Ciertos comentaristas políticos de -a estas alturas ya- dudosa capacidad analítica son así: si antes de las Primarias era funcional a los intereses de sus patrones decir que el kirchnerismo era sólo una facción minoritaria, y ahora, al no tener otra cosa que esgrimir, afirman que el peronismo domina la escena argentina, uniendo al kirchenrismo con el duhaldismo y Rodríguez Saá, no es sinónimo de contradicción aviesa, sino más bien de búsquedas intelectuales ante tanto desconcierto que aún hoy, a una semana, siguen mostrando los mismos que aseguraban lo peor para la performance de CFK y auguraban el fin del ciclo kirchnerista. Entre ellos, se destaca Horacio, por inercia simplemente -ante tanta chatura de pensamiento autónomo-, una voz que también ha sabido relatar a un Pueblo que ya no deglutina las aseveraciones de aquéllos ni las de sus representantes en partidos marginales.
Neilson, clasista: "Aunque en esta oportunidad Cristina hizo una elección respetable en la Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, distritos que poco antes habían repudiado a sus abanderados, el grueso de aquel 50 por ciento fue suministrado por los votantes del conurbano y de las provincias más pobres como Santiago del Estero (80,15%), Formosa (70,24%), Tucumán (65,45%) Corrientes (63,27%) y Chaco (60,98%). De no ser por el aporte de la Argentina tercermundista, el panorama sería un tanto distinto, si bien la incapacidad de los líderes opositores para formar partidos auténticos le hubiera asegurado a Cristina un primer lugar relativamente cómodo.
Se trata de sectores sociales que, para frustración de los bienpensantes progresistas, suelen votar por el caudillo populista más poderoso de turno; en 1995 el beneficiado por dicha propensión fue Carlos Menem, en la actualidad es Cristina. Es lógico: los votantes quieren manifestar su apego al jefe o jefa por entender que dependen de lo que haga, actitud que está compartida, por motivos no muy diferentes pero con un grado mayor de cinismo, por los operadores políticos locales. Otro síntoma de la tercermundización del país ha sido el crecimiento del voto peronista; sumados los votos conseguidos por Cristina, Duhalde y Rodríguez Saá, la cosecha superó el 70 por ciento, dejando a los comprometidos con credos más afines a los dominantes en el Primer Mundo repartir los restantes.
El predominio del peronismo no motivaría extrañeza si a través de los años el movimiento hubiera hecho de la Argentina un dechado de prosperidad material y justicia social, pero la verdad es que le corresponde la mayor parte de la responsabilidad por haberla depauperado, transformándola según algunos amargados en un apéndice del Brasil, detalle este que pocos se dignan tomar en cuenta. Como señalaba el propio general, no es que los peronistas hayan sido tan buenos, es que sus adversarios han sido irremediablemente malos".
TNmbaum, preocupado: "Los números de Cristina en la última elección son impresionantes. Pero, si se suman todos los votos peronistas, esto es, también los que recibieron Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, el resultado supera... el setenta por ciento del total. Una vez más: en sus diversas variantes, los herederos de “el General”, “el Pocho”, “el tirano prófugo” –cuyo nombre también fue prohibido, como el de D-S– lograron algo que ni Él pudo hacer en vida: ¡un setenta por ciento de los votos! En la Capital Federal, territorio antiperonista por excelencia, donde incluso “el fundador del Movimiento” fue derrotado en 1973, los votos que se dirigieron a sus discípulos fueron más que el sesenta por ciento.
El segundo elemento estructural es la existencia de un partido único –o dominante, excluyente, como se lo quiera llamar–. La crisis del 2001 barrió con el radicalismo y terminó, al menos por un tiempo, con la idea de alternancia en el poder. En la Argentina hay un solo partido que llega hasta el último rincón del país, que tiene concejales, diputados provinciales, legisladores nacionales, intendentes, gobernadores. Esta democracia se ha convertido desde el 2003 en sistema de partido único. Si nadie sabe, por ejemplo, quién va a fiscalizar la elección de octubre por parte de la oposición. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, sostiene que es responsabilidad de cada partido llevar las boletas al cuarto oscuro. ¿En qué porcentaje de lugares de votación habrá boletas de un solo y excluyente color porque los otros partidos, inexistentes, no tuvieron estructura?".
Fiore, cultural: "Si retomamos a Beatriz Sarlo (la intelectual social-demócrata que se autodefine como "la anti-kirchnerista que los kirchnerista aman odiar") quizás podamos avanzar en otras lecturas. Sarlo sostiene que el kirchnerismo ganó la batalla cultural porque pudo construir un complejo entramado de mensajes y discursos que fueron prendiendo en la ciudadanía. Hace 20 años fue la convertibilidad, hoy lo es el modelo de inclusión social (con base en la generación de trabajo por vía de los incentivos al consumo).
Pero la batalla cultural K se enarboló contra enemigos cambiantes (todos los populismos necesitan de un "otro" poderoso al que hay que vencer). Primero fueron el menemismo y los años oscuros de la dictadura militar. Es decir, las políticas neo-liberales y sus gobiernos. Luego, hace sólo tres años, la Bestia Negra pasaron a ser los medios de comunicación, concebidos por el "kirchnerismo recargado" o "de segunda generación" como expresión de un poder fáctico o invisible que no se somete a las urnas.
Como explica Sarlo, fueron los intelectuales de Carta Abierta los que acercaron a los Kirchner la idea del "golpe destituyente" de los medios, el campo y las clases medias urbanas durante el conflicto por las resolución 125/08 y el Gobierno la toma y la hace propia.
Lo interesante es analizar cómo este conjunto de discursos de la segunda etapa del kirchnerismo, que el Gobierno recién hace suyo cuando se enfrenta con el campo, primero emerge como una estrategia discursiva puramente defensiva (entendiendo al ataque como la mejor defensa, por supuesto) porque se había quedado sin el apoyo de los grandes medios de comunicación, pero luego se transforma en una herramienta de hegemonía, entendida ésta no sólo en términos políticos de subordinación sino también cultural.
Aparecen el Fútbol para Todos y "6,7,8"; se propagan los medios ultra oficialistas al calor de la guerra contra Clarín, los blogs y el incansable machaqueo de la militancia K. La puja ya no gira en torno a los problemas de la economía o los vaivenes de la política sino que es entre paradigmas culturales que el kirchnerismo presenta con el simplismo de los cuentos que tienen sólo actores muy muy buenos y muy muy malos".
Horacio, reparador: "La formidable votación obtenida por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner obliga a repensar todo este inmenso caudal de hechos históricos pasados y recientes. Mejor que las divergentes interpretaciones de la razón de esta señalada montaña de votos, es ver este generoso montículo electoral como el síntoma de un cambio de los armazones de la política popular, recreando las apelaciones con acentuaciones autonomistas y buscando punto de religamiento entre las vocaciones nacional-populares y las de la ilustración popular. No la “comunión de todos los santos”, como decía el recordado David Viñas, sino los puntos comunes de inflexión de quienes saben que debe haber confrontación de ideas en el seno del pueblo (y ellas constituyen en ultima instancia a los pueblos, como bien lo señala la obra de Ernesto Laclau), pero que esa confrontación obedece a lúcidos préstamos mutuos e intercambios paradojales.
Es hora de que vuelvan a juntarse en la misma escena intelectual, moral y reflexiva –el tribunal de la historia– los hechos con los que siempre contaron la apelación nacional popular y la de la ilustración popular. Mariano Moreno es tan citado hoy como Monteagudo, Rosas, Perón, Alfredo Palacios y Evita. A muchas de esas tradiciones y nombres no le fue ajena la palabra socialismo, y está casi desde el principio de la historia nacional. Con más razón, al socialismo nunca le pasó a una distancia irrecobrable la circunstancia de lo popular-nacional. Lo popular, por otra parte, debe ser intensamente revisitado a la luz de vastos replanteos de la tarea de los medios de comunicación. Estos replanteos y revisitas surgen de adentro de las cosas y también de su “exterior constitutivo” (me permito otra vez citar a Laclau). Los que los realicen serán los que tengan el derecho de decir que hicieron entrar al país, a los trabajadores y al pueblo, en un nuevo camino de verdad, memoria y justicia".
Morales Solá, desalmado: "El kirchnerismo es un naufragio institucional. La corrupción y los jueces paraoficialistas podrían sentir ahora que han sido indultados. No es así, sin embargo. Las sociedades no olvidan esas tropelías, pero las recuerdan sólo cuando reparan en que les vaciaron el bolsillo. Nunca antes.
¿Hacia dónde saltaría esa mayoría social si hubiera decidido subvaluar la estabilidad económica y sobrevalorar otros asuntos? Los partidos históricos están terminados en la Argentina. El radicalismo es una mueca de lo que fue en su larga historia. El peronismo clásico no pudo hacer nada. Ordenó votar a Duhalde en Santa Fe y en Córdoba. Duhalde salió tercero en Santa Fe y quinto en Córdoba. El propio kirchnerismo es, hoy por hoy, sólo Cristina Kirchner y el poder del Estado. Se terminaría en 24 horas si le faltara la Presidenta o si el Estado se quedara sin dinero".
Van der Kooy, desilusionado: "El peronismo habría sentido también la onda expansiva. Despuntó en el partido, antes de las internas abiertas, un sector dispuesto a establecerle límites a Cristina. Esa intención se había potenciado por la forma en que la Presidenta hizo el diseño de las listas electorales, privilegiando a dirigentes de su cercanía y a La Cámpora por encima de las estructuras convencionales.
El malestar se incubó, luego de la derrota K en Capital, en Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Pero ese núcleo de la región centro, espoleado por Carlos Reutemann, José de la Sota y Jorge Busti, nunca logró las ramificaciones necesarias en Buenos Aires.
En esa geografía, los intendentes protestaron en privado, pero se disciplinaron en el momento de la votación. Esos hombres buscaron, sobre todo, resguardar su poder territorial de las amenazas de las colectoras impulsadas con candidatos cristinistas. Así terminaron dando un notable envión electoral a la Presidenta".
Pepito, enojado: "¿Qué pasó este domingo en las “primarias” exóticas que tuvimos en la Argentina? Nada infrecuente, todo muy previsible. En la mayor provincia argentina, el gobernador fue votado por el 48,18% y la Presidenta recogió el 53,09%. La matemática electoral es una ciencia dura pero incierta, plena de certezas, pero medio temblorosa. Sin embargo, si una cosa revelan estas cifras, que forman parte de ese acervo documental que con excesiva frecuencia desatienden o no consultan quienes deben opinar con respaldo certero, es que lo del 14 de agosto no sólo fue un zafarrancho sin valor constituyente, un conteo de los porotos de cada uno, sino que sirve como indicador antes que como constancia de un mandato electoral. Fue, además, una justa electoral en la que se advirtió que la componente ideológica o programática de los tsunamis del justicialismo en los comicios tiene una importante labilidad. Porque alguien debería explicar, desde la peronología más eficaz, aquel casi 57% de Duhalde en 1995. ¿No tendrá algo que ver con el fondo de “reparación histórica” inyectado por Menem en aquellos años? Había mucha plata.
Sucede algo bastante diferente al ejercicio meticuloso del buen raciocinio. El impacto de ciertos hechos parece descolocar vuelta a vuelta a quienes están ya preparados para quedar boquiabiertos. La provincia de Buenos Aires es, como territorio político, una monstruosidad institucional a la que el justicialismo jamás querría desarmar. Pero su paquidérmica dimensión le confiere un peso aberrante en el equilibrio del sistema político argentino. Es allí donde se verifican los espasmos victoriosos más fornidos del peronismo.
En ese sentido, en muchos municipios del Gran Buenos Aires, se registran situaciones que los asimilan con la tétrica Formosa, una provincia que financia el 94% de sus gastos con las remesas de la Casa Rosada y donde Cristina obtiene el 70%. En La Matanza, por ejemplo, el kirchnerismo sacó en 2007 el 50,09% y este domingo el 64,8%, mientras que en José C. Paz pasó de 58,93% a 69,6%. ¿Son áridas las cifras? Tal vez, pero enseñan realidades y permiten zafar de las estafas emocionales".
domingo, 21 de agosto de 2011
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