domingo, 28 de junio de 2015

¡Llega el dictado que viaja en el tiempo!

Un salto en la misma época, con los mismos argumentos, con tal de moldear la opinión pública de sus países en favor de los intereses del sector financiero internacional, ese que tenía capturado a nuestro país y que ahora domina las principales instituciones europeas, que aprietan a Grecia, para el país heleno haga los ajustes necesarios (al que descaradamente llaman "austeridad") para pagarle un vencimiento al FMI y endeudarse nuevamente (al que cínicamente llaman "rescate").
El País, España, 27 de junio de 2015: "Salvo milagro imprevisible, las negociaciones del segundo rescate a Grecia han desembocado en un rotundo fracaso. Antes incluso de celebrarse la reunión del Eurogrupo de ayer, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, las abortó de facto al convocar a sus conciudadanos a un referéndum contra el presunto intento de sus socios de “humillar al pueblo griego”. Del tono y contenido de la convocatoria queda claro que su Gobierno no busca nueva legitimidad democrática para una modificación de sus promesas electorales en sentido realista, sino una votación contraria a las últimas propuestas del resto de los Diecinueve, en clave de orgullo nacionalista.
Aunque en toda negociación las dos partes son en alguna medida corresponsables, la carga de la prueba corresponde en este caso a Tsipras. Porque la presunción de la principal responsabilidad suele recaer en quien se levanta abruptamente de la mesa. No siempre es así. Pero lo es sin género alguno de duda cuando, como es el caso, las posiciones se habían acercado muy notablemente. De hecho, la diferencia numérica entre el ajuste asumido por Grecia (8.000 millones) y el pretendido por el resto (11.000) apenas alcanzaba los 3.000 millones. En algún capítulo reputado como esencial (la recaudación del IVA) apenas superaba los 100 millones; y se dio la paradoja de que los acreedores exigían más recorte en el gasto militar (400 millones) que el que la coalición griega de izquierda radical y derecha ultranacionalista pretendía: cuando los principales perjudicados de ese menor gasto habrían sido los propios acreedores.
La salida del referéndum es intempestiva. Es la reacción a una oferta en la que cabían matices; cuando se vote, difícilmente estará vigente, superada por los acontecimientos probables. Pero es además una falsa salida. Los referendos los carga el diablo del azar y/o la pasión, y este aún más, por cuanto el Gobierno griego pretende que los ciudadanos asuman una perjudicial secuencia de corralito-suspensión de pagos-riesgo de exclusión del euro, cuando se manifiestan en las encuestas favorables en un 73% a seguir en la moneda única.
Si la coalición de Tsipras tiene problemas internos, la forma más desleal de dirimirlos es no asumirlos con entereza y, al contrario, trasladarlos a la sociedad para que sea esta la víctima de la bipolaridad. Resulta además infantil solicitar una prórroga del rescate hasta el día del referéndum precisamente a aquellos contra cuyas propuestas se pretende organizar ese mismo referéndum. Se entiende que Tsipras y los suyos se sientan emparedados entre la utopía de sus promesas y la realidad política continental, pero no hasta el punto de que, mientras vejan a sus acreedores —con expresiones como las de “criminales”, y términos como “chantaje” y “pillaje”— les pidan ayuda contra ellos mismos.
Si Tsipras parecía haber iniciado el camino hacia un cierto pragmatismo, lo colma ahora de insensateces. No por ello el Eurogrupo debe perder los nervios ni las formas, sino atenerse a sus deberes: dejar siempre expedita la eventualidad de un retorno al pacto y proteger especialmente del contagio a sus socios más débiles. Este drama es muy grave para el euro y para Europa. Que no se convierta en tragedia".
La Nación, Argentina, 10 de febrero de 2004: "Una negociación de "buena fe" requiere, entre otros atributos, de cierta prudencia para llegar a buen puerto. No es esto lo que ocurrió en las últimas ocho semanas. El FMI demoró sin motivo la aprobación de la primera revisión del acuerdo que la Argentina habría cumplido con creces. Y esta actitud, aparentemente aclarada en la cumbre de Monterrey, volvió a desatar un discurso presidencial combativo que poco ayudó a mejorar el clima de la negociación. La estrategia de confrontación que a Néstor Kirchner le aporta puntos en las encuestas de popularidad (7 de cada 10 argentinos lo apoya) sólo sirve para provocar desconcierto en el exterior. Allí nadie olvida que la Argentina lleva más de dos años en cesación de pagos, aunque pocos reparan en que de ese lapso sólo un tercio corresponde al actual gobierno.
La breve declaración que emitió el Grupo de los 7 (G-7) el sábado último revela que varios de los países que controlan el directorio del FMI son receptivos a la presión de los acreedores externos y que la Argentina no dispondrá de todo el tiempo que necesita para sentarse a negociar formalmente la salida del default, por unos US$ 88.000 millones.
La Argentina necesita tiempo para seguir recuperándose, pero no es lo mismo obtenerlo con una negociación abierta que desenganchándose del mundo.
Para el Gobierno tampoco es negocio extender los plazos: cuanto más se demore la salida del default, se comprometerá la tasa de crecimiento a mediano plazo de una economía que necesita más inversiones.
Probablemente el inflexible discurso de quita de 75% o nada, que tan buenos réditos políticos deja en el plano interno, deba dejar paso a una negociación más racional con los distintos y numerosos grupos de acreedores.
Desatender el interés nacional sería exactamente lo contrario".
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