El #RelatoAntiK sigue preparando su diciembre.
En éste, dicen, no pueden fallar.
Mariano Grondona, el jueves: "La pretensión monopólica de Cristina Fernández se irá con ella el próximo año. Tanto ella como Néstor Kirchner soñaron con un poder ilimitado en el espacio y en el tiempo. Hoy podemos decir que este sueño ha fracasado. ¿Qué vendrá a reemplazarlo? Quizá, si hacemos las cosas bien, en diciembre de 2015, cuando venza el plazo de Cristina, volverá la república.
Quizás el secreto del poder benéfico, logrado, sea, como acaba de sugerirlo el papa Francisco, "hacer un poco de lío". Vivir en tensión, tanta como para seguir siendo creativos, pero no tanta como para ahogar la pasión. La tentación, aquí, es la paz así llamada "de los cementerios", que proviene a su vez del miedo inevitable a las ambiciones contrapuestas que, en dosis excesivas, conducirían a una suerte de parálisis, por anularse unas a otras".
Editorial de La Nación, ayer viernes: "La Argentina ha procedido a su desarme gradual sin que haya habido una decisión legislativa ni un debate político al respecto. Este proceso no ha surgido de acuerdos o entendimientos internacionales ni regionales. No hubo reposición del equipamiento aéreo, naval o terrestre de la Guerra de Malvinas. Lo que no se perdió durante esa contienda, se fue luego deteriorando o canibalizando hasta resultar en gran parte inutilizable. No se mantuvo el municionamiento ni siquiera para el entrenamiento del personal.
La búsqueda de explicaciones a la política argentina de abandono de la función esencial de la defensa lleva a relacionarla con el fuerte antimilitarismo presente desde 1983 y, en particular, desde 2003. Es un antimilitarismo que no sólo se ha canalizado a la acción mediática, judicial y punitiva con fuerte contenido ideológico y con lamentable parcialidad, sino también a la destrucción desordenada, no explícita, de la capacidad defensiva del país. Éste es otro capítulo de la triste y costosa herencia que dejará la gestión kirchnerista a quien tendrá luego que corregirla".
Perfil, hoy: "¿A partir de qué momento se instaló la solemnidad, se perdió el sentido del humor pero, sobre todo, se impuso el respeto a los abusos de poder varios?
Hace algunos años era impensable la reprimenda por insultar a un político de cualquier tipo que éste sea. Y no hablo de insultarlo cara a cara sino de referirse a él/ella de manera despectiva frente a terceros. Hoy esto provoca censura explícita o autocensura (previa).
Lo novedoso de la instalación del lenguaje de la censura radica en que la censura es previa o implícita, dada por un clima asfixiante, en donde el disenso es despreciado o descalificado. Esto termina siendo la dinámica instalada y triunfante.
Una injuria a alguien con poder es una forma de intervenir en el espacio público: se puede intervenir orgánicamente (hay planificación previa, una orden vertical) o inorgánicamente (no tiene líderes sino adherentes/convocantes, es espontáneo). En esta línea los abucheos hacia Amado Boudou y Axel Kicillof sumados a la sucesión de injurias dirigidas a CFK y sus funcionarios –el 13S y el 8N– son muestras de cómo la injuria funcionó como gesto liberador clave contra la censura y el silencio.
Frente al nuevo estado de situación en donde cada vez resulta más difícil encontrar disidentes que griten en soledad propongo, humildemente, recuperar la tradición ironista del arte de injuriar. La injuria a los poderosos –cuando la opresión sólo permite resistir–, el reclamo que exige que quienes tienen la sartén por el mango detengan sus abusos, quizás sea el último límite que debe defender todo pensamiento crítico cuando debe convivir con las diversas formas de la violencia silenciosa".
sábado, 30 de agosto de 2014
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