Dispersión agraria que no hace otra cosa que desnudar la mentira, la tergiversación y la manipulación empresarial (agromediática) de hace 3 años atrás.
Reacciones bajo estados de emoción violenta que develan lo visible si uno hacía un esfuerzo de simple ubicación sociohistórica.
Diatrivas desangeladas de los que intentaron un golpe destituyente y luego se victimizaron con que fue el canto de la Patria que los defendía de la mano que les metían en su bolsillo.
Especulaciones de los que sólo representan sus intereses sectoriales antes que una honesta participación del colectivo que ya los fichó.
Retazos de esa metonimia ancestral que costó desentramar, el Campo ya no es el País. Ni tampoco Campo, apenas una Mesa de (des)Enlace previsiblemente robusta en conveniencias y conspiraciones.
Pero sería injusto recargar las tintas sólo sobre estos personajes ya pintorescos. Faltan los que le dieron caudal simbólico, asegurándoles horas y centimetraje en sus soportes, y que ahora huyen despavoridos, traicionando.
Fueron cargados de simbolismos de un sentido común que se rompió para siempre, aunque para muchos haya sido necesario un resultado aplastante en las Primarias para confirmar eso que su intuición les marcaba desde hace rato.
Ahora, entusiasmados ante la gracia del descubrimiento, comienzan a interrelacionar y se dan el placer de sentirse interrogados por textos lúcidos como éste:
"En un interesantísimo artículo, el historiador Felipe Pigna explica cómo fue el mecanismo de creación de la inflación en Argentina. Y la gran sorpresa es que esa indeseada variable económica no provino de la aplicación de planes de generoso reparto de tinte socialista, sino del modelo agroexportador de la Generación del 80. En una ecuación de lógica irrefutable, los agroexportadores que manejaban también el gobierno y la economía, crearon las condiciones para que su negocio fuera cada vez más rentable. Los dueños de los campos arrebatados a los pueblos originarios a sangre y fuego en la Campaña del Desierto, establecieron condiciones económicas por las cuales la moneda local siempre quedaba depreciada respecto de la economía mundial. De esa manera, a la rentabilidad del valor neto de la mercancía exportada se sumaba la brecha cambiaría que abarataba los costos. Es decir, la generación del ´80 vendía al exterior sus productos en dólares o euros y compraba sus insumos y pagaba salarios en Patacones o Lecops.
Por eso el presidente de la SRA expresaba que un gobierno de las características neokeynesianas inclusivas del actual es “una larga noche” para los grandes terratenientes rurales. No sólo le resta rentabilidad con las retenciones a la renta extraordinaria, sino que la reinvierte en elevar el piso de la economía local, lo cual le sube los costos. Por eso, lo de Biolcati no es bronca, es codicia".Reitero: la codicia que Biolcati y sus secuaces comparten con esos que hasta hace poco no tenían nombre, los que digitan desde la pantalla partida los humores de los que displicentemente ofrecen su subjetividad a los arbitrios de los más poderosos, como si estos alguna vez, por fin, le reconocieran algún día tanta reverencia y enojo funcionales, debe ser el próximo exponente de lo que nos pasó hace poco, como desde hace siglos.
Un avance de ese proceso de enjuiciamiento y sanción social restauradora es la contemplación de actores menores que fueron ensalzados en esos días de retroceso de la paz social y la seguridad que tanto cuidan los que se indignan ante una protesta de los que menos tienen pero bajan la cabeza (¿o la bajaban?) ante el patroncito que maneja la chequera del pueblo.
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