Más si se trata de tiempos electorales, decisivos para un gobierno que la ha desplazado de varios escenarios en los cuales esta institución añeja se movía con comodidad e inclusive tenía capacidad de influencia sobre los actores responsables de tomar medidas que podían afectar sus intereses.
La Iglesia se ve relegada como institución creadora de subjetividad, se siente debilitada a la hora de imponr el relato sobre la Historia (especialmente durante la Dictadura que tanto apoyó, a la cual no le criticó la represión), observa cómo la educación ya no pasa por sus manos, sospecha que próximamente el gobierno determinará que las escuelas privadas católicas ya no cuenten con financiamiento público, va más allá y y cree que no está muy lejos el tiempo en el cual Estado e Iglesia sean dos organizaciones separadas, considera que es cada más próxima la sanción de leyes que le brinden los cuidados de salud mínimos a las mujeres que desean realizarse un aborto, sabe que ya es irremediable una ley que despenalice la tenencia para uso personal de ciertas drogas...
Luego del sacudón de la ola pedofílica mundial, la Iglesia argentina queda relegada a un simple emisor de discursos sin anclaje en la realidad sociohistórica del país. Aunque da batalla, no encuentra referentes políticos de fuste que puedan traerla de vuelta al centro de la escena. Al mismo tiempo, varios de sus personajes más nefastos la siguen exponiendo como vetusta y desangelada.
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