"Durante un tiempo me dejé convencer por el argumento de que no podemos “hacerle el juego al enemigo”, un argumento que tiene mucha fuerza cuando el enemigo mata y exilia y desaparece y atormenta a tu pueblo y a tus amigos. Pero llegué a la conclusión de que si no decía la verdad tal como la entendía, en ese caso sí que le estaba haciendo el juego al enemigo. Y, de paso sea dicho, no me gusta mucho eso de plantear el mundo como un enfrentamiento perpetuo con enemigos, dividiendo a los seres humanos entre un “nosotros”, los que tenemos toda la razón y un “ellos” que están totalmente equivocados. Ese camino deshumanizante es de perdición. Lo que no significa dejar de lidiar por aquello en que uno cree. Claro que no fue mi fuerte la tolerancia durante muchísimos años y espero que haya logrado desmenuzar en el libro con dolor y sinceridad cómo llegué a convertirme en la persona compasiva que ahora (creo que) soy".
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martes, 25 de diciembre de 2012
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