”.
Hay algo de verdad en ese juicio: los deseos siempre influyen sobre los pensamientos. Tantas veces los críticos al Gobierno han pronosticado el fin del modelo político y/o económico y ese derrumbe nunca se ha producido, que sería lógico suponer que esos vaticinios, o parte de ellos, estuvieron guiados por los sentimientos y no por la razón. Groseramente: “Los que advierten sobre riesgos argentinos quieren que a la Argentina le vaya mal”.
El ejemplo más paradigmático habría sido el de Carrió, pero aun con un tono menos vehemente los vaticinios, explícitos o tácitos, incumplidos sobre el fin del ciclo les caben a toda la oposición y al periodismo profesional.
Paralelamente, el Gobierno y sus partidarios se van al otro extremo: “Si cada vez que nos diagnosticaron una enfermedad terminal logramos transformar la amenaza en una oportunidad para volver a resurgir, a éstos no hay que creerles nada”.
En esto se repite la fábula del pastor y el lobo, conocida también como del pastor mentiroso".
El domingo pasado: "Nunca Magnetto fue un “constructor de subjetividad” sino apenas un interpretador y seguidor de la subjetividad de moda. Para engrandecer la épica de la batalla contra Clarín, se le atribuyeron a Magnetto capacidades políticas que nunca tuvo, como acaba de quedar demostrado en estas últimas elecciones.
Clarín nunca fue un proyecto ideológico, siempre siguió a los votantes, sus clientes. Por su vocación mayoritaria, la fidelidad de Clarín fue siempre con la opinión pública y no con sus propios ideales que siempre fueron secundarios a la cuestión comercial. Clarín acompañó el sentimiento de la mayoría y nunca, en sus más de sesenta años de historia, criticó seriamente a un gobierno que pudiera ser reelecto, sólo fue crítico de los gobiernos cuando, primero, la propia sociedad había comenzado a rechazarlos.
La mejor demostración de su falta de experiencia para enfrentar a un gobierno fuerte fue la impotencia con que llevó adelante este conflicto. En un país con la violencia política que tuvo Argentina, ningún diario que contara con un proyecto ideológico trascendente, de derecha o de izquierda, hubiera logrado sobrevivir entre los años 1945 y 1983. Obviamente, esto vale no sólo para Clarín sino también para La Nación, que siempre tuvo una ideología superficial, más fashion que intelectual, de la forma más que del fondo, escapándoles a las definiciones profundas. Por eso, fue el diario La Prensa y no La Nación el que confiscó Perón en los años 50.
De signo ideológico opuesto al de La Prensa, otro ejemplo de diario muy comprometido con una subjetividad –y que fue “asesinado” por eso mismo– fue La Opinión de Jacobo Timerman. Si no hubiera existido la última dictadura, quizás hoy sería como El País de España (fundado en la misma época): el mayor diario de la Argentina con una orientación progresista.
Arrastrado por Kirchner, Magnetto intentó construir subjetividad con conciencia de causa, pero la falta de preparación para esa tarea verdaderamente política quedó evidenciada en los resultados. Políticamente hablando, Clarín fue literalmente un tigre de papel. Comercialmente, es la empresa de medios más poderosa de la historia argentina. Pero son dos cosas diferentes.
El Clarín de Magnetto no fue el que “marcó una época de la historia contemporánea argentina”, como dice Tiempo Argentino. El agente que verdaderamente marcó la política argentina fue el peronismo que, ahora en su versión kirchnerista, deberá comenzar a buscar otro enemigo, porque contra los medios pronto aburrirá".
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