"Por lo menos cuatro personas, entre ellas un
adolescente de 17 años, fallecieron en los últimos días en Rosario, como
consecuencia de los graves episodios de violencia registrados. Tanto
los hechos producidos en esa ciudad como en muchas otras localidades del
país trajeron a la sociedad argentina los peores recuerdos de las
escenas de enfrentamientos sociales y saqueos de comercios ocurridos en
diciembre de 2001.
Lo más desafortunado pasó por el sugestivo
silencio de Cristina Fernández de Kirchner. Cuando en vísperas de la
Navidad, la ciudadanía podía esperar un mensaje presidencial que
intentara llevar tranquilidad y certezas, la jefa del Estado optó por
refugiarse en la Patagonia y no formuló comentario alguno frente a los
trágicos hechos.
Lamentablemente, desde hace años, se ha perdido la
buena costumbre de muchos presidentes de enviar a la población un breve
mensaje con motivo de la Navidad. Es cierto que la actual primera
mandataria no tiene por qué hacerlo. Pero en momentos de tanta tensión
como los vividos en los últimos días, se imponía la palabra de quien fue
reelegida con el 54 por ciento de los votos algo más de un año atrás.
Se imponía un mensaje tendiente a pacificar los espíritus alterados, un
llamado a poner fin a estériles disputas y a presuntos odios de clase;
en fin, a la reconciliación entre los argentinos.
Tal vez sea pedirle demasiado a una presidenta que, en
los últimos tiempos, no hizo más que alentar los enfrentamientos y la
intolerancia entre buena parte de los argentinos cada vez que habló
públicamente. Pero si algo no dejaba lugar a la duda era que la primera
mandataria no podía permanecer callada frente a una situación caótica
como la vivida en vastas zonas del país, que sucumbieron ante el
vandalismo y fuerzas de seguridad desbordadas. Como si los muertos en
Rosario y los numerosos heridos en enfrentamientos no fuesen argentinos.
El silencio presidencial resultó más llamativo aún si
se tiene presente la gran debilidad de Cristina Kirchner por hablar,
casi en forma compulsiva, por la cadena nacional en todo acto público en
el que participe, incluso para referirse a cuestiones sin gran
trascendencia institucional o a siempre inminentes inauguraciones de
obras públicas que son anunciadas una y otra vez.
Es de desear que, durante su descanso en El Calafate y
Río Gallegos, la Presidenta haya tenido la oportunidad de meditar
profundamente sobre las verdaderas razones de los hechos de violencia
social acontecidos, antes que imaginar posibles conspiradores entre sus
adversarios políticos.
Sería positivo que advirtiera que la violencia social
es muchas veces hija del resentimiento y que reflexionara acerca de
cuánto, voluntaria o involuntariamente, hizo durante su gestión
presidencial para exacerbar esos sentimientos encontrados, en lugar de
bregar por la integración y la unión nacional.
Claro que la autocrítica también deberá alcanzar a toda
una sociedad, que deberá aprender a deponer rencores, a restaurar
valores perdidos y a avanzar en el diálogo y la tolerancia, que permitan
afianzar la paz interior y la unión de todos los argentinos".
Fuente
Ah, y Roa también hoy, en Clarín, como ayer sus compañeros Edu van der Kooy, De León y Moreno: "Cristina Kirchner prefirió el silencio para Navidad. Recluida en Santa Cruz, no le habló al país como indica la tradición democrática y fraternal de estas fechas. Habría sido una manera de elevarse por sobre la coyuntura. De
liberarse de la fuerza de gravedad que la empuja hacia abajo, hacia el
mundo de confrontación y discordia que la tiene atrapada.
La Presidente calló como si las palabras hostiles y la descalificación fueran no sólo su hábitat sino también su calabozo. No se colocó por encima de la beligerancia. No subió a la altura de las circunstancias" y bla, bla, bla... para terminar en la máxima caceroluda de "La Presidente no usó la cadena nacional a la que es adicta para enviar un mensaje de amor".
jueves, 27 de diciembre de 2012
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