Kenneth Rogoff indica en su último libro This Time is Different que "la crisis económica que empezó en 2008 no es una "Gran Recesión", sino una "Gran Contracción"". Propone dos caminos: mayores niveles de inflación en las economías desarrolladas o recortes de deuda en las obligaciones.
Además manifiesta que "lo que ocurre es que las economías industriales no han terminado de salir de la recesión de 2009 y el problema es el elevado endeudamiento de los países desarrollados". Esta es la teoría que suscribe el ministro de Economía Amado Boudou, que tiene a Rogoff, quien fue economista Jefe del FMI en el 2006, como su economista de cabecera.
El economista sostiene que "la economía mundial está sobre-apalancada y muy endeudada y no existe ninguna salida rápida sin una esquema para transferir riqueza de los acreedores a los deudores, ya sea a través de cesaciones de pago o defaults compulsivos como el de Argentina de 2001, represión financiera o alta inflación para licuar las deudas".
Rogoff considera que Irlanda, Grecia y Portugal debían declarar el default en su deuda y en cambio España seguramente no, ya que es demasiado grande y pondría en riesgo a todos los bancos y gobiernos centrales europeos, pero eso no significa que no se necesite ningún ajuste. Según él, España debería reestructurar su deuda voluntariamente y está en condiciones de hacerlo.
El libro demuestra con gráficos y estadísticas que, sorprendentemente, a mayor apertura y globalización de las economías, pero especialmente de los mercados financieros, mayor número de crisis, quiebras o reestructuraciones de las divisas y deuda publica de los países.
Quien fue economista jefe del FMI en 2006 es uno de los que propone transferir riqueza de los acreedores a los deudores mediante una cesación de pagos, método empleado por el país tras la debacle de 2001-2002.
En su clásico This time is different, el economista americano argumenta que este tipo de crisis suele terminar en la suspensión de pagos por parte de los países más débiles, algo que están empezando ya a temer los mercados internacionales. Si el funcionamiento de la economía requiere confianza, ahora vivimos instalados en el reino de la incertidumbre. Como cualquier tormenta, ésta también pasará y entonces nos daremos cuenta de que no toda la economía está enferma por igual. Quiero decir que habrá ganadores y perdedores, que es muy previsible que se produzcan grandes transferencias de poder y de capital y que nos encaminamos hacia una fuerte fragmentación social.
La pregunta que se plantea en este momento es la siguiente: ¿cómo desendeudar la economía? Quizás la única respuesta posible sea mediante el crecimiento, aunque nadie sabe muy bien cómo conseguirlo. Paul Krugman apuesta, desde una óptica más socialdemócrata, por las grandes inversiones en infraestructuras, consciente de que lo que se necesita es, en primer lugar, empleo. Rogoff opta por dar prioridad a los ajustes y a la consolidación fiscal. Todos, sin embargo, coinciden en la importancia de generar inflación en un contexto fuertemente deflacionario. Se ha repetido con frecuencia que la inflación es el impuesto de los pobres y también que provoca una transferencia de riqueza del ahorrador al deudor. Seguramente es injusta, pero, tal vez, sea la alternativa menos dolorosa.
Para el analista estadounidense se requieren renegociaciones y reducciones de la deuda tanto de los países como de los individuos. Es ahí donde la renegociación de la deuda pública argentina podría emplearse como un caso testigo.
Seguramente a Boudou también le guste la otra propuesta de Rogoff para salir de la actual crisis: un aumento de la tasa de inflación. Igualmente, el autor piensa en tasas del 4% a 6% anual, muy lejos del 25% argentino, reconociendo que si bien implica una transferencia de ingresos de ahorristas a deudores ello también es necesario. Algo así como la versión edulcorada de la devaluación argentina en 2002.
"En mi artículo de diciembre de 2008, sostuve que la única forma práctica de acortar el próximo periodo de doloroso desapalancamiento y crecimiento lento sería la aceleración sostenida de una inflación moderada, por ejemplo, 4 a 6% durante varios años. Por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos de los ahorristas a los deudores. Pero, al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida. A la larga, dicha transferencia se llevará a cabo de una u otra manera, de todos modos, esto es lo que Europa está aprendiendo de manera dolorosa.
Algunos observadores consideran cualquier insinuación de inflación, incluso de inflación modestamente elevada, como una forma de herejía. Sin embargo, las Grandes Contracciones, a diferencia de las recesiones, son acontecimientos muy poco frecuentes, que ocurren quizás una vez cada 70 u 80 años. Estos son periodos en las que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales".
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