Anoche veía en TVR cómo el hermano de la adolescente perdida María Cash se quejaba por todas las mentiras que se inventaban los medios de comunicación a pesar de estar en curso una investigación para ubicar su paradero. Así desfilaban conductores de noticieros y segmentos de cadenas noticiosas diciendo que ella podía estar en Tucumán, Entre Ríos, Salta, o hablar de una mochila a partir de un video indistinguible. Como aquella vez que lo mismo hicieron con el caso Pomar (¿se acuerdan que llegaron a hablar de una abducción extraterrestre?), total luego le echaron la culpa a la Policía por supuestamente haberles entregado carne podrida... ¡A los reyes de la justeza informativa!
Y minutos después entro en estas dos "columnas de opinión" de dos de los exponentes máximos de eso que se autoengaña y engaña llamándose periodismo independiente (y la pregunta de siempre: ¿independiente de qué? ¿Independiente de quién?). Ambos tomándose de una tergiversación que Clarín hizo de una declaración de Estela de Carlotto (como bien explican aquí) para desmerecer la lucha por la búsqueda de la identidad de niños apropiados durante la Dictadura. Sólo que esta vez se trata de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, la dueña de Clarín, su ente regidor en materia periodística, profesional y laboral.
Así, Leuco Metralleta sólo se anima a jugar con la frase justo cuando viene hablando de CFK, para que semánticamente quede unida una idea con otra ("La Presidenta desea que por lo menos uno de ellos sea hijos de desaparecidos", concepto lleno de una asqueaste perversidad que se asigna para demonizar a los que buscan solamente justicia y para proteger a los poderosos a los cuales se desea victimizar).
Escribe el denunciador de Carrasco (todo dentro de un marco en el cual el Estado hostiga casi como el Estado terrorista de los 70's): "Hay muchas preguntas que el kirchnerismo debería hacerse al aire libre, aunque Cristina logre la reelección. ¿Fue sensato colocarles las camisetas partidarias a Bonafini y Carlotto? ¿La voracidad por la cooptación amplió o achicó el respeto de la sociedad por esas dos mujeres? ¿Fue correcto el grito de advertencia de “ojo, vienen por las Madres, no pasarán” hasta que finalmente de un plumazo le sacaron el manejo de las viviendas y hasta de la última moneda? ¿Fue la derecha destituyente la que hizo semejantes barbaridades o el fuego amigo que nadie se atrevió a parar a tiempo? ¿Quién se hará responsable ante la historia de haber metido a Carlotto en las internas de la Capital? ¿No entienden que con tanta agitación de suposiciones la desviaron de su búsqueda de la verdad y la identidad de los nietos apropiados y la usaron en batallas que le son ajenas? Las expresiones de deseo suelen ir a contramano de la rigurosidad. “Ojalá Felipe y Marcelo sean hijos de desaparecidos” es una frase a modo de ejemplo. “Macri reivindica la dictadura” es otra que pronunció nada menos que el ministro de Educación, sin aportar ni un dato pese a que cualquiera puede ver en Internet las fotos de Kirchner durante la Guerra de Malvinas con el general Oscar Guerrero, el discípulo de Camps, publicadas por el diario Correo del Sur".
Por su parte, El Censurado Exportador de Dólares toma la misma frase tergiversada y se le adosa a Carlotto (luego de admitir que el caso no está cerrado, a pesar de que la semana pasado se subía a la estrategia de sus patrones de que el segundo resultado negativo de ADN marcaba el fin de la causa): "El Gobierno ha sido profundamente afectado por el resultado negativo de la parte principal de los tests de ADN de los hermanos Noble Herrera. “Se perdió uno de los caballitos de batalla de la campaña”, reconoció una voz del oficialismo. Las reacciones que se produjeron tanto en el Gobierno como por parte de Estela de Carlotto marcan claramente que lo que interesaba no era la verdad, sino los efectos políticos de un eventual resultado positivo que demostrase que tanto Marcela como Felipe eran hijos de desaparecidos. “Ojalá uno de ellos sea hijo de desaparecidos” (sic), expresó la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, frase que representa el colmo del disparate. ¿Puede ser motivo de alegría que alguien haya tenido la desgracia de ser hijo de quienes perdieron la vida como consecuencia de la brutal metodología del terrorismo de Estado que se aplicó durante la última dictadura militar?".
Desnudar estos mecanismos discursivos es correr el velo sobre los intereses que defienden desde el periodismo supuestamente independiente y objetivo aquellos que no se animan a transparentarlos por miedo a perder la credibilidad que hace rato no los acompaña precisamente por dicha patología profesional y personal.
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