Empeñado en bajarle el grado de unión nacional que la causa por las islas provoca en la inmensa mayoría de la sociedad argentina, el diario de Ernestina y Magnetto recurre hasta la Iglesia (que para hablar de Malvinas y Dictaura sabe un montón) para presentar las tratativas diplomáticas del gobierno como una puesta en escena para supuestamente tapar los problemas domésticos (hasta la denuncia de la nueva estrella del multimedio contra AB). Inclusive, adherirles un tinte de perversa teatralización.
Van der Kooy: "Malvinas no constituiría sólo una prioridad externa del segundo mandato de Cristina: engarzaría también con su proyecto de poder.
¿Cuál? Aquel que pudiera garantizar su continuidad en el 2015, siquiera con un delfín impuesto sólo por ella. Como hizo con Boudou.
El vicepresidente empieza a convertirse en un problema para el proyecto de continuidad K. Sus acciones suben y bajan en ese mundo. Máximo, el hijo de Cristina y asesor determinante, pasa cada uno de sus actos por un filtro. En el Gobierno hubo silencio sepulcral, pero la hipotética vinculación de Boudou con una empresa contratista del Estado no pasó inadvertida.
Dicen que Guillermo Moreno, el supersecretario, fue instruido por la Presidenta para que revuelva en ese entuerto.
El kirchnerismo, mientras tanto, sigue batiendo el parche de una posible reforma constitucional pero toma en cuenta dos situaciones. La desmejora económico-social la tornaría inviable para el humor social y la política. El ajuste del Gobierno es desmañado, pero economistas privados estiman que durante el 2012 se podarán unos $ 25.000 millones del mercado.
El consumo caerá".
Kirschbaum: "Entre la dureza extrema de la guerra perdida, la seducción de Di Tella y las denuncias en Naciones Unidas, que son votadas por mayoría pero que Gran Bretaña no acata, habrá que buscar otro camino frente a una política que muestra sus límites.
Londres ha hecho de los deseos de los isleños un obstáculo que no se puede ignorar.
El difícil brete debería romperse examinando modelos, como el de China con Hong Kong, que ha permitido un acuerdo con Gran Bretaña, sin que el modo de vida de la colonia cambie radicalmente".
Viau: "Si Winston Churchill sostenía que democracia era escuchar el timbre a la madrugada y estar seguro de que se trataba del lechero, para los Kirchner la democracia consiste en que nunca se sepa con exactitud para qué ni quién está llamando a nuestra puerta. Por eso, del martes podían esperarse la paz o una vuelta más en la espiral del conflicto. Fue, en cambio, el parto de los montes: no ocurrió nada . Allí radicaba la sorpresa: en la comunicación de una decisión de “estado” trivial, tomada en la intimidad de la Residencia de Olivos y de la que los partidos no gubernamentales serían simples espectadores y ni siquiera de privilegio: ni consultados respecto de las medidas, ni ubicados junto a la jefe de Estado. Sentados en la platea, entre el público, los actores secundarios (pero imprescindibles para la foto que consagraría la unidad en torno del reclamo de soberanía), escucharon un discurso decepcionante y autorreferencial. Incorregible y empeñada en poner distancia con las operaciones de la dictadura, Cristina Fernández puntualizó que en aquellos días no había estado para las maduras sino para las duras: “esta Presidenta –dijo– no estuvo en la plaza de mi pueblo el 2 de mayo (¿?)Estuvo sí el 14 de junio…” de 1982. No el día del desembarco en las islas sino el de la derrota y la protesta, no celebrando la aventura militar porque de eso, subrayó, se encargaron los medios, sino pidiendo cuentas por el engaño y el aventurerismo de los jefes. La historia es la historia del hombre y, se sabe, también de lo que se ha escrito sobre sus cobardías, sus traiciones y sus hazañas. La historia que cuenta la Presidenta es todavía más arbitraria: los hechos entran y salen de ella según convenga en cada oportunidad, en cada momento, en cada etapa. Y el martes no convenía recordar la foto en que su marido, un joven Néstor Kirchner, daba su apoyo al jefe de la guarnición de Río Gallegos, el general Oscar Guerrero, “Kiosquito” para amigos y enemigos porque era “chiquito, oscuro y estaba lleno de boludeces”.
Como si estuviera en las vísperas de un incendio, la Presidenta formuló un dramático llamamiento al primer ministro David Cameron. “Déle una oportunidad a la paz”, le sugirió con palabras de John Lennon. En uno de los patios de la Casa de Gobierno, en lugar de Yoko Ono, celebraban los militantes de La Cámpora coreando la misma consigna que el día del desembarco se escuchó en las plazas donde Cristina Fernández dice no haber estado: “el que no salta es inglés”. Eso iba ser todo. Muchos alimentarían luego la sospecha de que algo había fallado, que alguna negociación trunca o alguna advertencia de última hora habían vaciado al acto de su sentido original. Para seguir con la época, la respuesta al enigma quedará “soplando en el viento”".
Otra vez Caputo, otra vez...
Hace 42 minutos
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