Por Armando Vidal
Editor de la página Congreso Abierto. Ex periodista parlamentario de Clarín
"Cualquiera sea el resultado en torno de la Ley de Medios, Clarín
estará abriendo una nueva etapa en su vida. Será la quinta desde la
fundacional en 1945, a la cual siguieron la que produjo la muerte de su
director y creador, Roberto J. Noble en 1969; la expulsión de su seno y
por ende de su ideología del desarrollismo en 1982, y la creación del
Grupo Clarín en 1990.Esta última, la del grupo, es la de la concentración de medios. Pero nada cambiará demasiado si no cambia Clarín, más allá de lo que vaya a pasar con Papel Prensa en la Justicia.
Esto también estará en juego en las próximas elecciones en las que el diario anhela hallar el respiro que ni los fallos judiciales le han concedido.
Difícil pensar que después de tan duro conflicto con el gobierno de Cristina Kirchner, Clarín sea el mismo. Debe haber sido muy duro para sus altos directivos aprender a estar bajo el potente foco de la luz pública, que fue –ejemplo sin segundas intenciones– lo que trastornó en su momento al empresario Alfredo Yabrán.
Y lo evitaron siempre que pudieron. Por ejemplo, cuando la AFIP envió ese insólito batallón de inspectores a la sede del diario, ningún referente del sector administrativo dio la cara como hubiera correspondido. Fueron los periodistas que cubrieron el hecho como si estuviera aconteciendo en otro lado.
En esa historia, los hombres del poder del diario nunca estuvieron a la vista en la redacción, cuyo control provenía de nexos. Pero desde 1990 cuando Marcos Cytrynblum –un secretario general insoslayable que había logrado llevar a un millón la venta de ejemplares los domingos–, dejó de pertenecer al diario, por decisión de Héctor Magnetto, esa gravitación fue creciente. Y más en tiempos de guerra, que reclaman la participación de abogados. Un problema en sí mismo.
Los abogados son los que llevaron a un diario, que reclama el ejercicio de la libertad de expresión, a pretender cercenársela a periodistas alineados con el Gobierno. Parece un chiste de Alejandro Borensztein. Pero fue muy serio y el diario tuvo que dar marcha atrás inmediatamente.
Tan insólito como pretender censurar a Menchi Sábat, incluso a requerimiento de una periodista (Gabriela Cerrutti, actual legisladora). ¿Y si el cuestionado dibujo se hubiera publicado en Tiempo Argentino? Así estaba Cristina: bella, sin lágrimas, mirando pensativa con un dejo de tristeza, quizás tramando su reacción. Sabe en el dibujo –un ojo morado– que no está exenta de pagar las consecuencias de su propia lucha y por eso la Presidenta no perdió tiempo en lamentos. Siguió peleando.
Volvamos a Clarín. Un diario sin otra visión del país que la defensa de sus propios intereses –como un house organ– empequeñece la obra de sus casi setenta años.
Clarín necesita pensar para un país que tiene todo por hacer. Hacerlo con sentido editorial, no con suplementos ocasionales y justificatorios. No puede contentarse con el papel secundario de La Nación –tribuna liberal hacia afuera que Clarín hizo proteccionista en Papel Prensa hacia adentro– a menos que renuncie formalmente a los postulados recibidos de Noble, un político. “Un toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos”, dice su emblema en tapa.
La Argentina reclama ser repensada, necesita a Clarín, su diario más importante. Necesita determinar con precisión las políticas de un Estado históricamente errático, para evitar que quede sujeto exclusivamente a los vaivenes y humores electorales. Los políticos no se ocupan de pensar y menos cuando llegan al Gobierno. Buscar las ideas fuerzas para ordenar la comunión de Estado y pueblo. La diversidad en el control de los medios fue el único de esos grandes temas –políticas de Estado– debatidos y aprobados en el Congreso de la Nación. ¿Puede acaso frustrar ese esfuerzo la Justicia? Difícil de creer.
¿Qué sentido tendría el Bicentenario si no es para consumar esta tarea pendiente? ¿Qué sentido sería pensar en ello sin que la prensa, abierta y participativa, asumiera su compromiso?".
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