#Cacerolazo: Mira y el "virus peronista"

"Respecto particularmente de la Argentina, el país quizás más instruido de América Latina, es esencial la consideración del peronismo como irrupción de un fenómeno político de masas que, aprovechando circunstancias que eran más o menos comunes al término de la Segunda Guerra Mundial, se las ingenió para prorrogar en el tiempo un estado social proclive al corporativismo fascista como si hubiera puesto las ideas a hibernar. El peronismo sometió al país a una prisión ideológica que hace que, aún hoy, utilice métodos, maneras y hasta una terminología agotada en el mundo hace cincuenta años.
El gran interrogante es cómo prendió el virus peronista en un país sin tradicionalismos indígenas, con movilidad social, con buena educación y que había logrado conocer los primeros palotes del desarrollo. La respuesta a esa pregunta se nutre en la excepcionalidad del fenómeno que provocó el despegue argentino de fines del siglo XIX y comienzos del XX: la regla subyacente de la estructura valorativa del país siguió siendo la veneración del puerto único, el monopolio estatal heredado de la Casa de Contratación de Sevilla, el unitarismo despótico de Felipe II y la vida paralela al margen de la ley. El espejismo creado por la elite que le dio al país su Constitución de 1953/60 duró lo que duró el efecto residual de aquella Generación de 1837. Desaparecidos aquellos líderes, terminó el experimento, cuyo mayor fracaso fue, obviamente, no haber podido hacer germinar la semilla de su enseñanza en las generaciones que los continuaron.
Abortado ese período brillante, la Argentina volvió a las raíces que Alberdi había querido desterrar. Esas raíces hicieron posible que en el lugar en el que el mundo había puesto sus ojos de asombro, se iniciara un período de involución institucional y económica probablemente sin antecedentes, que culminó con la rendición social ante el "Dios Estado"".

Carlos Mira, La idolatría del Estado, Ediciones B, Buenos Aires, 2009, pp 50-51.