Era otro agosto. No el de las tristes ventadas de hojas a romperse. No el del fin de ciclo propio. No el de la alegría de los satanizados. No la inutilidad de los encaramados falazmente día a día.
"¿Y ahora qué?", resonó en la conferencia de prensa, justo ante el enemigo triunfador. "¿Y ahora qué?", se le escapó de su inconsciente formateado de tanto lenguaje adjetivado siempre para un mismo lado. "¿Y ahora qué?", se le volcó sobre la corbata de periodista de Casa de Gobierno de años, mientras su amigo Obarrio estrellaba una de las puertas ante tanta realidad condensada justo en el lugar que tan pocas veces el kirchenrismo los ha dejado desplegar todo su histrionismo. "¿Y ahora qué?", con congoja acumulada de dos semanas y medio no soñadas ni previstas en las peores pesadillas. "¿Y ahora qué?", rogó, como buscando una mano tendida ante la soledad de la mentira develada, ante la mirada sancionatoria de mucha gente ya prevenida y otra tanta ahora enterada. "¿Y ahora qué?", rezó Guido Braslavsky, antes de comunicarse con esa redacción de Clarín ansiosa de una renovación ante tanta presión, esa que hoy, en una conferencia de prensa K, hizo saltar por los aires la bronca de los expuestos. "¿Y ahora qué?", se anticipa el periodista de Magnetto sabiendo qué es lo que se viene. Eso es lo que más lo preocupa. No un ministro de la Nación que le dice en su cara cosas que él ya sabe muy bien, desde hace mucho. "¿Y ahora qué?", en verdad, es para él. Mientras, Obarrio todavía prefiere no interpelarse. Será cuestión de que siga dando portazos a la realidad. Sin esas dudas, Alfano, en el estudio de TN, se ocupa de derramar todos los epítetos, cual lobotizado distraido.
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