Pero no como si miráramos a la gestión pública como un símil de la empresa que debe disminuir los costos.
No. Ineficiencia por incapacidad y falta de predisposición para solucionar las problemáticas sociales; por no querer anticiparse, no para no comerse un garrón púbico, sino para favorecer el diálogo que repare necesidades no satisfechas.
Ineficiencia por no saber leer los tiempos, estos que requieren de otras lógicas, desprendidas de la exclusión y la marginación como justificativos del hacer nada y balear.
Ineficiencia por las ansias asesinas de anular al otro interpelante con la muerte, sin animarse a dar un paso más y seguir en la profundización de la eliminación de las desigualdades.
Ineficiencia para redoblar el esfuerzo en superar alianzas que ya se han convertido en lastres y que requieren una aceleración mientras las prácticas genuinas de esos personajes sigan regando nuestro suelo con sangre.
Ineficiencia por estropear justos y legítimos reclamos con recuerdos del pasado que viene a instalarse con la fuerza de la normalidad otra vez.
Ineficiencia por no mirar todo lo avanzado y observar a través de qué camino se transitó para obtener esas nuevas formas de acercarle solucions efectivas al campo social.
Ineficiencia de los que callan por un signo, en vez de seguir apostando por él, marcando lo que nunca debe volver. Porque básicamente eso que fue desterrado es lo que nos permite hoy hablar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario