Por Gastón Maldonado
Lic. en Ciencia Política
Militante de La Jauretche
La intención no es trillar frases recontragastadas, ni tampoco producir literatura de autoayuda o motivación personal.
Es una reflexión militante y por eso sincera.
El kirchnerismo -expresión política hegemónica de los últimos 11 años- experimenta, en tiempos crepusculares de la gestión, transformaciones generales que atañen a su filosofía y a su praxis política. El debate se abre camino entre la activa militancia, principalmente compuesta por el colectivo etario que va de los 18 a los 40 años. Por supuesto, el proceso nacional encuentra particularidades y diferencias cuando pasa por el filtro de los territorios (provincias, ciudades, barrios). Por eso el absurdo de creer que el kirchnerismo (como cualquier movimiento político) es uno y homogéneo. El caso cordobés es por eso particular.
En lo electoral, nunca se pudo hacer pie en la provincia gobernada desde el año 1999 por la alianza que conduce José Manuel De la Sota. Las idas y vueltas, tratados de paz, alianzas tácticas y demás convenios con esta fuerza conservadora también habilita pensar las causales de la insuficiente estructuración de una alternativa transformadora de la mano del proyecto nacional. Hubo cambios y recambios permanentes de operadores, referentes y mandatarios del poder central con escasa representatividad y capacidad para, como suele decirse en la jerga política, “juntar las cabezas” de los compañeros.
Ante esta situación de escasa organización de la fuerza, se recurrió a las organizaciones juveniles que habían experimentado un extraordinario crecimiento y desarrollo desde el año 2008 en adelante. Luego del paso de Néstor a la inmortalidad de la Historia, las filas de las distintas organizaciones se apiñaron de militantes voluntariosos y convencidos de defender los logros conseguidos desde 2003 y convencidos de que su misión era ir por más. La elección de 2011, con un triunfo arrollador lleno de alegría y entusiasmo, nos puso en la cresta de la ola.
Esa masa de militancia es variada y puede provenir de diferentes extracciones ideológicas: están muy presentes el progresismo, la izquierda racional y el peronismo. También se constituye de personas con simples inquietudes sociales. Muchos se/nos sumaron por sentirse/nos interpretados en la aspiración de un peronismo trasformador, cansados de la mueca ridícula y falsa que expresa la conducción del pejotismo cordobés aliado a los sectores tradicionales y concentrados de la economía y garante de la alianza con la anquilosada UCR de Angeloz, Mestre y Aguad.
El kirchnerismo es esa forma política que permite sentirse y pensarse realmente como un peronista de bien, un auténtico peronista. Sin duda la única expresión con contenidos claros en lo ideológico, lo programático y lo organizacional es hoy por hoy el peronismo que tiene como conductora a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Las demás formaciones políticas oscilan entre la conveniencia electoral y los últimos gritos del marketing.
Pero toda esa espesura política y el dinamismo que demuestra la militancia en su trabajo barrial, todo este compromiso no han bastado para configurar, en el marco de la dirigencia superestructural, un referente indiscutible de todo ese colectivo político. La interrogación que surge es acerca de los motivos. Quizá el tiempo y el rol que nos toca jugar imposibiliten un análisis justo.
El empoderamiento del pueblo humilde se anota como una tarea incompleta en la que deberemos seguir trabajando. La unidad y la organización (organicidad unitaria de toda la fuerza) también muestran deficiencias. Es cierto que la discusión, el debate y la autocrítica existen y se reproducen, en buena hora, síntoma de vitalidad e inquietud. Críticos y analistas de dentro y de fuera señalan la influencia del aparato burocrático-clientelar del gobierno provincial o las lógicas caudillescas de algunos intendentes, o suponen que la inexperiencia de la militancia y su juventud han jugado una mala pasada. Muchos hablan por hablar, otros aciertan de buena fe. No hay pocos que se quejan de la cooptación por parte del aparato estatal nacional (que aún conserva no pocos resabios de tecnocracia) de los militantes que pasan a ocupar su tiempo en actividades burocráticas restando energías a la construcción popular desde abajo.
Sería saludable para alguna partecita de la dirigencia, también, la relectura del concepto de conducción política que ofrece el General Perón: simplemente, conducir es persuadir, no mandar.
Asistimos a un tiempo de cambio en donde hay muchos que pensamos que el proceso de transformación social, política, económica y cultural de la Argentina no debe ni puede concluir con el fin del mandato de Cristina. La inmensa mayoría, gracias al proceso de concientización y formación política de los últimos años, nos sabemos con la inmensa y gratificante responsabilidad de llevar adelante y a la victoria las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.
Algunos compañeros valiosos quedarán en el camino, esperarán, se sumarán después. No hay que obligar a nadie; la naturaleza de nuestra misión es atractiva y convocante por sí misma, pero debemos darnos la disciplina para convencer a muchos a partir de la certeza de que Córdoba y cada una de nuestras localidades se merecen un Estado que tenga a lo humano como eje central de la política. Lo que queda claro es que lo acumulado en este tiempo es de la más alta calidad política por su autenticidad y porque está fundado en convicciones profundas estructuradas por los conceptos de justicia, inclusión e igualdad.
PD: terminando de escribir esta columna, me confirman la renuncia de Carolina Scotto a su cargo como diputada nacional, por razones estrictamente personales.
Como escribí, la política hace a nuestras razones personales.
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