lunes, 21 de noviembre de 2011

Crisis o fiesta, that's the question

O se está con el poder económico concentrado o se está en contra de él, con lo cual declaramos que los argentinos vivieron enfiestándose y ahora, claro, alguien tiene que pagar los platos rotos. Aunque dentro de ese concepto se incluyan variables beneficiosas para cualquier país del mundo (bajo endeudamiento, PBI alto, desocupación baja, reservas altas, por nombrar al paso algunas nomás). La cuestión es desmerecer esos indicadores favorables para el conjunto de la sociedad que van en contra de los privilegios de los pocos que tratan de tapar las verdaderas causas de las crisis de los países centrales, para no develar sus intereses en común con banqueros, consultoras, especialistas en destruir países enteros para luego decir que van altruistamente a rescatarlos. Inclusive mucha gente, en esos países avanzados, ¡votan por ellos! Es más: permiten que les derriben primeros ministros para reemplazarlos por empleados directos de esos poderes concentrados. Una maravilla que ni Foucault pudo imaginar. Si Chomsky dijo que no es necesario censurar a los medios porque ellos solitos saben qué decir y qué no decir, podríamos ir a un nuevo estadío que enunciara una máxima doliente como ésta: no es necesario ya imponerles las recetas neoliberales conservadoras a ciertas sociedades, porque solitas van a pedirlas y legitimarlas hasta con el voto.
Desde la semana pasada, en nuestro país, el razonamiento de los que repiten como loros los discursos que les provee un alarmante Nelson Castro con su final de fiesta va por los lares de que el peronismo, por primera vez en la historia, debe hacerse cargo de los desajustes que supone ampliar derechos laborales, sociales, económicos, culturales a cada vez más gente, en vez de tirarle el fardo a los pobres radicales, que -además de por ser ineficientes- siempre terminan en el peor de los escenarios y huyendo antes de tiempo.
Entonces, lo justo es vendido por estas plumas como irresponsable y falto de seriedad, esos dos cánones que tan bien nos hicieron en nuestras vidas durante el período 1976-2001, como para darle un lindo corte temporal con las aspas desertoras del Chupete. Para ser redundante: es de países responsables recortarle las jubilaciones a los jubilados, los sueldos a los empleados, echarlos, sacarle plata a la Educación, Salud, etc, con tal de cumplir con las deudas que esos mismos gobiernos "entablaron" con organismos internacionales que no te la prestan si no hacés esos ajustes. ¿No es un círculo divino?
Entonces, los buscadores excitados de que por fin el modelo kirchnerista se acabó y terminó explotando como habían anticipado están de para bienes estos días, sin sonrojarse cuando alguien les recuerda que hace 1 mes atrás (¡1 mes!) afirmaban que CFK había ganado por el holgado margen que lo hizo solamente por el excelente estado de la economía (luego de pedir religiosamente que se acabaran los subsidios que mantienen a vagos, obvio).
Leamos.
Reato: "Antes de Cristina, Juan Perón tuvo que ajustar en su segunda presidencia, antes del golpe militar que habría que demostrar, según dijo luego el General, que “no es que nosotros seamos buenos; es que los que vinieron después fueron peores”. Lo mismo sucedió con Isabel Perón y el golpe del 24 de marzo de 1976. A Carlos Menem lo “salvaron”, en cambio, los radicales: cuando el Plan de Convertibilidad hacía agua, la Alianza ganó las elecciones de 1999 y tuvo que pagar la fiesta de otros.
Hay algo de justicia histórica en el ajuste que ahora protagonizan Cristina y la versión actual del peronismo".
Fernández Díaz: "Hay que leer el candombe sentimental que hicieron en homenaje a Néstor Kirchner. Su coro murguero finalizaba diciendo: "Nunca menos, ni un paso atrás". Pero a cuatro semanas de haber finalizado la campaña electoral donde Cristina Fernández de Kirchner fue plebiscitada, aquel mensaje cobra hoy un nuevo significado. Y es porque efectivamente, habrá menos. Menos subsidios, menos consumo, menos complacencia social, menos épica progresista. Y porque el gran espectáculo político consistirá entonces en ver cómo el peronismo paga responsablemente su propia fiesta, algo que Perón no pudo hacer porque sus enemigos lo borraron del poder justo cuando comenzaba a intentarlo. Ni tampoco Menem, porque le entregó una bomba de tiempo fabricada con deudas a un radical conservador. Luego Machinea, castigando con un impuestazo a la clase media, y Cavallo, sobrestimando el poder de la Alianza, quisieron desactivar esa bomba, pero les explotó en la cara".

Garbarz los agarra al vuelo: "Aplicar o retirar subsidios a la oferta y al consumo de los servicios, en los momentos apropiados y en determinados sectores, combinados con la inversión y las obras publicas, como conjunto de medidas coherentes de un proyecto nacional y popular, es para festejo de las mayorías. Esa es la fiesta que continúa. La que se termina es otra".
Y Zaiat enmarca: "Los subsidios son un factor relevante de una política fiscal expansiva, que tiene efectos positivos sobre la economía a través de múltiples mecanismos. De manera directa, alimentan el nivel de actividad vía la expansión del gasto público, componente central de la demanda agregada. Indirectamente, inciden sobre el crecimiento económico en virtud de su capacidad potencial de estimular la demanda de inversión (pública y privada) y el consumo. Por lo tanto, eliminarlos o reducirlos implica una contracción fiscal con el consiguiente resultado opuesto al de la expansión. Además, se presenta el riesgo de sumar tensiones inflacionarias. Si el Gobierno eligió ese camino porque prevé un 2012 apretado por la crisis internacional, puede terminar por confirmarlo debido a que se trata de una medida procíclica: para los usuarios, un menor consumo; para las empresas, una merma de competitividad.
Por otro lado, el frente fiscal de esta medida apunta a consolidar la recuperación de los superávit gemelos (cuenta corriente y fiscal). Esto no es una decisión económica, sino fundamentalmente política. Se sabe que una economía puede mantener su estabilidad con los actuales saldos de esas dos variables, que incluso registran mejores resultados que varios países. Pero por las características políticas y del poder económico de Argentina, desde un comienzo la administración kirchnerista estableció como norma para gobernar una sobreexigencia del saldo de esas cuentas para que la legitimidad política en las urnas pueda ser ejercida con cierta autonomía frente a diversas corporaciones, que ante algún signo de debilidad arremeten, como se observó en los últimos años en diferentes frentes, y más reciente en el mercado cambiario".

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