¿Qué sucedería si hubiera un F5 en la Oposición? Obvio, lograríamos lo mismo, solamente actualizado en la línea de tiempo. Lo que se necesita es una actualización no de un estado actual sino de la actualidad de sus propuestas y pensamientos, sumados a hombres y mujeres actuales, que puedan desprenderse de sus viejos corsets y enfrenten con actualidad medular los temas con los cuales debemos lidiar en los próximos tiempos.
Imagino a sectores interpartidos opositores tender puentes de diálogo con el gobierno nacional (y viceversa) para discutir cómo instrumentar un plan de viviendas en el norte argentino, habiendo ya para ese entonces estudiado con sus equipos técnicos diferentes opciones de financiamiento y ofreciéndose como plataforma de vehiculización entre el gobierno nacional y el provincial, coordinando con instancias más locales. Por ejemplo, en Río Cuarto, la municipalidad local loteó terrenos fiscales inutilizados desde hace décadas, les colocó un precio muy accesible, los sorteó entre los miles de anotados mediante un software, y le dio participación a los diferentes gremios. Inclusive, en estos momentos, gestiona junto a asociaciones de adjudicatarios el acceso a créditos bancarios a intereses impensados (dejo de lado el negocio que le significó al erario público -haber vendido los terrenos varias veces más caros que el precio por el cual los adquirió en su momento- en pos de centrarnos en las reales chances que aparecen cuando pensamos en alternativas para mejorar una situación acuciante -como el del déficit habitacional que aún sufre extendidamente la misma ciudad-).
Imagino, entonces, a la Oposición aprovechar esta crisis en la cual la dejó la sociedad y esmerarse en interpretar semejante designio con vistas a las próximas elecciones. Un paso adelante en esta dirección sería animarse a cortar el cordón umbilical con estructuras de poder concentrado, los salvavidas de cemento que la hundieron masoquísticamente. Así, una buena señal sería una respuesta de algunos dirigentes de referencia de que ya no van a dejarse humillar por las editoriales y columnas de opinión de esos medios que en buena medida nublaron su mirada asegurándole votos sin necesidad de armado. Y ahí nomás invitar al oficialismo a discutir este tema y otros, con responsabilidad colectiva y enfrentando honestamente el mar de vanidades de la vida política, propias y extrañas, no sin antes llevar a cabo una esperanzante depuración de "cuadros".
Alejandro, hoy en Tiempo, da una descripción impecable, que puede funcionar de mar de fondo de esta movida revolucionaria que sé improbable, pero altamente posible, no utópica: "La sociedad argentina conoció tres proyectos. En 1880, la realización de la renta agraria facilitó, permitió, conformó el capitalismo dependiente de base pampeana. Aprovechando las “ventajas relativas”, se constituyó una suerte de división del trabajo por el que vendíamos materias primas de origen agropecuario, e importábamos casi todo lo demás a nuestro principal asociado, Gran Bretaña. Este orden, juzgado “eterno”, estalló con la crisis del ’30, y fue preciso construir otro. Todo lo que se entendía por política económica –desde la Caja de Conversión, hasta el patrón oro, desde las áreas monetarias (libra, dólar, franco), hasta el sistema crediticio– tuvo que ser rehecho. Federico Pinedo terminó de pergeñar los nuevos instrumentos –juntas nacionales de carnes y granos, y el Banco Central– desde el Ministerio de Economía del general Agustín P. Justo, y el programa definitivo estuvo listo en 1940, cuando la II Guerra Mundial rugía en Europa sin definición militar. Era el nuevo horizonte: la modernidad industrial. Entre 1946 y 1975, con variantes no menores, ese fue el segundo proyecto. La lucha por la distribución del ingreso, los reclamos populares hicieron que el bloque dominante diera marcha atrás. El tercero fue burilado por la dirigencia empresaria in totum; Celestino Rodrigo fue su ignoto practicante, aunque el titiritero mayor terminara siendo José Alfredo Martínez de Hoz. En perpetua crisis, con parches permanentes, sobrevivió hasta 2001. La implosión nos informó que no había modo de seguir en lo mismo, salvo exterminando a 20 millones de compatriotas. Y aunque la voluntad de masacre, de política terrorista, que alimenta el miedo conservador (ese es el trasfondo del temario de la seguridad) permanece, la destrucción de los instrumentos eficaces –las FF AA– y la lógica de la dinámica política terminaron por conformar un parche circunstancial: el monocultivo sojero. Si ese fuera nuestro único programa, su conservación corre serios peligros, entre otras cosas, porque la renta extraordinaria que los precios agrarios internacionales vienen generando, marcha hacia su desaparición. Pero sobre todo, porque la crisis internacional nos vuelve a imponer la necesidad de un camino propio, o someternos al terrible dictado del mercado mundial".
El trabajo conjunto que requiere abandonar un modelo exclusivamente agroexportador para encarar una definitiva etapa de industralización y agregado de valor mediante amplias de cadenas de producción nacional antes que se acabe el canto de los commodities ya tiene varias iniciativas del gobierno en su favor. Falta la imaginación y el trabajo mancomunado ahora de sectores opositores (sólo por su afiliación partidaria, no por su actitud destructora de esa oportunidad única que tanto dicen que el país tiene). Es el momento justo: disparar hacia adelante, ante el shock que destruye lo viejo.
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