Sigue abarrotada la casilla de correo del Instrumento (uuuuuu, ¡¿hace cuánto que no lo nominalizábamos así, cariñosamente?!) con personas que poco más ya estarían dispuestas a sacrificar su vida antes de que el diario desaparezca por efecto de la maligna ley de Medios (aunque ésta sea aplicable sólo al ámbito audiovisual, pero bue... Nunca está de más un sacrificio).
El caso que nos reúne hoy es el de dos hermanos, Estela y Luis Lupidii, quienes enviaron sendos mails dando cuenta de que sus vidas están entrañablemente ligadas y estructuradas alrededor de una empresa (periodística, en este caso).
Leamos:
"“A los 6 años empecé a leer Clarín”
A los cinco años aprendí a leer. Mi papá me leía cuentos y eso despertó mi espíritu lector. A los seis me presentó a Clarín.
Con
Clarín aprendí a leer de otra manera. Aprendí desde chiquitita a leer a
Clemente (¡qué hueco nos ha dejado!), al Loco Chávez (aunque no
entendía nada...) a reírme con Inodoro Pereyra, a pelear con la
Claringrilla (que a esa edad no podía hacer, si no era con una “pequeña
ayuda” de mi viejo). En mi adolescencia leía compulsivamente el
Deportivo y el S!, descubriendo los recitales, las bandas, las salidas
de rock. Siguiendo a mi amado Boca Juniors.
Cuando llegué a la
veintena empecé a dedicarme más tiempo a la parte política, a soñar con
el “Viajes”, a asustarme con los policiales. En este momento ando por
los 36 y lo leo de principio a fin. Ahora miro con otros ojos, pero
también miro con afecto un lazo que tenemos papá y yo. Papá, que se mudó
a 700 km y un poco más, y que me llama para hablar de muchas cosas. Y
siempre empezamos con “¿Leíste hoy en Clarín ...?”. Ahora nos
encontramos en Clarín, y discutimos, acordamos, disentimos. Es parte
nuestra. Es nuestro lugar.
Mi hija tiene 9 años. ¿Ese espíritu lector se lo heredé?, probablemente. Lee mucho y bien.
Lee Clarín.
Le
encanta mirarlo conmigo, es ritual de los domingos. Leemos juntas.
Miramos juntas. Nos reímos, sí, discutimos, aprendemos. Hacemos la tarea
con Clarín, nos enlaza Clarín.
La cadena es esta.
Clarín es una
cadena, pero para nosotras, la del compañerismo, la del vínculo
abuelo-madre-hija, la cadena que nos une a otros espacios, otros
lugares, que son sólo nuestros. Y que nos permite, muy seguido,
disentir. Fomentar el espíritu crítico. Responder preguntas difíciles:
“¿Qué es eso de los dólares?”, “¿La Presidente es buena o mala?”, “¿Está
bien que hagan paro?”. Intento, esbozo, ejemplifico. Educo. Armo. Nos
ubico.
El diario es parte mía, de mi historia, de mi familia, de mi
yo. Ahora mismo es parte de mi hija, será parte de ella, espero, de la
misma forma que lo fue mía.
No creo que puedan, a la luz de las idas
y vueltas judiciales, quitarme eso jamás. Aunque mañana decidan que
Clarín ya no existe más. Aunque mañana me digan que ya no puedo leer
Clarín. Aunque a alguien se le ocurra o pretendan robarme “mi diario”.
La historia no se roba, no se quita, no se tapa.
No se desaparece.
Esta es mi vida con Clarín: la de mi viejo, la mía, la de mi hija.
Eso no me lo van a quitar jamás. Al Gran Diario Argentino.
Estela Lupidii
estelitami@live.com.ar".
Y entonces, Osvaldo Pepe, encargado de las Cartas de Lectores, le contesta y aprovecha: "Eso es lo que transmite Clarín entre muchos de sus lectores, un hábito
muy arraigado, una compañía en el desayuno rumbo al trabajo. Un motivo
de tertulia en la familia y hasta de disensos, por qué no. A veces muy
intensos, pero nunca descalificadores ni con la pretensión de avasallar
la voz y el sentimiento del otro.
Ese vínculo tan propio, ese
contrato de lectura basado en casi siete décadas de fidelidad,
transmitido de padres a hijos y nietos, que se potencia hoy en la
versión digital, eso y no otra cosa, diga lo que diga el relato oficial,
es lo que un gobierno que no entiende la función del periodismo en la
sociedad intenta quebrar. O que acaso la entiende demasiado y por eso
hace o que hace: atacar de modo sistemático a Clarín, mientras con la
ley de medios pretende con un odio enfermizo quedarse con las licencias
de sus soportes electrónicos y audiovisuales para darlos en bandeja a
sus amigos".
20 días después escribe el hermano de Estela, Luis.
"Nuevos testimonios de apoyo y afecto a Clarín
En
forma cotidiana suelo tener diferencias de criterios o de observación
de una noticia con mi hermana. Ella, como ha manifestado en su carta del
6 de enero, creció leyendo Clarín y esa es una unión profunda, que ha
calado tanto en ella como en su hija, y una herencia que ambas han
recibido de mi padre.
Solemos tener arduos debates porque generalmente no veo las cosas tal cual las ve Clarín.
Después
del pasado 6 de enero, mi hermana recibió varios cuestionamientos de
carácter irónico sobre su carta, ante los cuales expreso mi total
repudio.
No defiendo a Clarín, defiendo los sentimientos nostálgicos
de mi hermana en sus primeros pasos en la lectura, ¿o es que recordar
hoy con añoranza como uno aprendió a leer es de golpista o destituyente?
Pregunto, ¿Qué hay de negativo que uno rememore sobre como un padre le
leía sus primeros cuentos? ¿Es que, acaso, cuando uno recuerda como
logró iniciarse en la lectura critica la ley de medios, a Oyarbide?,
simplemente era la remembranza de un pasado lejano con nuestro padre,
que hoy vive lejos nuestro.
Lamento informar a aquellos que están en
esta pseudo cruzada religioso-política contra Clarín que nunca van a
poder barrer con el pasado. Aquellas personas que han sido marcadas como
mi padre, mi hermana y mi sobrina por el diario Clarín siempre lo
recordarán con una nostalgia romántica: eso no podrá se quebrado por
ninguna ley, ni por ningún gobierno.
No concuerdo en muchas cosas con
Clarín, pero pido respeto hacia una persona a la que le alegran el
día, como es mi caso, cuando su sobrina le lee la tira de “Yo, Matías” y
así me permite ver en esos ojos el brillo de la alegría, porque
simplemente, está compartiendo un momento en familia.
Luis A. Lupidii
barrilete_cosmico@live.com.ar".
Este texto es complementado por otra carta, enviada por Horacio Iglesias (horacio25iglesias@yahoo.com.ar), que asegura que Clarín no le miente.
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