Desbordado por las voces que se han levantado en defensa de Zaffaroni, el director de ese conglomerado de medios que lleva por nombre Perfil pero que cada día da más muestras de que está de costado a la práctica honesta del periodismo intenta seguir desmarcándose de ser integrante de una avanzada contra la Corte Suprema de Justicia. Obvio, poco éxito tiene ante el mar de pruebas que entregan sus pasquines.
"No caben dudas de que muchos de quienes no simpatizan ideológicamente con Zaffaroni aprovecharon la noticia para testimoniar su rechazo al juez y algunos hasta para descargar su resentimiento. Pero la noticia no se originó con ese fin, ni hubo premeditación de ningún tipo. La denuncia comprobada de cualquier vecino sobre un hecho similar que involucrase como propietario a cualquier otro alto funcionario público hubiera sido igualmente publicada", ofrece como endeble explicación el empresario periodístico que hace bastante se ha decidido por que sus medios jueguen el rol de perro faldero de las grandes ligas (Clarín y La Nación), a tal punto de haber protagonizado el histórico papelón de condenar al gobierno por el tema de Papel Prensa, antes de que se anunciara nada, en una nota grabada y que se emitió (por TN, claro) después de que se comprobara que ninguno de los hechos por los que acusaba a la administración K de autoritaria y cercenadora de la libertad de expresión se habían anunciado horas antes. (¿Se entiende? Es así, complejamente perverso...).
Como contraparte, es saludable para la democracia argentina que varias instituciones, entre ellas la Corte misma, a través de su presidente Ricardo Lorenzetti, hayan tenido la valentía de enfrentar al Poder Corporativo y defender a un jurista de prestigio (ya han recibido el mote de "kirchneristas" por semejante afrenta). Varios dirigentes políticos que osan aspirar a conducir el país deberían aprender antes que querer patológicamente satisfacer los deseos de aquél y caer en la cuenta de que ya es tarde para intentar asaltar la Presidencia con esas maniobras típicas de la vieja política, que dicen combatir.
Para el periodismo, ya le es tarde también atrincherarse en el pretendido inocente funcionamiento laboral (como ensaya Fontevecchia, como intenta Joaco, mientras van der Kooy directamente le echa la culpa a la víctima, pero sin llegar al extremo del siempre extremo Pepito que se pregunta si Zaffaroni, por acusar a los medios de perseguirlo, no está pidiendo recortes en la libertad de prensa), cuando tanta agua ha corrido desde la discusión de la Ley de Medios (y antes) para acá: los medios ya son vistos como empresas con intereses cruzados, sólo que se rehúsan a admitirlo y buscan refugio en la falacia de la independencia y la objetividad para en verdad desde ahí, parapetados, desplegar operaciones inconfesables.
"Al conflicto le está faltando una noción del equilibrio. El juez ha desmentido que esté trabajando con el Gobierno en un proyecto de reforma constitucional. Hay que creerle. Llama la atención, sin embargo, que haya hecho declaraciones reformistas cuando el reformismo podría convenirle al kirchnerismo si la Presidenta lograra su reelección. También ha profundizado la ideologización del problema en las últimas horas. De todas maneras, debe subrayarse que Zaffaroni no mantuvo reuniones con funcionarios nacionales en los días recientes", estigmatiza Morales Solá, para aclarar antes que nunca el periodismo quiso con el caso Zaffaroni atacar a uno de los sucesos en los cuales el kirchnerismo (esa bestia negra) es aprobado mayoritariamente: la renovación del máximo tribunal llevada a cabo por el ex presidente Néstor Kirchner.
La Viau expone con crudeza el retroceso de los grandes medios al acusar ahora al kirchnerismo de reapropiarse de las acusaciones contra el juez y los organismos de DDHH y presentarlos como un avance oscuro contra el núcleo ético (Horacio dixit) de la política oficial. Pero alcanza a meter: "Aunque el Gobierno sabe que estos episodios tienen un efecto demoledor sobre su discurso, no propiciará ni apresurará la dimisión de Zaffaroni. Eso sí, ya ha renunciado a depositar en él y en su prestigio la misión de impulsar un proyecto de modificación constitucional que habilite la posibilidad de un tercer mandato para Cristina Fernández".
Para colmo, La Alameda también prefiere la retirada ante la reacción de los anticuerpos que la sociedad ha sabido construir a lo largo de los últimos años, durante los cuales fue y es impensado volver a una Corte formada por Nazareno y Cía, esa que le fallaba a favor a los mismos que hoy se rasgan las vestiduras hablando de ética y moral.
domingo, 7 de agosto de 2011
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