Mientras el Colo se queja porque Moyano bloqueó la salida de Clarín "afectando la libertad de expresión", chiquitito, en su último párrafo, sin tapa en blanco ni título en tapa, ni nada grandilocuente y grave como antaño, cuando Hugo era malo, feo y sucio, varias plumas regresan a la entrañable teoría del aislamiento, tan querida como la del autoritarismo, o la de la crispación, o que nadie los va a votar. Van cambiando, según las circunstancias...
Van der Kooy: "A la huelga sería difícil escindirla del sorprendente 13S o de la muchedumbre que terminó moldeando el 8N.
En todos los casos, se resumió un indisimulado malestar con el Gobierno.
La película serviría para relatar, sin dudas, el serio y persistente aislamiento en que se ha sumido Cristina.
Aun
las fotos desnudarían el mismo fenómeno. Las calles del país se
llenaron dos veces con reproches hacia ella. Esas mismas calles,
semivacías ayer, transmitieron un mensaje parecido. Un
sindicalismo heterogéneo (CGT de Moyano, CTA de Micheli, CGT Azul y
Blanca de Barrionuevo, expresiones radicalizadas) se apoderó del centro
de la escena. El peronismo adhirió con complicidad pero en silencio. La Presidenta apareció al atardecer del mismo día rodeada de los militantes de La Cámpora y su ya raída coreografía".
Morales Solá: "La Presidenta está pagando el precio de su aislamiento.
Ninguna crónica podría explicar mejor esa reclusión
entre muy pocos que lo que pasó ayer. Cristina se rodeó sólo por
dirigentes y militantes de La Cámpora en medio de un país que acató con
simpatía o con silencio el paro general de los gremios opositores.
En un año de renovado poder, la Presidenta ha perdido la iniciativa en
el espacio público o, lo que es peor, son otros, organizados o
espontáneos, los que demostraron tenerla. Ella no pudo hacer nada para
frenar semejantes hemorragias".
González: "Cristina lucía muy lejana anoche en San Pedro, rodeada de granaderos y
cadenas en una escenografía cinematográfica de la Vuelta de Obligado.
Tal vez haya llegado la hora de que alguien le explique a la Presidenta
que los golpes de efecto visuales y mediáticos han dejado, precisamente,
de tener efecto. La corte de funcionarios temerosos, de militancia
obediente, de artistas de aplauso fácil, se transformó en un techo que
le oculta lo esencial y no le permite ver lo que está ocurriendo en las
calles de la Argentina".
Abos: "Tras el paro, el gobierno se queda todavía más solo.
"Usaron piquetes, un recurso antidemocrático", han repetido toda la
jornada los voceros del Gobierno con impudicia. Como si el kirchnerismo
no hubiera utilizado ese recurso hasta la saciedad, como si no lo
hubiera legitimado en las carreteras o en los puentes, durante años, en
Gualeguaychú. ¡Qué cara tienen! Son los mismos argumentos que repite
históricamente la derecha cerril que niega el derecho a la protesta y
quisiera ver dinamitadas las conquistas obreras. Pocas veces el falso
mito del kirchnerismo como progresismo quedó más al desnudo que en las
quejas de vírgenes violadas que durante toda el 20-N se escucharon en el
aire oficial".
La Nación: "Cabe preguntarse, sin embargo, cuánta responsabilidad hay de parte de un gobierno nacional
que se ha empeñado durante demasiado tiempo en no escuchar muchos de
los reclamos que expresó esta medida fuerza. Distintos funcionarios del
Gobierno se preocuparon por calificarla como un "acto de chantaje" y
puede que no les falte algo de razón. No obstante, esos mismos hombres
de la Presidenta deberían recordar que, desde 2003, las sucesivas
administraciones nacionales del kirchnerismo se valieron en reiteradas
ocasiones de la perversa metodología de los piquetes y de los escraches
con fines políticos, que ahora cuestionan. Podrían recordar los piquetes
para presionar o extorsionar a empresas como Shell e incluso para
impedir la circulación de diarios como Perfil, Clarín y LA NACION".
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