Ciertas calles de Berlín han articulado, a diferencia del KGB Bar de Estocolmo o del Habana Café de La Habana, una lógica anticomunista, en la que el desorden expositivo es solo aparente. Berlín no es un bar, es un museo del anticomunismo. Vitrina del triunfo capitalista sobre el socialismo “real” —escenario histórico de uno de los sucesos más efectistas del derrumbe del Este, y también capital de uno de los principales países imperialistas—; en ella el mercado, supuestamente ciego, hace política. Quizá el lugar más emblemático sea el otrora Checkpoint Charlie, famoso paso fronterizo. Retratos gigantes a color de un guardia soviético que mira al Oeste y de uno norteamericano que mira al Este, flanquean el lugar en ambas direcciones. Los turistas se fotografían frente a la caseta. Pero a lo largo de la calle —un poco antes y un poco después—, más en contacto con el transeúnte, los turistas verán fotos de la represión en el Este, comprarán objetos de “los vencidos” (banderas, sellos, medallas, bustos, insignias, cascos militares, cantimploras) y visitarán museos privados que explican la historia desde la perspectiva de “los vencedores”".
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