Por Alejandro Groppo
La elección de Córdoba es un caso de manual de como se puede perder o ganar una elección según sea la campaña que se planifique. Hoy la campaña es todo, dado que en una campaña se ponen en juego un diverso conjunto de estrategias y la sociedad despliega un complejo sistema de percepciones que sólo un equipo profesional y unificado puede organizar y saber interpretar. Analizaré la campaña de Juez y De la Sota como casos paradigmáticos y opuestos de como encarar una campaña.
Luis Juez necesitaba construir, para encarar exitosamente su campaña a gobernador, un nuevo lenguaje político dado el hastío con que la sociedad ya comenzaba a percibir los modos y contornos recalcitrantes de su discurso anterior. Este límite era también la oportunidad de rearticular el mensaje de su fuerza política: si había un valor político que el FC debía explotar era el de la ‘innovación política’. Innovar hacia afuera y, al mismo tiempo, innovar hacia adentro. Tener la posibilidad de encarnar ‘lo nuevo’ en política no es poca cosa. Frente a oponentes que, entre ambos, están hace 28 años en el poder, tener así la posibilidad de diferenciar ‘lo nuevo’ vs. ‘lo viejo’ es un punto de partida apasionante para una campaña. Pero hay que saber operacionalizarlo en un conjunto de propuestas innovadoras y cristalizarlo en un lenguaje o en una ‘gramática’ que las presente simbólicamente como tales. El cambio de una gramática política implica no solamente una estrategia de comunicación electoral, implica también una redefinición identitario-ideológica además de un notable esfuerzo por parte de su candidato y dirigencia por comenzar ‘a poner en discurso nuevos objetos’. A 31 días de la elección el FC no pudo lograr ese objetivo: poder representar ‘lo nuevo’ para el votante de Córdoba. Si bien el contenido de ese discurso nuevo no está predeterminado, algunas aristas podrían ser, por ejemplo, presentarle a la sociedad un nuevo modo de relacionamiento entre el gobierno y la sociedad, postular la necesidad de ‘reformas de tercera generación’ acercando el estado a la gente a través del diseño de una nueva institucionalidad económica, política y social, una nueva institucionalidad implicada en una nueva gestión democrática de los servicios públicos y un nuevo modo de control social de la gestión de gobierno. Frente a las ‘reformas de 1era generación’ que se vislumbraron en el discurso de un Aguad apenas lanzado (‘incorporación’ de capital privado en empresas públicas, como EPEC y Bancor) y frente a la encerrona de De la Sota en las ‘reformas de 2da generación’ fallida (un discurso que pivota sobre ‘el contribuyente’, los incentivos fiscales y políticas de subsidios segmentados), Juez sólo podía ‘escapar para adelante’ y proponer un nuevo imaginario político: la profundización de las reformas democráticas de ‘tercera generación’. Ese era, no podía ser otro, el contenido de la ‘promesa política redentiva’ que debía hilvanar el discurso de Juez. Este nuevo imaginario político tiene la ventaja que no se limita a proponer algunas medidas puntuales (que es en lo que están enfrascados hoy los 3 candidatos) sino que abre la posibilidad de introducirse a un nuevo paradigma político, paradigma que le daría al candidato un lenguaje apropiado para ‘hablar lo nuevo’, para ‘poner en palabras lo que estaba faltando’. Este paradigma político es lo que ‘contiene’ y le da sostén simbólico a cada una de las expresiones del candidato. Ese nuevo paradigma es un texto que se escribe en no más de 6 páginas. Es una hoja de ruta conceptual, ideológica, un mapa gramatical de la provincia de Córdoba. Implicaba dar un salto desde donde se estaba allá por Marzo hacia este nuevo estadio, pero ese salto hacia ese nuevo paradigma no se puede dar de un día para otro. Un nuevo lenguaje político produce efectos, ‘paga’ su uso, en el mediano plazo, 4 o 5 meses, no en 30 días. El peor error que cometen los planificadores electorales no idóneos es creer que todo esto no ‘junta votos’ o, peor, que es palabrerío teórico sin evidencia empírica. Muestras al canto. ‘El discurso político es cosa seria’, habría que decirles. O peor, el ‘votante medio’ demanda y se identifica con esa maraña gramatical, con esa red, que como un espinel, tiene muchos anzuelos, pero sólo uno ‘agarra’.
La política de alianzas nacionales de Juez fue errada. Pino Solanas en Córdoba nunca midió más de 5% como candidato a presidente y Binner mide hoy no más de 12. Asociarse a candidatos no ganadores, que la sociedad no percibe con impulso victorioso muestra una especie de ‘insistencia en el error’ que afecta la sensibilidad ganadora que debe transmitir un candidato en su elección. Por otra parte, la sociedad dispuesta a votar a Binner o Alfonsín no evaluó como positiva la ruptura de la posibilidad de un frente fuerte entre ambos. Para la sociedad no hay marcadas diferencias entre ellos y crearlas artificialmente le hará pagar un precio más caro a Binner que a Alfonsín. La sociedad está más avanzada que la dirigencia política, y esto es una muestra de ello. Las discusiones durante Mayo-Junio pusieron a este sector en la vidriera del peor y más carnicero de los internismos. Ir en contra de esas tenues, y a veces insondables, pero definitorias percepciones sociales se pagan muy caro. De hecho, el gobierno nacional salió fortalecido de las dos candidaturas paralelas de Binner y Alfonsín, que a su vez se neutralizan mutuamente. A este rosario de errores se agrega una cuenta más: la división entre Solanas y Binner y la candidatura de Argumedo. Esta confusión afectó y seguirá afectando al FC de manera determinante. No sólo porque Solanas hará un papelón electoral el domingo en Capital Federal, saliendo tercero perdiendo casi el 70% de su caudal electoral del 2009, sino porque el conjunto de alianzas que a su vez Pino mostraba no eran electoralmente procreativas para el tipo de votante que Juez debía captar en Córdoba. Bonfatti gana en Santa Fe, esa es su elección. Pero Binner pierde la suya. Un Juez asociado a Binner, a la imagen de un Binner testimonial en su elección, encabezando una aventura electoral sin sentido es lo que afecta de manera decisiva su proyecto de poder en Córdoba. Junto con todo esto hubo una lectura errónea de lo que significa y es el kirchnerismo como fenómeno político o, mejor, lo que representa políticamente CFK. No hay espacio para tratar esto aquí, pero la figura de CFK concita adhesiones cruzadas complejas y fragmentarias, que rompe la linealidad crasa con que el FC delineó su política de alianzas. Es por ello que la representatividad de CFK no se delega, aún en las dirigencias que ella pretende crear. Hay distintas intensidades del voto, apelar a ‘profundizaciones’ o ‘radicalizaciones’ de procesos es tal vez exigir una densidad al voto que este no tiene. Los zigzagueantes movimientos de CFK, entre CGT y PJ, entre actores económicos diversos etc. muestran que como liderazgo tiene una notable sensibilidad para entender la composición multinivel de las identidades. Y tal vez allí resida todo su poder.
Los expertos han insistido hasta el hartazgo en el hecho que nunca nadie ganó una elección sin un equipo de campaña unido, sólido y con ‘una idea’. No hay dinero, ni recursos que puedan reemplazar la ‘idea’. De manera concomitante, una buena campaña, profesional y exitosa, es aquella donde el candidato no tiene la última palabra sino que es el trabajo colectivo, organizado, estructurado, en sinergia positiva y bajo una dirección técnica y experta la que establece la ‘última palabra’, incluso por encima de la palabra del mismo candidato. El liderazgo, bueno para la política general es malo para la conducción estratégica de una campaña. Es notable como De la Sota recita un texto en cada una de sus presentaciones. Si pudiéramos desgrabar todo lo que DLS ha dicho y dirá en la campaña obtendríamos un texto de no más de 5 páginas. Ese es un detalle no menor: es un dato del carácter simple, hipodérmico, concreto del lenguaje electoral. Lo interesante de esto es como el FC ha tematizado la campaña de sus oponentes (la de DLS es ‘cara’ y la de Aguad la ‘paga el gobierno’, etc. etc.). En vez de tematizar los ejes de su nuevo lenguaje, tematiza la campaña de su oponente ofreciendo un contenido de discurso no le interesa a la sociedad. Caminos cruzados: complejiza innecesariamente su discurso de campaña donde no debe complejizarlo y no trabaja en lo que debe. Un elemento no menos importante al momento de diagramar un lenguaje de campaña es la equivocada concepción del ‘pueblo’ compuesto por ‘corporaciones’ en vez de mirarlo como compuesto por variable demográficamente más relevantes: jóvenes femeninos, adultos mayores hombres, etc. Cuando se parte de lo primero se condiciona una propuesta a una ‘entidad’ o ‘corporación’, por ejemplo, los maestros o los empleados públicos (nunca significativos ni relevantes en un universo de 3 millones de votantes…). Esos grupos son más heterogéneos y tienen más ‘fallas de representatividad’ interna que lo que la política profesional supone. En realidad lo que desconocen los planificadores inexpertos son la maneras complejas y fragmentadas en que se constituye la identidad política. El primero y único que vio eso, otra muestra ya de su reconocida inteligencia política, fue DLS. Decíamos en Noviembre pasado en un reportaje a la Revista Matices que la ‘posición’ que DLS iba a ocupar era la de la ambiguedad productiva: los kirchneristas iban a apoyarlo por el efecto acumulación del hecho de ser peronista y los antikirchneristas lo iban a apoyar porque verían en él –o creerían ver, que es lo mismo- evidencias de resistencia al poder central. A estos últimos DLS les regaló la rebeldía de la formación de listas y designación de candidaturas y a los primeros un intenso coqueteo en los prolegómenos de la campaña, el apoyo de Accastello y alguna que otra declaración de oportunidad. Candidato inasible si se lo mira desde planos puros, absolutos. DLS es un notable ejemplo de lo que Zizek llama ‘posición de paralaje’: desde un plano o punto de vista es una cosa y desde otro plano es otra cosa, lo que lo habilita para acumular fuertes campos de adhesión en ambos planos. Juez en cambio, como ya dijimos, eligió una coalición no ganadora, testimonial y que en las últimas semanas cometió el peor error político que se puede cometer: la sin razón (como fue la ruptura Solanas-Binner, como ya dijimos).
La increíble pauta publicitaria de spots radiales y televisivos de la campaña de DLS es un elemento importante, pero no es central. Es más clave en la campaña de Aguad, que no tiene idea clara, que en la de DLS, que si la tiene. Aguad crece por repetición, DLS crece por impacto. Ambos previenen el virus crónico que corroe a Juez en campaña: desgranamiento de adhesiones con el correr de la campaña. El ‘aprendí’ de DLS es un hallazgo discursivo sin parangón. Neutraliza absolutamente toda opinión contraria y produce un corte positivo con el pasado, generando una ‘tabula rasa’ que le permite a DLS ocupar hoy el lugar de lo ‘nuevo’. Y eso es todo para esta elección. El poder del discurso y de la campaña hace ver como ‘lo nuevo’ a un partido que hace 12 años viene gobernando. Neutraliza: ante los que dicen ‘Falo, Carbonetti, hogar clase media, promesas incumplidas’ DLS responde: ‘aprendí’. Juez no tiene una estrategia que inmuniza la crítica negativa: ‘empleados públicos’, ‘mala gestión’, ‘imprevisibilidad’ …y no hay ningún recurso discursivo nada para contrarrestar. Es por ello que la inmunización no necesariamente es negativa, sino que es el primer paso para la proposición de un contenido positivo, más programático, a la campaña. Inmunizar esas críticas para el FC serían la ‘excusa’ para proponer –como está escrito en los documentos técnicos- una reforma general del estado eliminando la planta política en 4 años, estableciendo una política autónoma de formación y calificación, despolitizando los órganos de control y regionalizando las políticas hacia el interior de la provincia. Sin embargo lo que hasta ahora se ha enunciado va en cortocircuito con lo que sus potenciales votantes demandarían. Reforma constitucional, no reelección y una diversidad de abstracciones e inespecificidades que son la contracara de un discurso que debería hablar de más control, más gestión, más proximidad y más cuidado y preocupación por la vida en sus diversas manifestaciones. ¿Es tarde ya para hacerlo? Creo que sí. Solo resta el recurso a la producción de un notable hecho político como sería la presentación maximalista (y no en simposios temáticos) del Plan de Gobierno y sentarse a esperar. Hay que revertir, de manera provocativa, el dictum del militante: no hay militancia, no hay timbreo, no hay pintadas que suplan la falta de un lenguaje. No hay vida política sin lenguaje. Y un lenguaje, como todo lenguaje, se enseña y se aprende.
Luis Juez necesitaba construir, para encarar exitosamente su campaña a gobernador, un nuevo lenguaje político dado el hastío con que la sociedad ya comenzaba a percibir los modos y contornos recalcitrantes de su discurso anterior. Este límite era también la oportunidad de rearticular el mensaje de su fuerza política: si había un valor político que el FC debía explotar era el de la ‘innovación política’. Innovar hacia afuera y, al mismo tiempo, innovar hacia adentro. Tener la posibilidad de encarnar ‘lo nuevo’ en política no es poca cosa. Frente a oponentes que, entre ambos, están hace 28 años en el poder, tener así la posibilidad de diferenciar ‘lo nuevo’ vs. ‘lo viejo’ es un punto de partida apasionante para una campaña. Pero hay que saber operacionalizarlo en un conjunto de propuestas innovadoras y cristalizarlo en un lenguaje o en una ‘gramática’ que las presente simbólicamente como tales. El cambio de una gramática política implica no solamente una estrategia de comunicación electoral, implica también una redefinición identitario-ideológica además de un notable esfuerzo por parte de su candidato y dirigencia por comenzar ‘a poner en discurso nuevos objetos’. A 31 días de la elección el FC no pudo lograr ese objetivo: poder representar ‘lo nuevo’ para el votante de Córdoba. Si bien el contenido de ese discurso nuevo no está predeterminado, algunas aristas podrían ser, por ejemplo, presentarle a la sociedad un nuevo modo de relacionamiento entre el gobierno y la sociedad, postular la necesidad de ‘reformas de tercera generación’ acercando el estado a la gente a través del diseño de una nueva institucionalidad económica, política y social, una nueva institucionalidad implicada en una nueva gestión democrática de los servicios públicos y un nuevo modo de control social de la gestión de gobierno. Frente a las ‘reformas de 1era generación’ que se vislumbraron en el discurso de un Aguad apenas lanzado (‘incorporación’ de capital privado en empresas públicas, como EPEC y Bancor) y frente a la encerrona de De la Sota en las ‘reformas de 2da generación’ fallida (un discurso que pivota sobre ‘el contribuyente’, los incentivos fiscales y políticas de subsidios segmentados), Juez sólo podía ‘escapar para adelante’ y proponer un nuevo imaginario político: la profundización de las reformas democráticas de ‘tercera generación’. Ese era, no podía ser otro, el contenido de la ‘promesa política redentiva’ que debía hilvanar el discurso de Juez. Este nuevo imaginario político tiene la ventaja que no se limita a proponer algunas medidas puntuales (que es en lo que están enfrascados hoy los 3 candidatos) sino que abre la posibilidad de introducirse a un nuevo paradigma político, paradigma que le daría al candidato un lenguaje apropiado para ‘hablar lo nuevo’, para ‘poner en palabras lo que estaba faltando’. Este paradigma político es lo que ‘contiene’ y le da sostén simbólico a cada una de las expresiones del candidato. Ese nuevo paradigma es un texto que se escribe en no más de 6 páginas. Es una hoja de ruta conceptual, ideológica, un mapa gramatical de la provincia de Córdoba. Implicaba dar un salto desde donde se estaba allá por Marzo hacia este nuevo estadio, pero ese salto hacia ese nuevo paradigma no se puede dar de un día para otro. Un nuevo lenguaje político produce efectos, ‘paga’ su uso, en el mediano plazo, 4 o 5 meses, no en 30 días. El peor error que cometen los planificadores electorales no idóneos es creer que todo esto no ‘junta votos’ o, peor, que es palabrerío teórico sin evidencia empírica. Muestras al canto. ‘El discurso político es cosa seria’, habría que decirles. O peor, el ‘votante medio’ demanda y se identifica con esa maraña gramatical, con esa red, que como un espinel, tiene muchos anzuelos, pero sólo uno ‘agarra’.
La política de alianzas nacionales de Juez fue errada. Pino Solanas en Córdoba nunca midió más de 5% como candidato a presidente y Binner mide hoy no más de 12. Asociarse a candidatos no ganadores, que la sociedad no percibe con impulso victorioso muestra una especie de ‘insistencia en el error’ que afecta la sensibilidad ganadora que debe transmitir un candidato en su elección. Por otra parte, la sociedad dispuesta a votar a Binner o Alfonsín no evaluó como positiva la ruptura de la posibilidad de un frente fuerte entre ambos. Para la sociedad no hay marcadas diferencias entre ellos y crearlas artificialmente le hará pagar un precio más caro a Binner que a Alfonsín. La sociedad está más avanzada que la dirigencia política, y esto es una muestra de ello. Las discusiones durante Mayo-Junio pusieron a este sector en la vidriera del peor y más carnicero de los internismos. Ir en contra de esas tenues, y a veces insondables, pero definitorias percepciones sociales se pagan muy caro. De hecho, el gobierno nacional salió fortalecido de las dos candidaturas paralelas de Binner y Alfonsín, que a su vez se neutralizan mutuamente. A este rosario de errores se agrega una cuenta más: la división entre Solanas y Binner y la candidatura de Argumedo. Esta confusión afectó y seguirá afectando al FC de manera determinante. No sólo porque Solanas hará un papelón electoral el domingo en Capital Federal, saliendo tercero perdiendo casi el 70% de su caudal electoral del 2009, sino porque el conjunto de alianzas que a su vez Pino mostraba no eran electoralmente procreativas para el tipo de votante que Juez debía captar en Córdoba. Bonfatti gana en Santa Fe, esa es su elección. Pero Binner pierde la suya. Un Juez asociado a Binner, a la imagen de un Binner testimonial en su elección, encabezando una aventura electoral sin sentido es lo que afecta de manera decisiva su proyecto de poder en Córdoba. Junto con todo esto hubo una lectura errónea de lo que significa y es el kirchnerismo como fenómeno político o, mejor, lo que representa políticamente CFK. No hay espacio para tratar esto aquí, pero la figura de CFK concita adhesiones cruzadas complejas y fragmentarias, que rompe la linealidad crasa con que el FC delineó su política de alianzas. Es por ello que la representatividad de CFK no se delega, aún en las dirigencias que ella pretende crear. Hay distintas intensidades del voto, apelar a ‘profundizaciones’ o ‘radicalizaciones’ de procesos es tal vez exigir una densidad al voto que este no tiene. Los zigzagueantes movimientos de CFK, entre CGT y PJ, entre actores económicos diversos etc. muestran que como liderazgo tiene una notable sensibilidad para entender la composición multinivel de las identidades. Y tal vez allí resida todo su poder.
Los expertos han insistido hasta el hartazgo en el hecho que nunca nadie ganó una elección sin un equipo de campaña unido, sólido y con ‘una idea’. No hay dinero, ni recursos que puedan reemplazar la ‘idea’. De manera concomitante, una buena campaña, profesional y exitosa, es aquella donde el candidato no tiene la última palabra sino que es el trabajo colectivo, organizado, estructurado, en sinergia positiva y bajo una dirección técnica y experta la que establece la ‘última palabra’, incluso por encima de la palabra del mismo candidato. El liderazgo, bueno para la política general es malo para la conducción estratégica de una campaña. Es notable como De la Sota recita un texto en cada una de sus presentaciones. Si pudiéramos desgrabar todo lo que DLS ha dicho y dirá en la campaña obtendríamos un texto de no más de 5 páginas. Ese es un detalle no menor: es un dato del carácter simple, hipodérmico, concreto del lenguaje electoral. Lo interesante de esto es como el FC ha tematizado la campaña de sus oponentes (la de DLS es ‘cara’ y la de Aguad la ‘paga el gobierno’, etc. etc.). En vez de tematizar los ejes de su nuevo lenguaje, tematiza la campaña de su oponente ofreciendo un contenido de discurso no le interesa a la sociedad. Caminos cruzados: complejiza innecesariamente su discurso de campaña donde no debe complejizarlo y no trabaja en lo que debe. Un elemento no menos importante al momento de diagramar un lenguaje de campaña es la equivocada concepción del ‘pueblo’ compuesto por ‘corporaciones’ en vez de mirarlo como compuesto por variable demográficamente más relevantes: jóvenes femeninos, adultos mayores hombres, etc. Cuando se parte de lo primero se condiciona una propuesta a una ‘entidad’ o ‘corporación’, por ejemplo, los maestros o los empleados públicos (nunca significativos ni relevantes en un universo de 3 millones de votantes…). Esos grupos son más heterogéneos y tienen más ‘fallas de representatividad’ interna que lo que la política profesional supone. En realidad lo que desconocen los planificadores inexpertos son la maneras complejas y fragmentadas en que se constituye la identidad política. El primero y único que vio eso, otra muestra ya de su reconocida inteligencia política, fue DLS. Decíamos en Noviembre pasado en un reportaje a la Revista Matices que la ‘posición’ que DLS iba a ocupar era la de la ambiguedad productiva: los kirchneristas iban a apoyarlo por el efecto acumulación del hecho de ser peronista y los antikirchneristas lo iban a apoyar porque verían en él –o creerían ver, que es lo mismo- evidencias de resistencia al poder central. A estos últimos DLS les regaló la rebeldía de la formación de listas y designación de candidaturas y a los primeros un intenso coqueteo en los prolegómenos de la campaña, el apoyo de Accastello y alguna que otra declaración de oportunidad. Candidato inasible si se lo mira desde planos puros, absolutos. DLS es un notable ejemplo de lo que Zizek llama ‘posición de paralaje’: desde un plano o punto de vista es una cosa y desde otro plano es otra cosa, lo que lo habilita para acumular fuertes campos de adhesión en ambos planos. Juez en cambio, como ya dijimos, eligió una coalición no ganadora, testimonial y que en las últimas semanas cometió el peor error político que se puede cometer: la sin razón (como fue la ruptura Solanas-Binner, como ya dijimos).
La increíble pauta publicitaria de spots radiales y televisivos de la campaña de DLS es un elemento importante, pero no es central. Es más clave en la campaña de Aguad, que no tiene idea clara, que en la de DLS, que si la tiene. Aguad crece por repetición, DLS crece por impacto. Ambos previenen el virus crónico que corroe a Juez en campaña: desgranamiento de adhesiones con el correr de la campaña. El ‘aprendí’ de DLS es un hallazgo discursivo sin parangón. Neutraliza absolutamente toda opinión contraria y produce un corte positivo con el pasado, generando una ‘tabula rasa’ que le permite a DLS ocupar hoy el lugar de lo ‘nuevo’. Y eso es todo para esta elección. El poder del discurso y de la campaña hace ver como ‘lo nuevo’ a un partido que hace 12 años viene gobernando. Neutraliza: ante los que dicen ‘Falo, Carbonetti, hogar clase media, promesas incumplidas’ DLS responde: ‘aprendí’. Juez no tiene una estrategia que inmuniza la crítica negativa: ‘empleados públicos’, ‘mala gestión’, ‘imprevisibilidad’ …y no hay ningún recurso discursivo nada para contrarrestar. Es por ello que la inmunización no necesariamente es negativa, sino que es el primer paso para la proposición de un contenido positivo, más programático, a la campaña. Inmunizar esas críticas para el FC serían la ‘excusa’ para proponer –como está escrito en los documentos técnicos- una reforma general del estado eliminando la planta política en 4 años, estableciendo una política autónoma de formación y calificación, despolitizando los órganos de control y regionalizando las políticas hacia el interior de la provincia. Sin embargo lo que hasta ahora se ha enunciado va en cortocircuito con lo que sus potenciales votantes demandarían. Reforma constitucional, no reelección y una diversidad de abstracciones e inespecificidades que son la contracara de un discurso que debería hablar de más control, más gestión, más proximidad y más cuidado y preocupación por la vida en sus diversas manifestaciones. ¿Es tarde ya para hacerlo? Creo que sí. Solo resta el recurso a la producción de un notable hecho político como sería la presentación maximalista (y no en simposios temáticos) del Plan de Gobierno y sentarse a esperar. Hay que revertir, de manera provocativa, el dictum del militante: no hay militancia, no hay timbreo, no hay pintadas que suplan la falta de un lenguaje. No hay vida política sin lenguaje. Y un lenguaje, como todo lenguaje, se enseña y se aprende.
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