Joaco: "El viejo piquetero Raúl Castell denunció que las agrupaciones
kirchneristas reciben permanentes y masivas autorizaciones del Renar
para comprar armas. La aseveración de Castell, que es antikirchnerista,
fue confirmada luego por Toti Flores, otro antiguo piquetero bonaerense
que luego se dedicó a la política clásica al lado de Elisa Carrió.
Castell amenazó con armar a sus propios seguidores para no quedar
impotente ante la capacidad armada de sus adversarios".
Edu: "La de Castells no fue una advertencia solitaria. Su ex exposa, Nina
Peloso, confirmó que a muchos de los movimientos sociales que apuntalan
al kirchnerismo le llegan armas. Héctor “Toty” Flores, diputado de la
Coalición Cívica, resultó más descriptivo: ”Las armas se distribuyen entre los militantes de los barrios más humildes”.
La Red para el Desarme sospecha que no todas las armas incautadas o
entregadas voluntariamente son destruidas. Los dirigentes sociales no
kirchneristas agregan precisión: parte de aquella remesa fue recibida, en una oportunidad al menos,
por integrantes de la Tupac Amaru que lidera la jujeña Milagro Salas.
Tupac Amaru forma parte de “Unidos y Organizados”, un pilar del sistema
movimientista que apuntala a Cristina Fernández.
La Red para el Desarme señala también que el Renar maneja una caja con un superávit anual de $ 20 millones, producto de la emisión de licencias y autorizaciones. Esos fondos carecen de algún tipo de auditoría.
La presunción es que ese dinero se destina al financiamiento de la
política. A los gastos de La Cámpora, convertida en ese sentido en un
barril sin fondo. El Renar sería, al fin, un pequeño monedero comparado
con los millones en dólares de Aerolíneas Argentinas".
Mientras, Levy Yeyati está impaciente: "Vivimos esperando la definición. Hace décadas que el país oscila,
parafraseando a Gerchunoff y Llach, de la ilusión de la recuperación al
desencanto de la crisis.
¿Por qué la crisis se hace rogar?
Cuesta imaginar esta deriva sin desenlace, pero es lo que hay.
Probablemente nos esperen treinta meses más de discusiones inverosímiles
sobre los orígenes de la inflación y de recetas exóticas de economistas
amateur. Treinta meses de vehemente improvisación y autocelebración en
cadena. Treinta meses de enervante calma chicha, y ninguna crisis.
O treinta meses para pensar el futuro, para construir
una alternativa que no huela a reciclaje. Porque nada sucederá por sí
sólo, la crisis no nos salvará de la falta de ideas. Hay que remar".
Volver a dar una voz a las mujeres afganas
Hace 16 minutos
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