Editorial: "Conviene reflexionar sobre esa cuestión que por momentos doblega el ánimo de muchos argentinos, convencidos de encontrarse por sí mismos incapacitados para torcer en 180 grados el rumbo tenebroso hacia el que parece enfilado el país. Urge tomar conciencia de que las cosas son como son porque la mayoría confía menos de lo que debería en la fuerza de la que todos juntos dispondrían si se aunaran quienes desesperan por iguales motivos.
Ningún miedo debe paralizar ese talante alicaído como para que no llegue a la acción resuelta, a la palabra en alto de quienes sufren por la perversión de que se pretenda adoctrinar en la visión facciosa de un sector político gubernamental a los chicos de las escuelas públicas o de utilizar, como mano de obra sumisa y esclavizada en actos proselitistas, a condenados por delitos de la peor ralea, como el crimen y secuestro sin conexión política alguna de Axel Blumberg.
El miedo es la única cárcel de la que no se sale. ¿Qué bien para defender es, acaso, superior al de la libertad de conciencia que se exterioriza y a la dignidad de una vida que merezca ser reconocida como tal?
En nombre de las innumerables generaciones de argentinos que sintieron orgullo por ser parte activa de esta tierra; en nombre de las generaciones por venir y respecto de las cuales no cabe claudicar valores; en nombre, en fin, de la convivencia, de la unión y de la paz ha llegado la hora de decir basta a los atropellos inauditos que se cometen a diario.
Han comenzado a sonar, desde distintos ámbitos de la legalidad institucionalizada, las voces resistentes a que un grupo de individuos que ha malinterpretado el voto popular que los encaramó al poder destroce las bases federalistas sobre las que se constituyó la República Argentina.
Hay entre muchos argentinos una sensación generalizada de impotencia y abatimiento. Por eso, es el momento de preguntarles qué están dispuestos a hacer con el fin de que se conjuren las graves causas que han promovido el decaimiento espiritual que denuncian.
Aun los gobiernos dotados de los elementos más implacables de dominación y de la voluntad de perdurar de modo indefinido en el poder agotan los ciclos de permanencia cuando sienten el peso de una opinión pública orientada en dirección contraria.
Todo en la vida tiene un final, como lo muestran hasta las más prolongadas tempestades. Ese fin llegará cuando cambien las condiciones que han hecho irrespirable el aire ciudadano. Cuando la voluntad transformadora de lo que agobia se funda en la vocación por servir a una democracia republicana, el cambio sólo puede alentarse con el estímulo de todos los resortes cívicos que la hacen posible.
No es mediante la murmuración y la queja atormentada pero muda como las naciones dejan atrás las encrucijadas; es por la acción política manifiesta, clara, rotunda, hasta llegar al voto que la legitime como signo mayoritario".
Loñ: "La gente sigue esperando que la dirigencia -política, empresarial y sindical-, responsable directa de lo que sucede, se ocupe seriamente de erradicar las llagas del hambre, de la miseria, de la ignorancia, de la inseguridad y de la drogadicción que el kirchnerismo -obsesionado por el poder y que dispuso de cuantiosos recursos para superarlas- mantiene vivas sin remordimiento.
Hasta ahora, las críticas al Gobierno y los hechos políticos más clamorosos fueron producidos por sectores hasta ayer apegados al oficialismo. Falta organizar una disidencia auténtica. Oposición, levántate y anda para recrear la esperanza de los argentinos, porque alcanzar lo bueno es posible".
Laborda: "En sectores afines al oficialismo se vienen escuchando diferentes mensajes con connotaciones que parecen apuntar a generar en el imaginario colectivo la percepción de que a la actual fuerza gobernante no se la podrá sacar del poder ni con la fuerza de los votos. Confluyen en esos gestos la siembra del miedo en la sociedad, el creciente debilitamiento del derecho de propiedad, los abusos de poder y la sombra de un Estado policíaco.
¿Qué hay detrás de este extremismo? Un grupo gobernante convencido de que el éxito de su proyecto de poder precisa de la provocación a ciertos sectores sociales o económicos, y del aumento de la conflictividad. La siembra del odio, que es siempre inmoral, se asocia con una lógica perversa, que considera que mejor que buscar consensos amplios traducibles en políticas de Estado es avanzar hacia la profundización de divisiones y de disputas con tinte ideológico".
Jacquelin: "Hay que reformar la Constitución Nacional. O cambiar muchas ideas y acciones de gobierno de este Gobierno. Ya no queda ninguna otra salida.
Es una pena que, tras la extinción de los estatutos de los partidos políticos y de las plataformas electorales, el debate por la re-re tape cosas tan importantes e impida discutir y descubrir si la mayoría de los argentinos quiere cambiar esos principios o si está dispuesta a ponerles límite a sus violaciones".
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