Marcos, condescendiente con el falo estadounidense ("Su país no va a perder el liderazgo del mundo, ganado con tanto esfuerzo. Los países que le siguen no han cimentado durante siglos las instituciones, la democracia ni las exigencias morales que prevalecen en el suyo. La economía suele depender de la buena política. Los Padres Fundadores han tenido una admirable visión en este punto"), se excita recorriendo el cuerpo de Barack ("Mientras las agujas de agua le golpean cariñosas el cuero cabelludo y luego se deslizan por el resto de su cuerpo"), divide el mundo entre buenos y malos (ya sabemos quiénes son para un columnista de La Nación) y finalmente explota: "Castro no se muere y tiene mejor organizada la sucesión que Chávez. Chávez es tan soberbio y omnipotente que nunca imaginó la eficacia del cáncer".
Aguinis es un exponente aún vivo de esos cuyo anclaje cultural se nutre de la dictomía civilización-barbarie, no sólo hacia el interior de nuestro país, sino principalmente para ver el mundo, ése que dulcemente Obama moldeará según aquélla mirada, contra todos los hechos históricos que marcan que muchos pueblos no quieren disfrutar de la democracia occidental y el libre mercado, más si estos son implantados mediante bombas y asesinatos masivos.
Mientras las matanzas del Premio Nobel de la Paz continúan por el mundo, Aguinis se regodea con la virilidad norteamericana, ésa que siempre le enseñó que la libertad conlleva adicción plumeril. Luego, él acusará al resto de estar al servicio de esta Dictadura que lo maltrata tanto que lo desnuda ante nuevos públicos, capacitados para ver más allá de un cuentito de hadas.
martes, 9 de agosto de 2011
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