Rofman: "No necesitamos los dólares para pagar deuda en este momento. Y afortunadamente el año que viene la cuota por la deuda baja mucho. Este es el último año en el que, entre capital e intereses, hay que disponer de unos 10.000 millones de dólares. El año que viene va a ser aproximadamente la mitad. Yo creo que lo que más importa comprender es que hay una medida preventiva. Como si en el mundo hubiera una gran epidemia y no quisiéramos que llegara acá. Hay vacunas disponibles, pero como no se sabe por cuánto tiempo vamos a seguir teniendo la vacuna, se conserva, se guarda celosamente, se impide que se use para otra cosa. Pero no es sólo que la Argentina cuida los dólares frente a la crisis mundial. También protege sus fronteras de la invasión de productos, estimula la sustitución de importaciones y trata de fortalecer el mercado interno. Y eso habría que apoyarlo, no habría ni que discutirlo siquiera.
Tal vez no se comunicó de la mejor manera. Pero si se lo comunicaba como lo estoy haciendo yo ahora, por ahí infundía temor. Sin embargo, la Presidenta dijo muy claramente que el mundo se nos está cayendo encima y tenemos que tomar las medidas para que no nos contagie. En una sociedad que entiende el castellano es suficiente. Si al día siguiente dice que vamos a tratar de usar los dólares sólo para lo indispensable, lo menos que puede hacer la población, que no se va a morir de hambre, es comprender la situación. Hace poco di una charla para un grupo de clase media alta, y un tipo me dijo: “Yo quiero comprar y vender lo que quiero, a mí qué me importa”. Después me arrepentí de no haberle dicho: “Bueno, entonces tal vez sus hijos o sus nietos no van a conseguir los recursos para comprar una medicina y se van a morir”. Mi opinión es que no sólo no se trata de comprensión del tema, sino de buena voluntad hacia el Gobierno. Reaccionan mal todos los que son opositores. Encuentran una excusa más para serlo. El otro día compartí un programa con un economista opuesto a mis ideas, muy bien formado teóricamente, que terminó diciendo que la crisis de Europa es un tema menor. Y le echó la culpa a la inflación y al déficit fiscal, todo por estar en contra del Gobierno. Y así no hay manera de razonar.
La inflación existe. A un nivel que, para lo que es la Argentina histórica, es moderado. Hace dos años y medio, tres, que tiene el mismo valor. Eso no impidió que el 2010 y el 2011 fueran años de gran crecimiento económico. Según un excelente artículo de Mario Rapoport, investigador superior del Conicet, los mejores momentos de la historia económica y social del país desde el año 1946 fueron en épocas en que había inflación. No hubo conflicto entre inflación y crecimiento económico, incremento del salario real, pleno empleo, mejor distribución del ingreso, desaparición de la pobreza (en 1970 era del 8 por ciento). Si tomamos el postulado de que sin inflación todo va a ir mejor, tenemos el ejemplo de los años noventa. No tuvimos inflación. ¿Y cómo nos fue? Si uno no quiere que haya inflación por otras razones, lo admito, lo podemos discutir. Distorsiona los precios relativos, reduce la competitividad del tipo de cambio... Puede ser".
Forster: "El espantapájaros de la inflación, eso hay que recordarlo, suele ser utilizado, junto con el miedo a la desocupación, como un instrumento de disciplinamiento social y como la puerta de entrada a los planes de ajuste que guardan, todos ellos, un claro contenido regresivo respecto de las conquistas sociales y de los avances en la distribución de la renta. Despejar este núcleo ideológico del capital corporativo y concentrado no significa dejar de lado los perjuicios generados por el aumento de los precios en los sectores más débiles de la sociedad; significa, en todo caso, atacar desde otra perspectiva sus causas y sus consecuencias escapando a las exigencias de la ortodoxia neoliberal. Las famosas “metas de inflación”, latiguillo utilizado una y otra vez, han tendido casi siempre a garantizar las ganancias del capital financiero que, para mantener sus altísimos índices de rentabilidad, necesita del famoso cóctel de “austeridad en el gasto”, “control monetario”, “ajuste fiscal” y, cuando también se vuelve imprescindible, “enfriamiento de la economía”. Para el establishment nada hay más perverso que la combinación de “gasto público” (léase intervención del Estado en obras públicas, en políticas sociales de contenido reparatorio y en diferentes inversiones para sostener el trabajo y el mercado interno) y “aumento de los salarios”. A nada teme más que a la mezcla de populismo y políticas keynesianas, lo más parecido, hoy, a lo que antes representaba, a los ojos del capital, la bestia del socialismo. La izquierda dogmática y el neoprogresismo republicano harían bien en preguntarse por qué tanto odio hacia gobiernos que, supuestamente, no han hecho otra cosa que mantener el statu quo.
La querella alrededor de la inflación jamás es neutral ni inocente, encierra, dentro de sí, el conflicto que suele atravesar a la sociedad y que siempre tiene que ver con la distribución de los ingresos y de la renta. Hay una “política” que el poder concentrado, que las grandes corporaciones (y la mediática es una de sus principales piezas), utilizan para debilitar los procesos democráticos en especial cuando estos, como el que vivimos los argentinos desde mayo de 2003, apuntan hacia el corazón del litigio por la igualdad. Los precios, sus aumentos, son como descargas de artillería contra los intereses populares. La recreación de la memoria del miedo, herramienta utilizada a destajo por el capitalismo neoliberal, encuentra en la subordinación de la política a la economía una de sus estrategias preferidas, en particular cuando los fenómenos económicos se convierten, por el arte de magias negras, en fenómenos que se escapan a los simples mortales para mutar en fuerzas descomunales que, como huracanes arrasadores, amenazan con llevarse los últimos restos de lucidez que le quedan a la sociedad".
miércoles, 1 de agosto de 2012
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