El escritor Guillermo Raffo, en Perfil, asegura que en el diario de Bartolo no le publicaron una columna porque en ella criticaba al periodista Jorge Fernández Díaz (foto). La denuncia la hace extensiva, también, al diario de Fontevecchia, aunque mitigándola. No desaprovecha la oportunidad para criticar al kirchnerismo, como habitualmente lo hace.
"Hace meses me pidieron una nota en La Nación. Me sorprendió, porque,
con excepciones, lo que hacen es incompatible con lo que yo pienso. La
escribí cuidando que fuera precisa, inobjetable. Dos semanas después,
Carolina Arenes me escribió diciendo que no podían publicarla porque yo
le había faltado el respeto acá a “su amigo”, Jorge Fernández Díaz. Le
contesté: “No veo qué tiene que ver mi opinión de Fernández Díaz con que
vos decidas publicar o no una nota que no te ofrecí, me la pediste vos,
y que no tiene ninguna relación con lo anterior. Salvo que seas la
dueña de La Nación, y La Nación sea una fiambrería”. También manifesté
mi intención de cobrar por mi trabajo. Me mandaron una factura por 500
pesos (diez taxis) sin decir nada más; eso fue en octubre. ¿A ustedes
les pagó La Nación? A mí tampoco.
Imaginemos que yo hubiera necesitado esa suma miserable, o la
perspectiva de esa suma multiplicada en el tiempo, o la exposición en
uno de los diarios más leídos del país. ¿Qué tendría que haber hecho? Lo
que supongo harán cotidianamente muchas personas con prioridades más
normales: someterme a la voluntad del comisario del pueblo, adular a
Fernández Díaz o al menos jamás sugerir que podría ser merecedor de un
insulto, aunque éste sea hipotético. Incluso mis empleadores en PERFIL
me sugirieron que insultar a Fernández Díaz no estaba bien visto en el
ambiente, al menos no “sin argumentos,” como si hiciera falta argumentar
insultos.
A priori no sabemos si Fernández Díaz es un forro. Es inconstatable.
Ni sabemos bien qué querría decir “forro” en este caso. Elegí ese
insulto genérico porque ni siquiera en mi noche más oscura querría
imaginar que el giro cultural e ideológico que se observa en La Nación e
influye negativamente sobre otros estamentos más necesarios de la
escena pública pueda obedecer a una conspiración maquiavélica. Prefiero
que sea un forro, que sean todos forros, porque si no, es un monstruo y
me da miedo. ¿Es o se hace? Lo mismo de siempre. Ustedes dirán, procedo a
describir.
Fernández Díaz apoyó la Guerra de Malvinas. Cuando estaba por
terminar, quiso anotarse como voluntario para defender a la patria.
Combatió la desmalvinización alfonsinista. Marchó con ex combatientes y
vandalizó la estatua de George Canning. “Con una mano en el corazón:
¿alguien podría haberlo hecho mejor?”, preguntó después hablando de
Néstor Kirchner. Y dijo: “El kirchnerismo es un movimiento fascinante,
oscuro y luminoso. Me interpela, me sorprende, me ofende, me repugna y
me provoca admiración”.
Fernández Díaz dice que Horacio González es “un hombre honesto y un
erudito deslumbrante,” y que escribe “con hondura y honestidad
intelectual”. Cita como fuentes respetables a Mario Wainfeld y a José
Nun, a quien le ofrece un generoso espacio en el diario que regentea
como si fuera un burdel. También recomienda “la ética de Mempo
Giardinelli”, es responsable de treinta notas de Martín Lousteau y de
mil comas de Laura Di Marco. Describió la gestión de CFK como “una
hegemonía sin excesos en una democracia renga, pero vigente”. No duda de
que el nacionalismo es un componente necesario para la construcción de
cualquier país, y dice: “Quienes abominan de esa voluntad nacional están
negando la fórmula del éxito”. Una última cita que lo resume todo: “El
kirchnerismo inteligente debería cuidarse mucho de no convertirse en un
malversador serial de grandes causas”.
A mí me sobra con “kirchnerismo inteligente” y “grandes causas”, pero
supongamos que a los demás no. Esta semana, el entrismo vil que
Fernández Díaz encabeza –en su misión oscurantista de obligarnos a
aceptar que todo será kirchnerismo para siempre– nos regaló la nota más
horrible de Alberto Fernández hasta hoy, lo cual no es poco. ¿Tengo que
argumentar “horrible” también? El ex ministro santurrón, que comparte
con Fernández Díaz no sólo el apellido y (a veces) los bigotes
Cantinflas, sino también un repentino afán moralizante tuerto que sólo
ve locura en el kirchnerismo después de 2008, intentó convencernos de
que hacer un asado en la ESMA es peor que darle plata a Schoklender,
algo que –ya que estamos– hizo él. Un disparate, por supuesto.
Vemos así cómo “forro” se convierte en un elogio para Fernández Díaz,
si insiste con la idea de que rechazar de plano al kirchnerismo es
parecerse a él. Le dijimos “forro” para salvarlo de un espejo más
certero y cruel que le devuelva la imagen que realmente tenemos de él:
estafador, operador hipócrita de un poder mafioso".
Fuente
ACTUALIZACIÓN (11,20 HS)
Llegó respuesta de Raffo.
domingo, 13 de enero de 2013
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