La Nación: "No es habitual que un mandatario extranjero invitado a exponer ante
estudiantes de dos de las más importantes universidades de los Estados
Unidos y del mundo utilice fórmulas tan impropias de una investidura
presidencial y tan despectivas para referirse a jóvenes que, por otra
parte, carecían del derecho al debate o a la repregunta. Cuestionar a un
estudiante porque tenía anotada su pregunta en "un papelito", insinuar
que alguien les habría dicho a estos jóvenes lo que debían preguntar o
hablar de falta de rigor académico, justamente en Harvard, porque en una
Escuela de Gobierno se le formulaban más preguntas sobre su relación
con la prensa que sobre sus políticas, revelan detalles de la grotesca
actuación de la mandataria argentina, que sólo pueden provocar vergüenza
entre sus compatriotas. Algo sólo superado por las evidentes falsedades
en que incurrió".
Leuco: "Perón decía que “de todos lados se puede volver, menos del ridículo”. Y
ése es el lugar, ridiculous, in english, que frecuentaron funcionarios y
paraperiodistas que intentaron encubrir el papelón más grande de la
historia política de Cristina Fernández".
Sirvén: "La ausencia de la habitual y más controlada puesta en escena que la
agiganta -el Salón Blanco de la Casa de Gobierno o el Museo del
Bicentenario, sus locaciones preferidas- y con su claque de aplaudidores
y reidores inhibida y reducida a la mínima potencia, la mandataria
lució desguarnecida, casi a la intemperie. Se empequeñeció".
Castro: "La Presidenta no comprendió que estaba en un ámbito académico y que, en
tales circunstancias, lo que se espera de un estadista es que haga
docencia. Saber contestar una pregunta crítica mostrando respeto por
quien la formula –lo que ni siquiera significa compartir esa crítica– es
hacer docencia. Pero, como se recordará, alguna vez la Presidenta se
enorgulleció por el hecho de no ser una estadista ni querer serlo, algo
que se nota".
Mendelevich: "La realidad es que los Kirchner, tan propensos a las cooptaciones,
adictos a una concepción del poder totalizador, disciplinado, servicial,
siempre detestaron a los periodistas a los que no pudieron controlar. Y
como el periodismo delante del poder es intrínsecamente irreverente
(desde un punto de vista orgánico, podría decirse indisciplinado) el
litigio no tiene atenuantes. Apenas una escapatoria forzada por vía del
"periodismo militante", que no es otra cosa que militancia política en
envases periodísticos: propaganda".
Eliaschev: "Lo relevante es la mentira como concepto, la praxis ya habitual de
destrozar la veracidad con falsedades, ya sean sobre el costo de vida,
la negociación con Irán o las supuestas conferencias de prensa que dice
dar una presidenta que sólo habla, y a duras penas, ante auditorios
extranjeros. Richard M. Nixon fue el único presidente norteamericano que
renunció a su cargo acusado de mentiroso. Watergate fue eso. Tras ganar
las elecciones de 1972, en las que el republicano obtuvo 60,7% de los
votos contra el 37,5 % del demócrata George McGovern, se fue humillado
dos años después.
A Nixon, que era el hombre más poderoso del mundo y aseguraba que “la
mentira forma parte del arte de la diplomacia”, su país lo condenó por
mentir. ¿Sería factible en la Argentina que una colosal carrera política
fuese tronchada por mitomanía incurable? Difícil, en un país cuyo juego
de naipes esencial es el truco. Pero quién sabe".
Morales Solá: "Entre alumnos libres de venganzas kirchneristas, la Presidenta demostró
que no está en condiciones de dar conferencias de prensa en su país. La
verdad a medias, la falta de verdad o el doble rasero son imposibles de
sostener con una retórica tan pura como invertebrada".
Grondona: "Obsérvese cómo ha cambiado el contenido del debate político. Hasta hace
muy poco, el desgaste del Gobierno provenía del enfriamiento de la
economía. Este desgaste persiste, aunque quizás atenuado. Lo que crece y
avanza, en cambio, es el desgaste moral de un gobierno mentiroso".
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