Razonamos con José Pablo (1):
En economía diferimos de todo planteo que proponga como punto de partida la reducción, la baja de los salarios y adherimos, con total certeza, a todo planteo que tome como punto de partida una reducción, lo más considerable posible, en las superganancias de los propietarios de los patrones, de las oligarquías de todo tipo, agrícolas, industriales, financieras. Son ellas las que tienen márgenes para hacero. Dinero de sobra para comprar alimentos. Ningún sacrificio les reportará una reducción de las ganancias que determine un aumento de los salarios. Es sólo la perversión, la acumulación insaciable de ganancias exhorbitantes, el desprecio por el interés del país en el que lucran y de sus ciudadanos con estrecheces económicas, lo que los lleva a defender con uñas y dientes su rentabilidad. Creen que si ellos ganan, gana el país. Que cuanto más ganen ellos, más fuerte será el país y, en algún momento, esa ganancia caerá hacia abajo, hacia el lugar de los desposeídos.
Los restantes ciudadanos padecen la escasez. Se nos dirá que la economía es la ciecnia de la escasez. Aunque, ¿habrá alguien más torpe como para decir eso? Es cierto: podemos definir a la economía como la ciencia de la ecasez, pero no para consagrarla, no para hacer de ella un tema teórico. La economía es el proyecto de la eliminación o de la disminución de la escasez. O, sin duda, debiera serlo. A las clases propietarias nada les importa la escasez de los necesitados, sino que viven para el crecimiento de su rentabilidad. Nada -la Historia lo ha probado- se puede esperar de sus sensibilidad para un país más justo. Su sensibilidad social, su participación en la justicia distributivia del país en el que lucran es inexistente, sólo les interesan sus márgenes de rentabilidad. Llevan en su corazón un libro de ingresos y egresos. Los ingresos tienen que superar -y cuanto más, mejor- a los egresos. Y si entre esos egresos están los salarios, pues entonces: cuanto más bajos, mejor. Cuanto menos se gaste en salarios más rentabilidad habrá.
Todo para la oligarquía ganadera
Con mil argumentos las oligarquías de todos los tiempos han intentando justificar esta ideología de acumulación. No hay diálogo. Si lo hay es porque tienen tanto poder interno y externo que hambrean al país y gozan de sus fabulosas ganancias. Compan diarios que los defienden. Periodistas que propalan sus sofismas. Que asimilan sus tierras primero al "campo" y luego a "la patria".Observemos la facilidad con que se arma este sofisma. Uno, la patria, la llama su tierra. Uno dice: "Amo a mi tierra o amo a a mi país". El folclore ha abusado de esta identificación entre tierra y país. "De la tierra de uno". O también: "Quiero morir en mi tierra". O "regresar a mi tierra". Pero la tierra no es de uno. Cuando Atahualpa dice "las vaquitas son ajenas" está diciendo lo mismo. "Nuestra" tierra es, en todo caso, el lugar en que tenemos las penas. Pero uno no ama a su tierra. No va a morir en su tierra. Y si regresa no regresará a su tierra. La tierra -identificada con la patria- no es de usted ni es mía ni es de la inmensa mayoría de la gente que vive en ella. Usted va a morir en la tierra de otro. Si quiere amar algo, no ame a su tierra, porque está amando algo que no le pertenece. Puede amar a su país, en todo caso. Pero la tierra, como las vacas de Atahualpa, es ajena. La falacia se viene construyendo desde tiempos inmemoriales. Si la patria es la tierra, la patria es "el campo".
(1) Feinmann, José Pablo. Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina. Tomo I. De 1943 al primer regreso de Perón (1972). Ed. Planeta. Buenos Aires. 2010. Pags. 247-248.
“Un país no es serio si no tiene un presupuesto”
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