domingo, 13 de enero de 2013

Denuncia de censura en La Nación

El escritor Guillermo Raffo, en Perfil, asegura que en el diario de Bartolo no le publicaron una columna porque en ella criticaba al periodista Jorge Fernández Díaz (foto). La denuncia la hace extensiva, también, al diario de Fontevecchia, aunque mitigándola. No desaprovecha la oportunidad para criticar al kirchnerismo, como habitualmente lo hace.
"Hace meses me pidieron una nota en La Nación. Me sorprendió, porque, con excepciones, lo que hacen es incompatible con lo que yo pienso. La escribí cuidando que fuera precisa, inobjetable. Dos semanas después, Carolina Arenes me escribió diciendo que no podían publicarla porque yo le había faltado el respeto acá a “su amigo”, Jorge Fernández Díaz. Le contesté: “No veo qué tiene que ver mi opinión de Fernández Díaz con que vos decidas publicar o no una nota que no te ofrecí, me la pediste vos, y que no tiene ninguna relación con lo anterior. Salvo que seas la dueña de La Nación, y La Nación sea una fiambrería”. También manifesté mi intención de cobrar por mi trabajo. Me mandaron una factura por 500 pesos (diez taxis) sin decir nada más; eso fue en octubre. ¿A ustedes les pagó La Nación? A mí tampoco.
Imaginemos que yo hubiera necesitado esa suma miserable, o la perspectiva de esa suma multiplicada en el tiempo, o la exposición en uno de los diarios más leídos del país. ¿Qué tendría que haber hecho? Lo que supongo harán cotidianamente muchas personas con prioridades más normales: someterme a la voluntad del comisario del pueblo, adular a Fernández Díaz o al menos jamás sugerir que podría ser merecedor de un insulto, aunque éste sea hipotético. Incluso mis empleadores en PERFIL me sugirieron que insultar a Fernández Díaz no estaba bien visto en el ambiente, al menos no “sin argumentos,” como si hiciera falta argumentar insultos.
A priori no sabemos si Fernández Díaz es un forro. Es inconstatable. Ni sabemos bien qué querría decir “forro” en este caso. Elegí ese insulto genérico porque ni siquiera en mi noche más oscura querría imaginar que el giro cultural e ideológico que se observa en La Nación e influye negativamente sobre otros estamentos más necesarios de la escena pública pueda obedecer a una conspiración maquiavélica. Prefiero que sea un forro, que sean todos forros, porque si no, es un monstruo y me da miedo. ¿Es o se hace? Lo mismo de siempre. Ustedes dirán, procedo a describir.
Fernández Díaz apoyó la Guerra de Malvinas. Cuando estaba por terminar, quiso anotarse como voluntario para defender a la patria. Combatió la desmalvinización alfonsinista. Marchó con ex combatientes y vandalizó la estatua de George Canning. “Con una mano en el corazón: ¿alguien podría haberlo hecho mejor?”, preguntó después hablando de Néstor Kirchner. Y dijo: “El kirchnerismo es un movimiento fascinante, oscuro y luminoso. Me interpela, me sorprende, me ofende, me repugna y me provoca admiración”.
Fernández Díaz dice que Horacio González es “un hombre honesto y un erudito deslumbrante,” y que escribe “con hondura y honestidad intelectual”. Cita como fuentes respetables a Mario Wainfeld y a José Nun, a quien le ofrece un generoso espacio en el diario que regentea como si fuera un burdel. También recomienda “la ética de Mempo Giardinelli”, es responsable de treinta notas de Martín Lousteau y de mil comas de Laura Di Marco. Describió la gestión de CFK como “una hegemonía sin excesos en una democracia renga, pero vigente”. No duda de que el nacionalismo es un componente necesario para la construcción de cualquier país, y dice: “Quienes abominan de esa voluntad nacional están negando la fórmula del éxito”. Una última cita que lo resume todo: “El kirchnerismo inteligente debería cuidarse mucho de no convertirse en un malversador serial de grandes causas”.
A mí me sobra con “kirchnerismo inteligente” y “grandes causas”, pero supongamos que a los demás no. Esta semana, el entrismo vil que Fernández Díaz encabeza –en su misión oscurantista de obligarnos a aceptar que todo será kirchnerismo para siempre– nos regaló la nota más horrible de Alberto Fernández hasta hoy, lo cual no es poco. ¿Tengo que argumentar “horrible” también? El ex ministro santurrón, que comparte con Fernández Díaz no sólo el apellido y (a veces) los bigotes Cantinflas, sino también un repentino afán moralizante tuerto que sólo ve locura en el kirchnerismo después de 2008, intentó convencernos de que hacer un asado en la ESMA es peor que darle plata a Schoklender, algo que –ya que estamos– hizo él. Un disparate, por supuesto.
Vemos así cómo “forro” se convierte en un elogio para Fernández Díaz, si insiste con la idea de que rechazar de plano al kirchnerismo es parecerse a él. Le dijimos “forro” para salvarlo de un espejo más certero y cruel que le devuelva la imagen que realmente tenemos de él: estafador, operador hipócrita de un poder mafioso".
Fuente

ACTUALIZACIÓN (11,20 HS)
Llegó respuesta de Raffo.

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