Aunque lo escriban negándolo, tanto Fontevecchia como Oña, Perfil y Clarín, imaginan aquellas viejas medidas que llevaron a la Argentina al quiebre programado del 2001 (u hoy a Grecia, Portugal, Irlanda, España al borde del suicidio premeditado). Aún a sabiendas de que el país se recuperó de dicha crisis con medidas totalmente contrarias a la ortodoxas (como le gusta llamarlas al Mercado).
Pide Fonte: "La revista The Economist evalúa el ranking de recalentamiento de las economías, teniendo en cuenta seis indicadores: la inflación, la tasa de desempleo en relación con el promedio de los últimos diez años, el crecimiento del PBI en relación con su tendencia, el exceso de crédito, la tasa de interés real y la previsión que se haga acerca de la posibilidad de cambio en la cuenta corriente. La Argentina lidera ese ranking mundial de recalentamiento de su economía.
Recalentamiento significa crecer por arriba del potencial; por ejemplo: China crece a las mismas altas tasas que la Argentina pero como su inversión externa es altísima, en el mismo ranking de recalentamiento aparece recién en puesto catorce. Que una economía esté recalentada “puede no traducirse en drásticos ajustes –dice el informe– sino en forzar que se agoten más rápidamente algunas anclas que mantienen el equilibrio”.
Para seguir creciendo, la economía argentina precisará algunas modificaciones en dirección contraria a lo que se declama como políticamente correcto desde el oficialismo y no sería impensable que siendo reelecta, Cristina Kirchner aplique medidas más ortodoxas con el mismo pragmatismo con el que su marido pasó de privatista y federalista como gobernador a estatista y fiscalmente unitario como presidente".
Pide Oña: "Existe un punto en el que el gasto estatal pinta insostenible: los $ 48.000 millones que el año pasado se fueron en subsidios indiscriminados o los 80.000 millones que podrían acumularse en 2011, con el sistema energético al tope.
Prácticamente nadie valida, en la oposición, un corte abrupto que, encima, tendría fuerte impacto inflacionario. Sino un proceso paulatino, selectivo , que consumiría varios años y preservaría a las capas de menores recursos .
Sólo porque suena a imposible sostener un paquete semejante, el propio Gobierno estaría pensando en recortes. Si los aplica será, claro está, después de las elecciones .
Por lo demás, no resultará sencillo repetir las tasas chinas de 2003–2008 . Ya no existe la enorme capacidad de producción ociosa de entonces, sino una utilización promedio que bordea el 80 %. Tampoco otros colchones, como el tipo de cambio ultraalto, que aseguró competitividad y protección a la industria; los salarios ultrabajos y un desempleo considerable.
“En el ciclo que viene la macroeconomía carecerá de aquel impulso”, sostiene un analista. Y por eso, proyecta niveles de crecimiento del 4 al 6 % anual.
También cree que vendrá el tiempo de poner la lupa en la micro. Esto es: inversiones de mayor calidad; una capacitación de la mano de obra que aumente la productividad; avanzar en nuevas tecnologías y superar cuellos de botella evidentes en energía, caminos y puertos.
Entre los consultores nadie dramatiza con situaciones de crisis, aunque prevén inevitable enfrentar desajustes que saltan a la vista".
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