Las plumas de las dos grandes empresas paraperiodísticas del país llegaron al domingo para consolidar una estrategia que anticipe los próximos 4 años de gobierno kirchnerista pero que principalmente vaya preparando el terreno para que ningún actor social pueda atacar la moralidad de sus propios negocios, manchados de sangre (según varias causas judiciales ya abiertas). Clarín y La Nación le proponen a sus lectores la (re)construcción de un relato que interpele al de la mística kirchenrista: "Estos son como los Menem: que nos hizo creer que estábamos muy bien económicamente, mientras él y todo su séquito se afanaba todo y luego terminamos en la bancarrota total como país. Y por su fuera poco, luego son absueltos. Los Kirchner son lo mismo. Recuerde lo que le decimos, señora. Va a ver".
Van der Kooy hace ese recorrido en su columna de hoy: absolución de Menem, conveniencia kirchnerista (además de gestiones para lograr dicha absolución), juez corrupto, las denuncias de John Lender, el Gobierno que las busca descalificar y silenciar porque no le conviene que se sepan, la Fundación de las Madres como vehículo para la corrupción de la política. "El parricida, el embustero, el apoderado de las Madres, el cerebro de muchos planes K, mutó de repente en el opositor menos pensado y más temido", se entusiasma.
Mientras tanto, Blanck extiende la impunidad como concepto desmovilizador y ratificador de la idea de que no hay que meterse en política porque son todos ladrones: "Si Carlos Menem salió como salió de este entuerto, la corporación política y su extensión judicial están avisando que de nada deben preocuparse los involucrados en las coimas del Senado durante el gobierno de De la Rúa; nada deben temer los enchastrados en el caso Skanska, en la valija de Antonini, en la bolsa de dinero en el baño de Felisa Miceli. Deben dormir tranquilos todos los funcionarios a los que Sergio Schoklender embocó en sus denuncias. Y hasta puede planificar tranquilo su futuro el afortunado Ricardo Jaime".
"El grado de corrupción gubernamental latente en no pocos gobiernos latinoamericanos habría provocado una severa crisis política en los países centrales. Desde luego que reacciones de esa naturaleza están lejos de suscitarse cuando la ciudadanía es insensible en términos suficientes a la degradación de la calidad que debería regir las instituciones públicas. Con cierta tristeza, debemos admitir hoy que para una no menor porción del electorado la corrupción pública es un viejo problema con el que se ha acostumbrado a convivir. Probablemente, su reacción sería diferente si comprobara que cada escándalo conocido, además de ocupar las primeras planas de los diarios, no sólo afecta la calidad institucional, sino también la seguridad jurídica, la imagen del país en el mundo y, por ende, la calidad de vida y el bolsillo de cada ciudadano", alecciona La Nación a sus lectores (tan ávidos de beber de las fuentes de Doña Rosa) desde su editorial de hoy.
En ese camino no sólo se mancha la función pública y las políticas públicas (la columna de Fernández Díaz es un tesoro, preocupado, como Pepito, porque los alumnos puedan ingresar con sus netbooks a una agencia demoníaca como Télam que no sigue la agenda de temas que el periodismo independiente cree mejor para el país. Como por ejemplo, confiar más en John Lender (como dice la Viau: "De ser cierto el relato –si no lo es, resulta, al menos, verosímil–") antes que en la trayectoria de las Madres y las Abuelas) sino también a estas fundaciones que tienen un enfrentamiento claro con estos medios por aquellos delitos de lesa humanidad. "Extraña evolución la de las Madres, que ya no consideran cuestionable la relación con agentes de inteligencia ni la protección que les suministran punteros de mala fama. Lo cierto es que el escándalo que, quiéranlo o no, las envuelve y trasciende los límites domésticos es un compendio de curiosidades", las acusa la Viau.
Y para complementar esto, ensuciar a la Justicia, donde están esas causas que los comprometen, y a todo aquel que se oponga a que se ventile el caso fuera del ámbito judicial y, más ahora, a quien descalifique a John Lender, presentado como un valiente arrepentido de la mafia kirchenrista. "No deja de ser extravagante que un juez tan cuestionado y polémico haya monopolizado una documentación extremadamente importante, que podría contener graves elementos acusatorios. También la comisión parlamentaria bicameral, de la que depende la Auditoría, le reclamó a ésta un trabajo parecido. Pero la Auditoría no pudo avanzar más allá del reclamo al juez para que le trasladara copia de la documentación. Siempre chocó con la misma respuesta: Oyarbide se manifestó impedido de hacerlo por el secreto del sumario, que él mismo dispuso y prorrogó desde hace casi cuatro meses.
La Auditoría, que es un organismo constitucional, debería investigar de dónde y cómo salió el dinero del Estado, hacia qué caja fue a parar, cómo se distribuyeron esos recursos y en qué estado están las obras comprometidas. Las respuestas a todas esas preguntas están en poder de Oyarbide, pero éste traslada el expediente permanentemente del horno a la heladera y de la heladera al horno. En ese contexto de dilaciones y secretismos, la posición de Hermes Binner y de sus seguidores fue casi lírica: el caso está en manos de la Justicia, dijeron, y el Congreso no debió interferir con su citación a Sergio Schoklender. La teoría sería perfecta si el juez fuera Baltasar Garzón y no Oyarbide", azota Joaquín, siempre dispuesto a controlar a la tropa díscola, para luego centrarse también en la obra corrupta de las Madres.
Pero al final del espacio a escribir, viene el desaosiego que ha invadido a las plumas ya abatidas luego del sorprendente 14A. "Habría que explicar por qué una suma creciente de escándalos que van desde las incursiones mediáticas de Sergio Schoklender hasta el crimen de Candela y los accidentes de los trenes, pasando por la no menos escandalosa absolución de su nuevo aliado Carlos Menem, no han hecho mella en la Presidenta. ¿Está ella, entonces, más allá de la corrupción que la rodea? ¿Vive Cristina en un Olimpo inalcanzable para los débiles dardos de la crítica y de la oposición?", se pregunta Marianito, resignado.
Será cuestión de que van der Kooy y Joaco lo llamen al Doctorcito para subirle el ánimo, que no decaiga. Quizás esta vuelta al espíritu de los 90s, cuando el "no te metás" -la contracara del asesino "algo habrán hecho"- reinaba en beneficio de las corporaciones, sea el relato que necesita construir un Mauricio triunfador en 2015.
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