Por Luis Oscar Champin
Las inundaciones ocurridas en Capital Federal y provincia de Buenos Aires, que afectaron a cientos de miles de ciudadanos y dejaron un saldo total de más de cincuenta víctimas fatales, además de una cuantiosa pérdida en bienes, pusieron al descubierto la baja calidad de gestión de gran parte de una clase política, que afecta a la mayoría de los partidos políticos representados en distintas áreas y niveles de la administración pública.
Como habrán podido observar, denomino “clase” y no dirigencia al sector que tiene la responsabilidad de la conducción política de los partidos, porque considero que un sector de ella se ha convertido en eso, en una “clase”, en una élite, casi en una nueva oligarquía –diría-, que goza de privilegios, de impunidad, de inmunidad, que el resto de los argentinos no gozamos. Y no empleo el término “aristocracia”, porque le queda grande, ya que esa palabreja significa “gobierno de los mejores” y ésta no califica en tal aspecto. Como si no tuviéramos empresarios y banqueros que se quedan con la parte del león de lo que producimos los argentinos, encima, quienes son responsables de velar por los intereses del conjunto y, en particular, por los de los que menos poseen, tenemos que soportar que muchos de los dineros del pueblo, que debieran destinarse para la salud, la educación, la seguridad, la vivienda y la obra pública, en general, van a parar a los bolsillos de esta casta privilegiada (no quiero creer que por esto último, además, ciertas empresas y la usura financiera siguen haciendo pingües negocios a costa de la sangre, el sudor y las lágrimas del pueblo).
A través de distintos medios, hemos podido oír el clamor, el reclamo y la protesta de vecinos de distintos sectores por la falta de una infraestructura adecuada para resolver este tipo de inconvenientes -con las consabidas consecuencias en pérdidas materiales y humanas, que traen consigo-, que, desde añares, vienen padeciendo. Es cierto, las precipitaciones habidas son casi inéditas en esa zona, pero hemos advertido que han sido pocos los recaudos que se han tomado en lo que hace a prevención. Por otra parte, luego de ocurrido el siniestro, en la mayoría de los lugares, la asistencia a los damnificados por parte del Estado brilló por su ausencia. Lo que sí brilló fue el oportunismo de algunos, que, en vez de preguntarse qué parte de la culpa tenían (o no), aprovecharon la volada para facturar (al más puro estilo de la tragedia del Belgrano).
Como siempre, los sectores vulnerables son los más perjudicados; la mayoría lo ha perdido todo, ¿habrá recursos por parte de los Estados nacional, provincial y municipal destinados a cubrir los gastos que la recuperación de estos bienes demande? En vez de dedicarse a andar señalando quién tiene un poco más de culpa por esto, ¿habrá una mínima actitud de humildad para analizar cada uno qué parte de responsabilidad le cabe?
Esto que ha ocurrido no es joda. Ha habido ciudadanos que han perdido todo, hay demasiadas vidas que se ha cobrado esta tragedia, como para tomarlo a la ligera. Nuestro país lleva ya demasiadas muertes que se podrían haber evitado, como para que el Estado (cualesquiera de sus niveles sea) se ponga los pantalones largos y empiece a hacer lo que hace años debió hacer. Y a los que nada hicieron, cuando se debió hacer, ya la Patria y el pueblo, alguna vez, se ocuparán de demandárselo.
Y esto es pa’ todos, muchachos, ¿eh?
Un párrafo aparte merece la Presidente, que se apersonó en el lugar de los hechos, escuchando a los vecinos y tomando nota de sus reclamos. Eso hace un verdadero gobierno popular.
jueves, 4 de abril de 2013
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