"Opuesto a la pulcritud de la ciudad, Kusch da cuenta del hedor con
sincera brutalidad: “Nuestros buenos ciudadanos piensan que lo que no es
ciudad ni prócer ni pulcritud, es un hedor susceptible de ser
exterminado; la solución para América pasa por remediar la suciedad e
implantar la pulcritud. Esta oposición se torna irremediable” En este
contexto Tupac Amaru, Rosas, Peñaloza, Perón son, para Kusch, revelación
hedienta de nuestra América, una experiencia maldita.
Y cuán
presente está hoy el hedor. En cada acto racista cada vez que se nombra
al otro “bolita”, “negro cabeza”, aparece percibido como lo nauseabundo.
La supuesta pulcritud ciudadana, civilizada, otorga seguridad exterior
manifestada con insolencia, “hasta el punto de hablar de hedor con el
único afán de avergonzar a los otros”".
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