sábado, 30 de junio de 2012

Los jóvenes y la política: Argentina y México

"La antropóloga mexicana Rossana Reguillo, autora de Culturas juveniles. Formas políticas del desencanto (Siglo XXI), pasó meses siguiendo las actividades y asambleas de Occupy Wall Street, compartió con ellos sus acampes en el parque Zuccotti de Nueva York, y está impresionada con el rápido ascenso de #Yosoy132. Tras su reciente visita a Buenos Aires, donde dictó un taller de periodismo, compara los matices de estos movimientos. El surgimiento meteórico del colectivo #Yosoy132, que explotó ante un hecho que parece casual pero no lo es, puede verse como un caso de laboratorio. El 11 de mayo un debate en la Universidad Iberoamericana (de orientación jesuita) terminó en escándalo. Los estudiantes pidieron explicaciones al candidato del PRI Enrique Peña Nieto por la brutal represión contra los pobladores de San Salvador Atenco durante su gestión como gobernador en el Estado de México. Peña Nieto respondió que lo había hecho para salvaguardar el Estado de derecho. Hubo abucheos e insultos televisados, que el PRI adjudicó a activistas encubiertos. La respuesta no se hizo esperar. Con el hashtag (un tema de debate en Twitter) #131alumnosdelaIbero, los alumnos viralizaron un video en el que mostraban sus credenciales universitarias. Y así empezó este movimiento. Muchos jóvenes mexicanos se pusieron la camiseta 132. Empezaron batallando contra Peña Nieto y contra los medios de comunicación. Pero pronto tuvieron el desafío de ampliar su agenda, de articularla con la gran masa estudiantil que compartía sus consignas. “Ahora las noticias las damos nosotros”, dijeron, en sintonía con el “Rescaten a la gente, no a los bancos” de los Indignados españoles o con el “Somos el 99%”, de Occupy Wall Street. Se apoyan en tácticas innovadoras y son portadores de un lenguaje nuevo que intentan adaptar a las viejas discusiones. En eso están, no sin problemas. De ellos habla Reguillo, de esta contracultura que esgrimen los jóvenes del continente, vanguardia estudiantil modelo siglo XXI. 
-El estudiantado vuelve a ser un actor político en tiempos en los que la entidad joven es banalizada, pensada como sujeto de consumo. ¿Cómo se explica?
-La crisis estructural que ha venido agudizándose en la región en los últimos años impacta, entre otras cosas, en la inversión en educación. En México, un promedio de doscientos mil jóvenes son rechazados anualmente por falta de cupos en las universidades públicas. La educación privada es muy costosa. A esto se suma el desgaste de un modelo sociopolítico y económico que ha evidenciado su principal contradicción: una oferta constante y prácticamente ilimitada de posibilidades para ser y para tener frente a un acceso cada más limitado; el consumo al centro de la identidad. Saben, además, que la educación no es garantía de movilidad social. Están hartas y hartos. Pero quizás a todas estas consideraciones habría que añadir el aceleramiento de la tecnología con sus redes, que los conecta al mundo de maneras inéditas. El ciberespacio ha reconfigurado el ágora pública; el “usuario” es un actor, que desde la primera persona, desestabiliza el monopolio de la palabra “legítima”. Las redes les permiten descubrirse y escucharse; las crisis, encontrarse cara a cara en las plazas, desde una condición identitaria que nadie les puede rebatir, son estudiantes. Pero los estudiantes hoy están aquí, porque nunca han dejado de estar; ellas y ellos habían estado en pequeños colectivos, a favor de la diversidad sexual, a favor de la paz, en contra de la guerra; optaron, después del fracaso de los movimientos de los 70, por la micropolítica, esa que suma causas y no organizaciones. Son, fundamentalmente una legión que apuesta por la política, como la posibilidad de desarreglar el mapa de lo posible. Parafraseando a un clásico, me atrevería a decir que “el mercado ya no tiene quien le escriba”…por ahora. 
-A grandes rasgos, ¿qué diferencia hoy a los movimientos argentinos de los 132 en México?
-Me impresiona el retorno de la política formal entre los jóvenes argentinos. No lo puedo creer. Vuelven a la política por la vía partidista. Es un caso otra vez excepcional en América Latina.
No lo sigo desde la lógica de la política, sino de la configuración de las identidades juveniles. Lo que me impresiona es que están muy convencidos de que la alternativa es formal e institucional.
-Vuelve la política partidaria…
-Eso. El partido. La institución. En México el movimiento 132 es justamente lo contrario. Son muchos los jóvenes que no quieren saber nada con los partidos".
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"-¿Cómo analiza las protestas estudiantiles que se dieron en los últimos años, principalmente en Chile, pero también en otros países de la región?
-Las protestas en Chile, Colombia, más recientemente en México, colocan en el centro al estudiante. Lo paradójico es que cuando el mundo parecía haber decretado, en este momento tardío industrial, que las aspiraciones de las generaciones más jóvenes debían ser de otra índole, vemos otra vez reivindicaciones totalmente estructurales en el espacio público: por el derecho a una educación de calidad, por el trabajo, por condiciones de salud y de seguridad social. Entonces, es una situación muy difícil de pensar.

-¿Cuáles serían esas dificultades?
-Tienes estos sujetos híbridos que se manejan en Twitter, Facebook, que son capaces de tender vínculos entre Chile y los Occupy Wall Street. Pero, al mismo tiempo, ponen en el centro de la mesa el fracaso del modelo económico de aspiración planetaria. Se observan transformaciones en los modos de luchas, porque se trata de una generación que aprendió de las anteriores, pero al mismo tiempo esa nueva imaginación en la capacidad de plantarle el cuerpo y las ideas al sistema no tiene fin. Se les ocurren cosas como el Besatón en Chile, y salen a besarse a la calle al frente del Ministerio de Educación Pública. Entonces, la seriedad de los movimientos de los ochenta, que no se permitían ninguna sonrisa, se estrella contra esta nueva perspectiva, en la que la pasan muy bien mientras hacen la revolución.

-¿Cómo pensar las conexiones de estas nuevas prácticas con la política partidaria o electoral, incluso más allá de las estructuras tradicionales?
-Es un debate muy interesante que ha surgido en los últimos meses, especialmente a partir de la emergencia de Occupy Wall Street. Zygmunt Bauman negó cualquier tipo de capacidad de transformación a los indignados españoles, acusándolos de ser pura emoción. Poco después, Slavoj Zizek los regañó diciéndoles que no estaban en un Carnaval y que debían tomarse en serio la revolución. Y Edgar Morin dijo que los indignados eran capaces de denunciar pero no de enunciar. Creo que son críticas infundadas, y ciegas o miopes a las transformaciones que se han operado en los movimientos sociales. Estamos frente a procesos de insurgencia que trabajan por fuera de cualquier tipo de noción programática. Son insurgencias, están operando como un síntoma de los múltiples fracasos de los modelos asumidos, pero nadie está en condiciones de exigirles un programa de gobierno. Son movimientos que nacen con una voluntad de ser ellos mismos el plan. Como diría el politólogo Benjamín Arditi, la insurgencia es el propio plan. Entonces, las instituciones no están en condiciones de abrazar lo que estos movimientos juveniles están significando, porque  no tienen las categorías construidas para eso, debido a su fundación decimonónica". 

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