jueves, 26 de julio de 2012

Europa: Los efectos de la flexiguridad, "nueva" forma de explotación

"¿Qué quiere decir este vocablo? Utilizaremos la definición dada al mismo por el Grupo de Expertos Europeos sobre flexiguridad instituido por la Comisión Europea en 2006: “Una política estratégica para conseguir al mismo tiempo y de manera deliberada la flexibilidad de los mercados de trabajo, organizaciones laborales y relaciones de empleo por un lado, y la seguridad –seguridad en el empleo y seguridad social- por el otro.”
Se trataría pues de asegurar, al mismo tiempo, una flexibilización mayor de la relación laboral que aumentase la competitividad del empresariado europeo favoreciendo su negocio y un mayor aseguramiento de los trabajadores, que obtendrían un acceso mejorado a los mecanismos de Seguridad Social.
(...) ¿En qué consiste pues esta política puesta en marcha por la Unión Europea en los últimos años?
(...)
1. Acuerdos contractuales flexibles y seguros.
2. Estrategias comprensivas de aprendizaje permanente.
3. Políticas activas de mercado de trabajo efectivas.
4. Sistemas modernos de Seguridad Social.
(...)
En palabras de Carlos Ruiz Escudero, de Attac-Madrid:
“La trampa del concepto de “flexiguridad”, pues, es clara: se trata de hacer creer que la mejor (o única) manera de asegurar el empleo es que los trabajadores acepten una movilidad permanente, un constante reciclaje profesional y, en último término, se avengan a servir a empresas que no contraigan con ellos compromiso alguno, pasando a convertirse en “falsos autónomos” que carecen de lo único que puede garantizar la autonomía, a saber, los medios de producción propios. En el límite, pues, habríamos de convertirnos todos en trabajadores “free lance”. Existe el riesgo de los falsos autónomos, de las cadenas de subcontratación y de las ofertas ficticias de servicios.
En un mercado laboral así se consumaría el ideal de todo explotador (eufemísticamente llamado “empleador”): disponer de una masa amorfa de vendedores de fuerza de trabajo con lo que podría negociar de uno en uno, sin la (a veces, aunque cada vez menos) molesta intermediación sindical, lo que situaría al capital en una posición de fuerza absoluta frente al trabajo”.
Una situación de fuerza absoluta que ha hecho mencionar a algunos como Desiderio Martín, la tremenda posibilidad de que la flexiguridad, con sus despidos gratuitos, se convierta en la principal arma empresarial contra la huelga y el sindicalismo.
(...) ¿Qué podemos decir, pues, como resumen de lo indicado respecto de la flexiguridad?
En primer lugar encontramos una nueva vuelta de tuerca flexibilizadota, un nuevo proceso de desregulación del mercado de trabajo, tanto desde la vertiente de la flexibilidad externa (entrada y salida en el empleo) como de la interna (polivalencia funcional, flexibilidad horaria, etc.). Una nueva vuelta de tuerca flexibilizadora ante la que cabría preguntarse, no sólo si está justificada más allá de extracción acelerada de plusvalor necesaria al empresariado capitalista, sino si no es directamente antagónica a la estructura normativa de los ordenamientos legales europeos. Tengamos en cuenta que “la Corte de Casación italiana ha encontrado repetidamente que los sistemas regulatorios que no proveen protección contra el despido injusto están en contraste con el concepto de orden público interno y por lo tanto no pueden encontrar su lugar en el sistema legal italiano. Es más, la Corte Constitucional Italiana vió el criterio de necesaria justificación del despido como el contenido constitucional del derecho al trabajo. No hay consideraciones similares en el Libro Verde”.
Lo que realmente hay en el Libro Verde, y en el resto de documentos comunitarios que ponen en marcha la llamada flexiguridad es un proceso acelerado de desmantelamiento de la seguridad en el empleo (de la seguridad de empleo) de los trabajadores europeos. Un enorme embate contra la actual correlación de fuerzas Capital-Trabajo en el seno de las unidades productivas, para hacer más dócil y maleable al proletariado europeo: “El riesgo principal concierne a la ecuación flexibilidad –falta de garantías, o flexibilidad –despido fácil, o “flexplotación””.
Una flexplotación que se os vende, supuestamente, a cambio de un aumento en el gasto público en desempleo que no deja de ser puramente hipotético. Ya hemos visto que la tendencia general de la Unión no es aumentar sino disminuir los gastos públicos sociales. Y ello incluso en los lugares donde la llamada flexiguridad adopta su cara más amable, no digamos ya en un país como el nuestro que muestra un grave y persistente subdesarrollo del Estado del Bienestar con respecto a la Unión Europea.
Al fin y al cabo, lo que ha de quedar claro es una idea fundamental:
“El Libro Verde se basa en la idea del intercambio de derechos adquiridos por promesas de futuro”.
Unas promesas de futuro que no parecen demasiado creíbles ante la situación generalizada de asalto inmisericorde al gasto público social de la Unión.
Así pues, flexibilidad a cambio de protección al desempleo significa una cosa clara, de la que ya sabe bastante el proletariado español: rotación acelerada en los puestos de trabajo, trabajo temporal y paro alternándose de manera continua para que el trabajador esté sometido bajo una constante espada de Damocles. Si eso se combina con un aumento en la condicionalidad de los beneficios por desempleo, es decir, con que el parado deba trabajar en cualquier puesto que se le busque so pena de perder la prestación, el cóctel de una explotación incrementada está servido. Y ese es, en definitiva, el marco de juego que se quiere poner en marcha con las políticas públicas relativas al desempleo".

Del libro "El bienestar malherido. Seguridad social, desempleo y flexiguridad en el siglo XXI" de José Luis Carretero Miramar. Confederación Sindical Solidaridad Obrera. 2008. Madrid.
Disponible aquí.

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