¿Cómo van a ser felices en este país de porquería? ¿Eh?
Pepito: "Al final del día, sólo el impacto impresiona y manda. Cultura
festivalera de alto nivel de decibeles, el mensaje es puro efecto
multivisual. Los intendentes del Gran Buenos Aires, por ejemplo, gastan
millones en comprar espacios en las revistas para reproducir las fotos
producidas ad hoc en sus movidas festivaleras, siempre sonrientes, junto
a figuras del “ambiente” eternamente mendicantes de un bocado, a cambio
de honorarios para compensar sus monerías. Intendentes como Sergio
Massa y Fernando Gray descuellan en este torneo de figuración a toda
costa junto a modelos y conductoras más o menos cimbreantes.
Imperturbables caciques suburbanos, a los que no se les cae ni una idea
articulada, saben que una foto junto a la estrellita de moda “paga”
bien. ¿Paga?
La sonrisa y hasta la carcajada son obligatorias a nivel oficial. De
las últimas 10 mil fotos que se le han tomado a Amado Boudou, en no
menos de 9.980 aparece exhibiendo siempre su boca abierta, su nívea
dentadura, los músculos faciales de la risa a todo dar y saludando con
los dedos en V. Dato infaltable del protocolo oficial: ministros,
secretarios de Estado y funcionarios varones reblandecidos miran
arrobados a Cristina, la aplauden vigorosamente todo el tiempo y dibujan
sonrisas de rigor. El procedimiento ritual y compulsivo de reírse y
aplaudir es el decorado obligatorio que contrapone el grupo gobernante a
la llamada “cadena del desánimo”. Se podría organizar un álbum de risas
oficiales, en el que constara la jocosidad indomable de Juan Manuel
Abal Medina, Aníbal Fernández y Hernán Lorenzino, por ejemplo. Aunque,
nobleza obliga, es muy raro captar dicha en los rostros de los ministros
sombríos, como Garré, Timerman, De Vido y Randazzo, entre otros. Pero
esa “buena onda” compulsiva, resultado de un agraviante reduccionismo,
no es rasgo exclusivo del Gobierno. Similares mecanismos de devaluación
de formas y contenidos campean en algunos sectores adversos al
oficialismo y, desde luego, en un periodismo frecuentemente esclavizado
por la tontería".
Gioffré: "El fascismo presenta al menos cinco notas distintivas: la presencia
de un caudillo, la movilización de las masas, la división tajante de la
sociedad, las estigmatizaciones y persecuciones de ciertos grupos de
opositores y, por fin, el autoritarismo. ¿Están ausentes en el
kirchnerismo estos matices que definen el fascismo? Es verdad que el
kirchnerismo no tenía un caudillo, lo que llevó a Juan José Sebreli a
caracterizarlo como populismo frío, pero la muerte súbita de Néstor
Kirchner le dio un líder póstumo: el féretro cerrado, la mención como
El, o del viento que viene del sur, el gran mausoleo, las plazas y
calles con su nombre o la película alusiva apuntan a la construcción
retrospectiva del necesario mito.
La movilización de masas está asegurada con La Cámpora, el Movimiento
Evita, Unidos y Organizados, Kolina, el MTV y las huestes de Milagro
Sala. Ni hablar de la tarea ortopédica en las escuelas, de la pedagogía
amable del Vatayón Militante en las cárceles o de los fastos del
Bicentenario. La división de la sociedad argentina llegó de la mano de
las enseñanzas de Ernesto Laclau. La articulación de demandas
insatisfechas se condensan en un significante vacío que las hegemoniza
y, a la vez, establece una frontera simbólica: los que quedan afuera son
los culpables de todos los males. También las familias argentinas, como
en el film de Fellini, han sido atravesadas por la delimitación rabiosa
de la política. Respecto de las persecuciones, basta ver las causas
judiciales urdidas contra Ernestina Herrera de Noble y sus hijos,
Mauricio Macri o Hugo Moyano, para no hablar de la abusada campaña
“Clarín miente” o de la descalificación de los opositores en el Fútbol
para Todos".
El Sirviente: "Lo de Grosman (el "escenógrafo" de los grandes acontecimientos histriónicos del
kirchnerismo -el Bicentenario, la transmisión de las exequias de Néstor
Kirchner, Tecnópolis-) no será barato, pero es muy profesional en lo suyo y el
producto queda en pantalla más que bien plantado: armoniosa combinación
de colores, ágil dirección de cámaras y una buscada atmósfera de buena
onda. Fuera de cuadro (menos mal, porque restaba magia) estaba la 9 de
Julio atestada de micros que, más allá de los muchos espontáneos que
concurrieron, aportaron extras en cantidad a la lograda superproducción
del Walt Disney del kirchnerismo.
A Cristina Kirchner le gusta cada vez más aparecer rodeada de artistas:
como si no fuese suficiente el récord de votos que ostenta, de todos
modos no desea prescindir de los efluvios benéficos que emanan de los
astros amados por los públicos y por eso los elige como aplaudidores VIP
en su locación preferida (el Museo del Bicentenario) o los lleva en
avión hasta Mar del Plata para que como decorado viviente los acompañe y
sean, a su vez, su propio y paradójico público".
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