Si el éxito electoral más reciente de Chávez demuestra algo, esto es que, en sociedades con grandes bolsones de depauperados de nivel educativo muy bajo que no están en condiciones de aportar nada a una economía moderna, la popularidad de un líder político no guarda ninguna relación con su eventual capacidad administrativa.
Como Cristina, el mandamás venezolano tendrá que enfrentar los muchos problemas ocasionados por la fuga de capitales y de inversores espantados. Si bien es poco probable que tales penurias lo priven de la hegemonía a la que se ha acostumbrado, no podrán sino perjudicarlo.
Además de verse frente a un panorama económico –y por lo tanto político– bastante complicado, Chávez tendrá que lidiar con su propia salud. Según él y sus colaboradores, se ha curado del cáncer que lo obligó a pasar semanas en una clínica cubana, y durante la campaña electoral Capriles tuvo la gentileza de no procurar aprovecharlo, pero nadie en Venezuela ignora que en cualquier momento el caudillo podría experimentar una recaída".
Iván Schuliaquer: "La elección llegó
envuelta en sospechas sembradas desde la oposición. Una de ellas era la
del fraude electoral, que quedó desmentida por la transparencia que
comprobaron cientos de veedores internacionales y los más de 10 mil
periodistas que estuvieron en Venezuela para las elecciones. Ya Jimmy
Carter, ex presidente de Estados Unidos y experto en el tema, había
declarado al sistema electoral de Venezuela “el mejor del mundo”.
El domingo 7 también ganó la democracia venezolana,
lo cual será, además, un espaldarazo para Chávez, a quien sus
opositores califican de “dictador”, pese a que se sometió a las urnas,
en promedio, más de una vez al año y a que la única manera que tuvieron
de sacarlo del gobierno fue a través del fallido golpe de Estado de
2002. Esta elección fue contundente en ese sentido: aunque el voto no es
obligatorio, más del 80% de los venezolanos fue a las urnas. Eso
demuestra que desde que el líder bolivariano llegó al gobierno, la
política retomó su lugar como organizadora de la sociedad, en un modelo
criticado por el consenso neoliberal dominante a nivel mundial, que
tiene como ejemplo actual lo que sucede en Europa, donde los organismos
internacionales y los humores bursátiles manejan las decisiones
gubernamentales".
Dante Palma: "Sea por convicción, sea por estrategia electoral, Capriles logró hacer
una buena elección llegando a un 44% de los votos que, finalmente, no le
alcanzó para llegar a la presidencia. Y cuando esto sucedió la lógica
del espejo de repente se rompió. Los titulares que estaban preparaditos
dispuestos a salir y que hablaban de “una lección para la Argentina”,
“el pueblo latinoamericano dice ‘no’ a la reelección” o “triunfó la
libertad por sobre la demagogia” fueron enviados a la papelera de
reciclaje. Corrieron igual suerte que aquellos que afirmaban que a
Chávez le quedaba un año de vida, que ya andaba en silla de ruedas y que
tomaba altas dosis de calmantes porque ya no soportaba el dolor que le
producía el cáncer que aparentemente ataca a los líderes populares
porque su forma de ejercer el poder produce una degeneración celular".Claudio Fantini: "Si Chávez hubiera sido derrotado, multitudes habrían inundado espontáneamente las calles de varias ciudades argentinas. Sucede que una derrota del líder venezolano habría debilitado notablemente al liderazgo kirchnerista. ¿Implica eso que la victoria de Chávez fortalece al cristinismo? Posiblemente no, al menos, en la misma proporción en que la habría dañado la derrota.
¿Qué explica esta falta de proporcionalidad entre el efecto triunfo con el que habría tenido un efecto derrota? Entre otras cosas, las diferentes encarnaduras que ambos hacen en sus respectivos liderazgos. En síntesis, entre Cristina y las mayorías populares argentinas no existe la misma identificación social, cultural y hasta racial que se da entre Chávez y los “cabecitas negras” de Venezuela. Por eso el de Argentina puede ser, en todo caso, un chavismo elegante y culto que aspira a ser más de Harvard que de La Matanza".
Ricardo Forster: "La tozuda realidad, esa que suele habitar en el incomprensible e indescifrable –para los relatos de los medios hegemónicos– mundo popular, repudió, otra vez, la multiplicación del montaje y la mentira. Hizo añicos la estrategia de transformar a un candidato emergente –supuesto portador de virtudes inmaculadas– en el heraldo de los nuevos tiempos en los que se repararía la caída en abismo de nuestras sociedades. El triunfo contundente de Hugo Chávez hizo saltar en mil pedazos el trabajo de los saltimbanquis de la información, trituró los “sesudos análisis” de un ejército de “analistas políticos” que anunciaban, cual profetas bíblicos, el fin de la tiranía y la llegada, ahora sí, de una ola republicana y democrática asentada sobre la economía global de mercado y la siempre bendecida democracia liberal. Más de una década de oscuridad populista sería barrida por un gigantesco haz de luz cuyo punto de difusión no sería otro que los grandes medios privados de comunicación, verdaderos ejes y responsables de una estrategia que, eso alucinaban, encontraría en el triunfo de Capriles su punto de partida, la alborada de un nuevo despertar continental capaz de barrer la decadente ola populista que viene infectándonos desde finales del siglo pasado".
Tali Goldman: "Otra de las lecciones que dejaron los comicios venezolanos fue dejar en claro las fisuras que existen en la oposición argentina. Sin hacer futurología en materia política, resulta imposible hasta pensar en un espacio que aglutine a todo el arco opositor. Por caso, muchos de los dirigentes del Frente Amplio Progresista, el espacio que salió segundo en las últimas elecciones, apoyaron abiertamente a Hugo Chávez. En ese sentido, el senador Luis Juez explicó que “el día que la oposición en la Argentina se convierta en una alternativa de gobierno probablemente el kirchnerismo se haya agotado. Pero para eso tenemos que dejar de ser un espacio opositor para generar esperanza y eso no se genera con pautas publicitarias ni con presencia mediática”. Por su parte, un sector del radicalismo también se despegó de la presencia de Aguad en el búnker de Capriles. “El radicalismo no fue a apoyar a ninguna de las fuerzas. Han ido porque tenían ganas de ir y desde la UCR no se tomó ninguna posición por ninguna fuerza política. Si hubo radicales, fueron por cuenta propia”, dejó en claro Mario Barletta, presidente del Comité Nacional. Consultado por esta revista para dar su opinión acerca de la experiencia electoral, Eduardo Amadeo fue categórico: “No tengo más ganas de hablar de este tema”".
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