"Gordillo dice que saquear un Mercadona en nombre de los desposeídos no es nada al lado de lo de Bankia, que robar comida para los pobres no es lo mismo que desmantelar un banco, de acuerdo, pero jurídica y técnicamente resulta que sí, que son lo mismo. Un robo es un delito, lo pintes como lo pintes, y para llamar la atención sobre la desesperación de miles y miles de familias andaluzas no hacía falta asaltar un supermercado con una banda de jornaleros metidos a matones y, de paso, hacer que llore una cajera. La cual, como quien no quiere la cosa, y sólo por estar ahí estorbando, se llevó un empujón y una colleja. Da la casualidad de que esa inoportuna cajera también es clase trabajadora, pura y dura, mucho más que el grupo salvaje de Gordillo, cuyos detractores se han apresurado a señalar que él mucha hambre no pasa. Ni por el cargo ni por las pintas. Sobre todo por las pintas.
Fue Pasolini quien advirtió que, en los disturbios de Turín entre estudiantes y policías, la lucha de clases perdió de golpe la perspectiva, porque los estudiantes eran más bien niños de papá y los policías, jóvenes sin estudios, gente pobre del pueblo. Es lo malo de erigirse en conciencia de clase cuando uno no acaba de saber cuál es la suya: si diputado a sueldo o ladrón samaritano, si justiciero de alpargata o estrella televisiva. Gordillo no da el tipo de Robin Hood, ni siquiera de Little John, a pesar de la barba y el megáfono. El hombre buscaba publicidad para los hambrientos y tiró por la calle de en medio, sin caer en la cuenta de que en medio de la calle no había banqueros ni políticos sino la clase trabajadora llorando a moco tendido, y que esas lágrimas, proletarias y calientes, va a emplearlas el enemigo como balas de nueve milímetros. Cuando precisamente lo último que hay que darle al enemigo son argumentos". (Fuente)
Buen punto, ¿no?
Otro, más legitimador del accionar del dirigente sindical, que además aporta datos no lejanos a nuestra realidad argentina: "Los supermercados a lo largo de las últimas décadas han generalizado un modelo de producción, distribución y consumo de alimentos que ha tenido consecuencias dramáticas para el campesinado, el pequeño comercio, los derechos laborales y el medio ambiente. Carrefour y Mercadona son los máximos exponentes de estas prácticas en el Estado español al encabezar el ranking de las grandes empresas que dominan el sector de la venta al detalle. Ambos supermercados suman casi el 40% de la cuota de mercado de la distribución de alimentos, según datos del 2007.En el Estado español, tan solo siete cadenas de supermercados controlan el 75% de la distribución de comida. Se trata, tras Carrefour y Mercadona, de Eroski, Alcampo, El Corte Inglés y las dos principales centrales de compra mayoristas Euromadi (con Spar, Schlecker, Guissona…) e IFA (con Condis, Coaliment, Supersol…). Nunca el mercado de la distribución de alimentos había estado en tan pocas manos. Lo que proporciona a estas empresas un enorme poder a la hora de decidir qué comemos, qué precio pagamos por aquello que consumimos y cómo se produce.
Hoy quien debería dar explicaciones frente a los jueces no son los sindicalistas del SAT con Juan Manuel Sánchez Gordillo a la cabeza, sino el propietario de Mercadona, Juan Roig, por las prácticas abusivas de Mercadona, que le han permitido amasar una de las principales fortunas del país, y ya de paso para dar explicaciones de los oscuros hilos que mueve tras las bambalinas de la política valenciana.
La acción llevada a cabo por los sindicalistas del SAT puede ser ilegal, pero en el contexto de crisis aguda en el que nos encontramos es del todo legítima, mientras que precarizar las condiciones laborales puede ser, lamentablemente, legal pero no tiene nada de legítimo. Y cada vez son más las personas conscientes de ello. De aquí que frente la legitimidad y el apoyo a estas movilizaciones, la única opción del poder sea la represión y la criminalización. Solidaridad, pues, con aquellos que no se resignan y luchan". (Fuente)
Y para cerrar, también un sano indicador de que algo está despertando en la España de Rajoy, apesar del PP y los azotes del poder económico mundial: "Romper con la generalización del descrédito y dar un paso hacia el compromiso político es una respuesta imprescindible si queremos recuperar el sentido de la ciudadanía. Hoy por hoy, expulsados de los ámbitos de gobierno, los ciudadanos no podemos aprobar leyes para dignificar los ámbitos laborales. Pero sí está en nuestra mano el otro vínculo: la militancia. Los analistas partidarios del orden actual, cuando interpretan las encuestas, tienen una inquietud y una alegría. La inquietud es que el desgaste del partido en el Gobierno no vaya acompañado por la recuperación del otro partido mayoritario en el baile de los turnos establecido por el sistema monárquico español. La alegría, y lo repiten con ganas de apagar cualquier tentación de cambio en profundidad, es que no aparezca en el horizonte una nueva mayoría social. No hay verdadera alternativa que haga sombra a los capitanes del naufragio.
Esta alegría del sistema nos señala el camino: la militancia de los ciudadanos en proyectos profesionales y en organizaciones políticas, sociales y sindicales dispuestas a enfrentarse al neoliberalismo. Es verdad que se han cometido muchos errores. Vamos a criticarlos. Es verdad que se soportan herencias pesadas. Vamos a buscar soluciones. Pero no caigamos en la trampa de favorecer la impunidad de los poderes financieros con la fatalidad de un descrédito generalizado de la política". (Fuente)
Hoy, el dirigente andaluz reclamó una renta básica para los desocupados, mientras el PP indaga todas las formas posibles de meterlo preso para desalentar estos actos de rebelión popular ante el ajuste y el recorte de las élites europeas contra el pueblo español.
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