"La economía de un país no se asemeja a una economía familiar. No tiene nada que ver con la forma en que se administra el presupuesto de una familia. Es una de las distorsiones analíticas más arraigadas en el saber popular gracias a que la reiteran hasta el cansancio políticos y economistas conservadores. La frase dice que los gobiernos, como los hogares, deben vivir con sus propios recursos. Esta analogía resuena fuerte entre los ciudadanos porque comprenden el funcionamiento de las finanzas en sus hogares. Quienes administran el presupuesto de una familia saben que no pueden endeudarse en forma permanente. Pero los países emiten sus propias monedas y pueden gastar más de lo que recaudan cuando lo hacen en forma consistente. Las familias administran su presupuesto destinando dinero al consumo inmediato y, cuando pueden, ahorran para poder gastar más en el futuro. En cambio, los gobiernos pueden adquirir todos los bienes y servicios que quieran siempre y cuando los puedan comprar con la moneda que ellos emiten. Los gobiernos nunca se pueden quedar sin dinero porque lo emiten; las familias no emiten dinero. Es una diferencia sustancial para destruir el argumento de la austeridad, que está construido sobre falsedades. Ese discurso lo padecen ahora los europeos, como aquí lo sufrimos en los noventa. El aumento del gasto público y la emisión monetaria con objetivos de expansión y en forma sustentable no provoca una crisis, sino que, por el contrario, la evita, si la economía no utiliza en plenitud su capacidad productiva.
Los problemas de deuda de una economía nacional no son equiparables con los problemas de deuda de una familia individual. El cuentito de la ortodoxia dice que una familia que ha acumulado una deuda excesiva debe apretarse el cinturón y, por lo tanto, el Estado en una situación similar debe hacer lo mismo. ¿Por qué es una mala comparación? La respuesta es que una economía no es como una familia endeudada. El Premio Nobel Paul Krugman lo explica: "Nuestra deuda es en su mayoría dinero que nos debemos unos a otros; y lo que es aún más importante, nuestros ingresos provienen principalmente de lo que nos vendemos unos a otros. Sus gastos son mis ingresos y mis gastos son sus ingresos. ¿Y qué pasa si todo el mundo simultáneamente reduce drásticamente el gasto en un intento de pagar lo que debe? La respuesta es que los ingresos de todo el mundo se reducen; mis ingresos disminuyen porque ustedes están gastando menos, y sus ingresos disminuyen porque yo estoy gastando menos. Y, a medida que nuestros ingresos se hunden, nuestro problema de deuda se agrava, no mejora"".
Zaiat, Alfredo. Economía a Contramano. Cómo entender la economía política. Ed. Planeta. Buenos Aires. 2012. Pp. 18-20.
viernes, 18 de enero de 2013
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