¿Qué les permite apretar a un juez federal desde las páginas de un diario? ¿El mismo sentimiento de impunidad que sintieron los que apretaron a Mike Amigorena u otro?
¿Qué les permite tomarse en joda una decisión de la Justicia que tanto dicen defender de la Dictadura K? ¿El mismo sentimiento de impunidad que exhiben sus jefes ante denuncias por delitos de lesa humanidad o enriquecimiento ilícito u otro?
¿Qué les permite tranformar un simple pedido desmedido de información de contacto en un ataque a la libertad de expresión? ¿Es que no les basta con negarse a brindar esa infromación sino que también están en contra del criterio del juez de investigar a ver si, por las dudas, estos diarios están entongados con las consultoras privadas y los tenedores de bonos argentinos para forzar subir la inflación así ganan unos pesitos más?
Si todos tuviéramos un medio desde donde escribir en contra de la Justicia para así beneficiarnos en causas en las cuales estuviéramos implicados, ¿lo haríamos?
¿Sorprende que empresas paraperiodísticas como estas dos defiendan los negocios privados de consultoras que elaboran índices preguntando en el mercadito de la esquina y que acostumbraban robar información del INDEC para ganar plata con ella?
En este contexto barroco, no llama la atención estos párrafos desfachatados del (ahora) vivo de Laborda: "Señor juez, deseo que sepa que puede contar con mi testimonio para aportarle modestamente algunos elementos que puedan ayudar a su investigación. Por ejemplo, podría exhibirle una columna que escribí allá por el 5 de octubre de 2007 en LA NACION, titulado "La culpa la tiene el otro", en el que precisaba que el entonces presidente de la República dijo que había sectores minoritarios "demandantes de inflación" que "ahora quieren desestabilizar". También expresé en ese artículo que "los Kirchner parecen reclamar comprensión con las tropelías del sheriff Guillermo Moreno para frenar o disimular los aumentos de precios, cuando señalan que por cada punto de inflación la deuda pública sube en 420 millones de dólares".
Y si me concede algunos minutos más, podría explicarle, de acuerdo con opiniones de numerosas fuentes consultadas cuyo criterio comparto, para qué le sirve al Gobierno disimular la verdadera inflación con las mediciones del Indec: para enmendar uno de los puntos más débiles de nuestra deuda pública, como el ajuste de los bonos por la variación del costo de vida (aunque no reparen que buena parte de esos títulos públicos están en manos de la Anses); para persuadir a la ciudadanía de que el índice de pobreza, que se mide en función del poder adquisitivo de las familias y del costo de una canasta de alimentos, es uno de los más bajos del mundo (8,3% según el Indec, ¡la mitad del de los Estados Unidos!), y para no subir como se debería el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias para los trabajadores en relación de dependencia".
¡¿Cómo podríamos tener la mitad de desocupación de Estados Unidos? ¿Dónde se ha visto, por favor?! Además, allá no hay jueces que se pondrían a investigar los negociados entre empresas, bancos, mediciones, consultoras, diarios, periodistas. No.
Allá los periodistas defenderían con su vida un índice de inflación bien alto, acorde con las exigencias de aquellos que desde hace años sueñan con que las llamas de una hiper terminen con este modelo populista que tanta les ha hecho perder plata. Y que para colmo, la yegua ganadora presenta como ejemplo ante los poderosos del Mundo, esos entrañables patrones ideológicos y financieros de diarios como estos dos y plumas formateadas como las de estos dos.
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