"“Creo que tanto para los medios como para la universidad no se puede
plantear el problema en términos generales del tipo “qué es lo que debe
hacer una institución”; sino más bien, qué es lo que podemos hacer desde
adentro, si es que estamos en una perspectiva emancipatoria. Hacer esta
pregunta es estar en contra de la lógica misma de la institución, que
consiste en poner un velo y transformar toda cosa en objeto de saber. Es
decir, en objeto de ignorancia. Yo no hablo de lo que tendría que hacer
un director de televisión o un rector, sólo puedo hablar de lo que se
puede hacer. Y creo que lo que se puede hacer es devolver a la
información su materialidad. En los medios de comunicación existe una
selección entre las cosas que ocurren en el mundo. Entonces, para mí, de
lo que se trata es de hablar de lo que no se dice, de lo que no se
muestra. Hacer escuchar la voz que no llega a escucharse; otras voces,
las que no solemos escuchar. Hacer escuchar gente que habla, gente que
tiene conciencia, gente que puede hablar de su situación. En general,
los medios de comunicación dicen “vamos a ver cómo está la gente”, y
terminan trabajando con sólo dos o tres frases, presentándolas como un
verdadero acercamiento a la realidad. Jamás preguntan a las personas lo
que piensan y lo que quieren. Entonces, de lo que se trata es de hacer
escuchar esas otras voces como voces de gente capaz de reflexionar sobre
su propia vida, sobre su trabajo, sobre sus experiencias. Salir de la
lógica en la cual la gente queda atrapada entre dos enunciados,
transformada así en material de información. Frente a esto, habría que
darles la posibilidad para que sean ellos mismos los que digan las
razones de su situación. Otro punto importante sería devolver su
potencia a las imágenes, porque también en esto existe la doctrina
oficial según la cual habría demasiadas imágenes y estaríamos hundidos
en un mundo de imágenes. Creo que esto no es cierto. De hecho, las
imágenes de la televisión son en gran medida escasas. Sólo aparecen como
“prueba” de este “contacto con la realidad”. No se dejan ver las
imágenes de otro modo que como pruebas de un acercamiento al terreno de
los acontecimientos. Sería importante dar el tiempo para reflexionar
sobre las imágenes. Devolver a estos testimonios –sin palabras– el
tiempo necesario para la reflexión, fuera del comentario habitual. Dar
el tiempo, entonces, de mostrar lo que no se presenta como conocido de
antemano, devolviendo a las palabras y a las imágenes su poder de
sorpresa y de invención”.
La obra de Rancière se ha convertido en una referencia ineludible en los
ámbitos de estudio tanto en el área de las humanidades como en el
terreno de la estética y la política. Los cruces entre el pensamiento de
Jacques Rancière, Alain Badiou y Ernesto Laclau cifran la discusión
contemporánea en torno de los límites y alcances de lo político. Sin
embargo, hay que decir que Rancière no coincide con Laclau en su
diagnóstico sobre los procesos políticos en nuestro continente: “No
conozco mucho lo que ocurre en los países de América latina. Es cierto
que tal vez el caso de Bolivia sea el más interesante, porque su
reciente proceso político se corresponde con esa idea marxista que dice
que los trabajadores deben apropiarse de la máquina del Estado. Y
lograron hacerla funcionar. Lo que es cierto que esta toma de la
maquinaria del Estado –en buena teoría o en buena práctica– está para
preparar su destrucción. Entonces, la ambigüedad que existe, desde mi
punto de vista, en los procesos políticos de América latina consiste en
que, por un lado, se observa una fuerte movilización popular mientras,
por otro lado, estos procesos políticos tienen lugar únicamente a
condición de que estos gobiernos populares mantengan ciertas formas. Es
lo que ocurre por ejemplo cuando un presidente vuelve a ser electo cada
seis años instaurando una relación de tipo paternalista con el pueblo. A
eso no lo puedo llamar revolución social”".
Fuente
Apuntes de Rancière en Argentina
Rancière recibió el Honoris Causa de la UNSAM
martes, 30 de octubre de 2012
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